22-3-2020 DOMINGO IV DE
CUARESMA (A)
Tenía pensado predicar en el día de hoy una homilía, pero luego cambié de idea y deseo hacer una predicación sobre el evangelio de hoy. No tengo escrita esta homilía y solo la colgaré en audio.
Pidamos a Dios que nos siga cuidando y protegiendo en estos duros momentos. Quienes me conocéis, me habéis oído hablar en diversas ocasiones de la explicación de aquel evangelio en que Jesús, ante el paralítico que le pusieron delante de sí al descolgarlo del techo, lo primero que hace es perdonarle los pecados y no curarlo de su parálisis. Esto siempre me llamó la atención y la explicación (para mí) es que, para Jesús era mucho más grave la maldad interior que tenía debido a sus pecados, que la misma enfermedad que le impedía mover piernas y manos.
Pues bien, cuando pido a Dios cuidado y protección, me refiero al coronavirus. Sí, por supuesto. Pero, sobre todo y también, le pido a Dios que nos cuide de nuestra increencia, de nuestra falta de fe y confianza, de nuestra soberbia y egoísmo, de nuestras ira e impaciencia en estos momentos de obligada convivencia, que puede causar tanto sufrimiento a nuestro alrededor.
Aquí van estas reflexiones de la mano del evangelio que Jesús hoy nos proclama...
Aquí muestro el texto de la carta a la que aludo en la homilía:
"Espero que todo este
sufrimiento nos sirva para crecer en madurez, en humildad, en austeridad, en
fe… y disminuyamos en prepotencia, chulería, soberbia, autosuficiencia, rechazo
de fe y de todo lo religioso… Pero, por suerte y por desgracia, unos lo harán y
otros no. Como decía Jesús: “Por más que miren no verán, por más que oigan no
escucharán”. Y por eso, no podrán convertirse. Son así las cosas. Lo cual no
debe hacer que disminuya nuestra esperanza. Todos tenemos nuestro tiempo.
Sí, tienes razón.
Todo esto relativiza nuestras preocupaciones e intereses anteriores, lo cual no
quita para que, en cuanto todo vuelva a la ‘normalidad’ pongamos por obra lo
que hemos aprendido ahora y lo que teníamos claro y era bueno antes de todo
esto.
Dios está. Decía
Jesús a la samaritana que llegará un día en que adoremos al Señor no en
Jerusalén, no en Garizín, sino en espíritu y en verdad. Ese aparente silencio y
ausencia de Dios, no es otra cosa que el nuevo camino que se nos abre a
nuestros pies: el camino de la fe: oscura, pero cierta. En estos días estoy
preparando las catequesis inconclusas de los jueves de Tapia sobre san Juan de
la Cruz (iba a ser el siguiente) y dice él: “Para
venir a lo que gustas has de ir por donde no gustas. Para venir a lo que no
sabes has de ir por donde no sabes. Para venir a poseer lo que no posees has de
ir por donde no posees. Para venir a lo que no eres has de ir por donde no
eres.
Cuando
reparas en algo dejas de arrojarte al todo. Para venir del todo al todo has de
dejarte del todo en todo, y cuando lo vengas del todo a tener has de tenerlo
sin nada querer.
En
esta desnudez halla el espíritu su descanso, porque no comunicando nada, nada
le fatiga hacia arriba, y nada le oprime hacia abajo, porque está en el centro
de su humildad”. Por
eso, no te preocupe si, sin culpa tuya, están las iglesias cerradas y sin
culto. Dios es más grande que ello. Y las iglesias, el culto, la Palabra de
Dios, la Misa… todo es temporal hasta llegar a Dios. Ahora, en estos días, Dios
nos pone otros medios y caminos para llegar a Dios. ¡Aprovechémoslos! Tienes
ahí la primera charla de los ejercicios de Latores, sobre el camino de la fe
para rumiar y meditar".
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