miércoles, 2 de octubre de 2019

Domingo XXVII del Tiempo Ordinario (C)


6-10-2019                   DOMINGO XXVII TIEMPO ORDINARIO (C)
                                          Hab.1, 2-3; 2, 2-4; Slm. 94; 2 Tim. 1, 6-8.13-14; Lc. 17, 5-10
Homilía en vídeo
Homilía de audio
Queridos hermanos:
            Las lecturas nos hablan de la fe. Vamos a reflexionar sobre ella.
            Hace años recogí de un periódico (El Comercio, 22-XII-2015) la siguiente historia: Se trata de Heather McManamy, una joven madre de EE.UU. que fue diagnosticada de cáncer de mama[1] terminal en 2013 y que dejó escrita una emotiva carta de despedida para que su esposo la publicara en Facebook después de su muerte. La noticia del diagnóstico supuso un jarro de agua fría para su familia y amigos. Sin embargo, esta joven, que dejaría a una niña pequeña, Brianna, decidió ser valiente y disfrutar cada día junto a su familia como si fuera el último. Con sólo 36 años Heather finalmente falleció. Su marido, días después de la muerte, cumplió con el deseo de su difunta esposa: publicó en Facebook la carta. Como veréis a continuación, se trata de una mujer valiente, positiva, llena de tantas cosas buenas…, PERO SIN FE.
“Bueno..., tengo buenas y malas noticias. La mala noticia es que, al parecer, estoy muerta. La buena si estás leyendo esto es que definitivamente tú no lo estás. Sí, esto apesta. Esto es un asco, pero estoy contenta de haber vivido una vida llena de amor, alegría y amigos increíbles. Tengo la suerte de poder decir honestamente que no tengo ningún remordimiento y que consumí cada segundo de mi energía en vivir la vida al máximo. Los amo a todos y quiero daros las gracias por esta increíble vida.
Respeto la religión que tengas; me alegro que te reconforte. Sin embargo, nosotros no somos religiosos. Por favor, por favor, por favor, no le digas a Brianna que estoy en el cielo. En su mente, eso significa que yo elegí estar en otro lugar y la dejé. Y en realidad, hice todo lo posible para estar aquí con ella, preferiría estar con ella y Jeff. Por favor, no la confundas y déjala pensar por un segundo que eso no es cierto. Porque yo no estoy en el cielo. Estoy aquí. Pero ya no en el cuerpo de mierda que se volvió contra mí. Mi energía, mi amor, mi risa, esos recuerdos increíbles, todo está aquí contigo. Por favor, no pienses en mí con pena o tristeza. Sonríe sabiendo que estuvimos juntos y que cada momento fue increíble. Odio a la gente triste. Es más, me encanta hacer reír y sonreír, así que, por favor, en lugar de deteneros en la tragedia, reíros de los recuerdos juntos. Por favor, contadle a Brianna historias para que ella sepa cuánto la quiero y lo orgullosa que me siento de ella. Porque no hay nada que ame más que ser su mamá. Nada. Cada momento con ella era una felicidad tan intensa que no podía siquiera imaginar hasta que ella llegó a nuestro mundo.
Y yo no digo que perdí contra el cáncer. Puede que la enfermedad haya tomado casi todo de mí, pero nunca se llevó mi amor o mi esperanza o mi alegría. No perdí, ¡maldita sea! La manera en que yo viví durante años con el cáncer es algo que considero como una gran victoria. Por favor, recordad eso.
Lo más importante, la increíble suerte de pasar más de una década con el amor de mi vida y mi mejor amigo, Jeff. El verdadero amor y las almas gemelas existen. Cada día estaba lleno de alegría y amor con Jeff a mi lado. Él es realmente el mejor marido del universo. A través de toda mi mierda de cáncer, él nunca vaciló cuando tanta gente querría salir corriendo. Incluso en los peores días que te puedas imaginar, hemos encontramos una manera de reír juntos. Lo amo más que la vida misma, y realmente creo que un amor como el nuestro es tan especial que vivirá para siempre. El tiempo es lo más valioso en este mundo y de haber compartido mi vida durante tanto tiempo con Jeff es algo que estoy muy agradecida. Te quiero, Jeff. Me destroza el corazón tener que decir adiós. Si se trata de un hecho tan triste para ti como lo es para mí, me rompe el corazón otra vez más porque la última cosa que quiero hacer es hacer sentir triste a los demás. Espero que con el tiempo, podáis pensar en mí y sonreír y reír. Siempre estaré con vosotros de alguna forma. Formas parte de mi mundo y me encantó cada segundo que pasamos juntos.
Amigos, os quiero a todos y os agradezco la impresionante vida que me habéis proporcionado. Y gracias a todos mis asombrosos médicos y enfermeros que cuidaron tan bien de mí. No dudo de que mi equipo me dio todas las posibles opciones que tenían en sus manos. Desde los más profundo de mi corazón, les deseo a todos mis amigos largas y saludables vidas y espero que podáis experimentar el mismo aprecio por el regalo de cada día que os brindé. Esto no es un adiós, ya que es un hasta luego. Por favor, hazme un favor y tomaros unos minutos cada día para reflexionar sobre la frágil aventura que es esta vida loca. Y no olvides nunca: cada día cuenta”.
- Vamos a analizar un poco este escrito: Sin la fe en Dios se puede tener buenos sentimientos, se puede ser valiente, se puede amar, se puede tener un matrimonio que funcione, se puede criar una familia con buenos valores, se puede tener amigos, se puede enfrentar uno a la enfermedad y a la muerte. Todo esto y mucho más se puede hacer sin la fe en Dios.
Sin embargo, ¡tantas cosas quedan por conseguir! Sin la fe en Dios uno ‘sabe’ que esta mujer NUNCA MAS VOLVERA A VER A SU HIJA, Sin la fe en Dios uno ‘sabe’ que esta mujer NO VERA CRECER A SU HIJA. Sin la fe en Dios uno ‘sabe’ que esta mujer NUNCA MÁS VERA NI ESTARA CON SU MARIDO NI CON SUS AMIGOS. Sin la fe en Dios uno ‘sabe’ que esta mujer dice que estará con ellos, pero en realidad SOLO ESTARA EN SU RECUERDO. El día que se muera su marido y su hija pequeña ya nada quedará de esta mujer, porque esta mujer solo ‘vive’ en su recuerdo, pero no vive por sí misma, sino por la mente-recuerdo-corazón de su marido e hija[1].
- Lo que dije anteriormente se refería a personas sin fe. Pero ahora quiero hablar de las personas que tienen fe, pero una fe a su modo. Así se expresan muchas gentes: ‘yo creo a mí modo’. Hay que ver casos y casos, pero básicamente, desde la experiencia que yo tengo, quien dice creer a su modo es una persona que no va a la Misa regularmente (no lo necesito); es una persona que no lee la Biblia ni libros religiosos; es una persona que no se confiesa ni asiste a actos organizados por una Iglesia o una religión concreta; es una persona que se acuerda de Dios ‘cuando truena’…
Para mí, el gran talón de Aquiles de estas personas en cuanto a la fe no se trata de si creen bien o mal, sino que hacen la religión y la fe a su modo y manera. Y la fe y la religión pertenecen solo y exclusivamente a Dios. No eres tú quien decides lo que está bien o lo que está mal, si ahora debo ir a una iglesia o si no es necesario, si necesito leer la Biblia u otros libros sagrados, si esto o aquello de la religión es cierto o falso. La fe la construye solo Dios y nosotros la aceptamos o la rechazamos, pero no podemos comportarnos con ella como si fuéramos de compras a un supermercado y decidimos en qué supermercado entramos, qué productos compramos, de qué marcas y en cuánta cantidad. La fe ha de ser tomada toda entera o rechazada toda entera.
- Finalmente, quiero hablar de las gentes que tienen fe en Jesucristo, en su Evangelio, en su Iglesia Católica. ¿Este grupo de personas son mejores que las gentes de los dos grupos anteriores? NO. Por eso, estas personas claman (o han de clamar) cada día lo del evangelio: “Auméntanos la fe”. Sabemos que nuestra vida depende solo de Dios; sabemos que es buena la vida terrena, pero es mucho mejor la vida celeste, por ello no debemos temer los 5 cm., ni los cánceres, ni cualquier otra desgracia. Nosotros no vivimos solo en el recuerdo de nuestros seres queridos: vivimos sobre todo en Dios y para Dios. Queremos a Dios todo y por entero, aunque pequemos y fallemos infinidad de veces.
No podemos vivir sin fe. La necesitamos.
No podemos vivir con la fe a nuestra manera. Sabemos que es un engaño y que traicionamos a Dios.

[1] Al leer esta historia me acordé del caso de un hombre casado que vivía de espaldas a Dios con su familia y 5 cm. le destrozaron, a él y a su familia. A la mujer de la carta un cáncer de mama la destrozó, a ella y a su familia, por entero. ¡Somos tan poca cosa…!


[1] Hace muy pocos días me comentaba una mujer que había ido a hacer una mamografía y que, gracias a Dios, todo dio bien, pero a otras dos mujeres, que también habían ido a lo mismo, la cosa no les ‘pintaba bien’.

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