jueves, 20 de junio de 2019

Domingo del Corpus Christi (C)


23-6-2019                                          CORPUS CHRISTI (C)
Homilía en vídeo.
Homilía de audio.
Queridos hermanos:
            Este año, el lema del Corpus Christi y de esta Jornada de Caritas es: ‘Hacer de nuestra vida una entrega creíble a los «heridos por la vida»’. Pues bien, en este domingo y en el siguiente quisiera tratar los principios básicos que sostienen toda la Doctrina Social de la Iglesia. Esta Doctrina Social nos ayudará y enseñará a los católicos a realizar mejor eso que se nos propone como lema de este año: entregar nuestra vida a tantas personas dolientes, heridas, moribundas, solitarias, fracasadas, destrozadas, sin ilusión, sin futuro ni horizontes en sus vidas.
Esos siete principios son los siguientes:
1. El principio del bien común.
2. El destino universal de los bienes.
3. El principio de subsidiaridad.
4. El principio de participación.
5. El principio de solidaridad.
6. El principio de los valores, fundamentalmente estos cuatro: la verdad, la libertad, la justicia, el amor.
7. Finalmente, este último, el amor, es el valor principal, porque ha de ser el que dé UNIDAD a los demás valores.
Podríamos extendernos mucho sobre cada uno de ellos. Sin embargo, únicamente enunciaré algunos puntos de cada principio a fin de que queden claros. Mas no debo extenderme, pues estamos en el marco de una homilía y no en el de una conferencia o en el de una clase de universidad.
1. Principio del bien común:
Para la Doctrina Social de la Iglesia el principio del bien común es el primero de todos los principios: todos los bienes que existen en el mundo son bienes destinados para todos los seres humanos. La idea es clara: Dios creó todo lo que existe para todos los seres humanos, no solo para un grupo de personas. De ahí que el principio del bien común quiere mirar no solamente a un grupo de individuos, sino a todos los individuos; no a unas cuantas personas, sino a todas las personas. Por eso, este principio del bien común es una tarea que nos compete a todos, y de ahí que los bienes que existen sobre la tierra han de llegar a todos los seres humanos. Para nosotros, es un criterio que tiene que estar siempre claro y es el criterio que se exige en la conducción de la vida política; por eso, un político es aquel que debe trabajar el bien común y choca contra este principio cuando busca sus propios intereses, sus propios bienes o el bien particular; los bienes que hay en una nación son para todos y por eso se busca que haya una igualdad en la repartición de los bienes.
En defensa de este bien común debe de existir un sólido ordenamiento jurídico, la prestación de los servicios esenciales para las personas, algunos de los cuales son, al mismo tiempo, derechos del hombre: alimentación, habitación, trabajo, educación y acceso a la cultura, transporte, salud, libre circulación de las informaciones y tutela de la libertad religiosa. El bien común es un deber de todos los miembros de la sociedad: ninguno está exento de colaborar, según las propias capacidades, en su consecución y desarrollo.
La responsabilidad de buscar y construir el bien común compete, además de las personas particulares, también al Estado, porque el bien común es la razón de ser de la autoridad política. Pero el bien común de la sociedad y de los individuos no consiste únicamente en un simple bienestar socioeconómico. Se ha de ir más allá, pues el hombre no es solo materia. Como nos dice Jesús, “no solo de pan viven el hombre” (Mt. 4, 4a).
2. Principio del destino universal de los bienes:
El principio del bien común que guía la Doctrina Social de la Iglesia va muy unido al principio del destino universal de los bienes. Este principio nos recuerda a nosotros que todo cuanto existe tiene una dimensión y un destino universales (Gn. 1, 28-29). “Mediante el trabajo, el hombre, usando su inteligencia, logra dominar la tierra y hacerla su digna morada: De este modo se apropia una parte de la tierra, la que se ha conquistado con su trabajo: he ahí el origen de la propiedad individual. La propiedad privada y las otras formas de dominio privado de los bienes aseguran a cada cual una zona absolutamente necesaria para la autonomía personal y familiar, y deben ser considerados como ampliación de la libertad humana [...] al estimular el ejercicio de la tarea y de la responsabilidad, constituyen una de las condiciones de las libertades civiles (nº 176 del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia). Sin embargo, “la tradición cristiana nunca ha aceptado el derecho a la propiedad privada como absoluto e intocable. Al contrario, siempre lo ha entendido en el contexto más amplio del derecho común de todos a usar los bienes de la creación entera: el derecho a la propiedad privada como subordinada al derecho al uso común, al destino universal de los bienes (nº 177 del Compendio).
 Por lo tanto, la propiedad privada ayuda a que las personas puedan tener un mínimo de espacio para vivir, para que se respete su libertad; sin embargo, cuando la propiedad privada se excede y viola el principio universal de los bienes, entonces, la propiedad privada ha de estar sujeta al principio universal de los bienes. Dios creó todas las cosas, no para un grupo, sino para todos. De tal manera es así, que hay que buscar caminos para una justa distribución de los bienes y de las riquezas.
3. Principio de la subsidiaridad:
En la búsqueda del progreso y el desarrollo de toda persona humana, de todo ser humano, hay un principio que no se tiene muchas veces en cuenta. Es el principio de la subsidiaridad. Cada ser humano tiene una responsabilidad, ante sí mismo y ante los demás, como cada grupo, como cada sociedad, pero hay limitaciones que nosotros tenemos, y es ahí donde se necesita el apoyo subsidiario. Es imposible promover la dignidad de la persona si no se cuidan la familia, los grupos, las asociaciones, las realidades territoriales locales, en definitiva, aquellas expresiones agregativas de tipo económico, social, cultural, deportivo, recreativo, profesional, político, a las que las personas dan vida espontáneamente y que hacen posible su efectivo crecimiento social. Es este el ámbito de la sociedad civil, entendida como el conjunto de las relaciones entre individuos y entre sociedades intermedias.” (nº 185 del Compendio). “No se puede quitar a los individuos y darlo a la comunidad lo que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo e industria, y tampoco es justo quitar a las comunidades menores e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y dárselo a una sociedad mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absorberlos[1] (nº 186 del Compendio).


[1] Se refiere aquí a los totalitarismos, sean del signo que sean: de izquierdas o de derechas, en nombre de una religión o de otra, o por la acción de las multinacionales económicas que suplen y reemplazan gobiernos o estados.

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