25-12-2016 NAVIDAD (A)
En alguna ocasión he escuchado a una
señora de la cuenca minera esta historia personal (no sé si la contaré bien):
Cuando ella era muy pequeña recuerda perfectamente cómo su madrina llegaba el
día del domingo de Ramos y le traía siempre una tarta. Ella esperaba con
ilusión este dulce. Entonces vivía en una aldea remota y era una época en que
se tenía lo justo. Cuando llegaba la madrina y traía la tarta, su madre enseguida
cortaba diversos trozos y los iba repartiendo por distintas casas y familias de
la aldea. La madre de esta mujer compartía aquella tarta con otras personas, y
esto causaba un gran desazón y disgusto a la entonces niña, pues, al final,
quedaba muy poco para ella. Uno de los años y sabiendo que estaba a punto de
llegar la fecha en que su madrina le trajera la tarta, avisó esta niña a su
madre para que no repartiese el dulce con nadie, pues era SU TARTA. La madre
intentó hacerla entrar en razón y convencerla para que compartiese el pastel
con otras personas, pero la niña no quería y tercamente se negaba a ello, pues
decía que la tarta ERA SUYA. Finalmente, llegó el día en que le trajeron la
tarta y la madre le cumplió el deseo: no compartió la tarta con nadie del
pueblo, pero tampoco nadie en la casa comió de la tarta. Allí quedó medio
abandonada en un armario. Iban pasando las horas y los días, y la tarta seguía
entera. La niña preguntaba a la madre por la tarta y ya estaba dispuesta a
compartirla con otros, pero la madre se mantuvo inflexible. No era para otros
del pueblo, no era para nadie. Con el
paso de los días la tarta se llenó entera de moho y hubo que tirarla, y la niña
aprendió una lección que le sirvió para siempre: lo que no se COMPARTE, se llena
de moho. ¿Os gustó la historia? Vamos a sacar ahora de ella una enseñanza
para nosotros en este día de Navidad.
Sí, celebramos hoy la Navidad, el
nacimiento de Jesús. En el Reino de los Cielos estaban muy felices, muy
contentos y sin ninguna necesidad Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
También estaban los ángeles en una continua fiesta. Aquí, en la tierra, los
hombres estaban llenos de temores, de muerte, de pecados, de orgullo, de robo,
de enfermedades… Entonces Dios decidió
COMPARTIR su felicidad, su alegría, su amor, su santidad con los hombres y, por
eso, envió a su Hijo Jesús a este mundo. Así nos lo dice el evangelio de
hoy: “Y el Verbo se hizo
carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria”.
Sí, Navidad significa que Dios Padre COMPARTE su Hijo con nosotros. Nos
lo entrega para que escuchemos su Palabra, para que sigamos sus pasos, para que
descubramos su sabiduría, como en las maravillosas parábolas del hijo pródigo,
del buen samaritano, del sembrador; también para que descubramos las maravillas
del Sermón de la Montaña en el evangelio de san Mateo, capítulos del 5 al 7;
asimismo para que descubramos la paz que nos da la Palabra de Dios en otros
pasajes de la Biblia, como le pasó a una persona el domingo pasado cuando escribió
su testimonio en el blog de las homilías: “Al
hacer la oración de hoy me encontraba realmente mal. Le decía al Señor que por
las circunstancias por las que paso me sentía impotente, abandonada,
desilusionada conmigo misma. Traía a mi mente, buscando luz y consuelo las
recomendaciones que nos había hecho (Andrés) en esta semana: sonreír, ver lo bueno de
todo, reflexionar si estoy frustrando los designios de Dios, el sentido de mi
vida, escuchar a Dios en la conciencia y en el sueño, y… nada. La obscuridad
más absoluta. Entonces escuche la homilía del viernes (de la III semana de
Adviento: 16-12-2016) varias veces, y
allí estaba la respuesta: en el salmo 66[1]
y en Números 6, 24-26. Gracias, Andrés, por ser la voz de la palabra de Dios.
Que Él lo bendiga, le sea propicio y le de la paz. Un saludo”.
Sí, Navidad significa que Dios COMPARTE su amor con nosotros. Dios nos
quiere; no nos deja solos; Dios nos acepta tal y como somos: no tenemos que ser
mejores para ser aceptados y amados por Dios, y, si somos peores, Dios nos
sigue amando y aceptando siempre y para siempre.
Sí, Navidad significa que Dios COMPARTE su perdón con nosotros. Nada de
lo que hacemos es imperdonable para Dios, si nos volvemos hacia Él con
humildad. Nada de lo que nos hacen o nos hicieron es imperdonable (o debería no
serlo), si nos piden perdón de palabra o de obra. Nada de lo que hemos hecho a
otros es imperdonable (o debería no serlo), si pedimos perdón.
Sí, Navidad significa que Dios COMPARTE su luz con nosotros. Los
hombres en tantas ocasiones no vemos, no sabemos, estamos perdidos y
desorientados, seguimos mentiras como si fueran verdades… Un pequeño hecho que
demuestra esto: cuántas veces miramos para atrás en nuestras vidas y, cosas que
dábamos entonces por ciertas y seguras, hoy vemos que no eran así (relaciones
de amistad, importancia que dábamos a cosas materiales, cosas que creíamos con
fe ciega…). Ahora, desde otra altura de la vida, desde la experiencia de los
años, desde la luz que Dios nos da…
vemos las cosas de otro modo.
En
este mundo en que vivimos se piensa que, cuanto más se da, menos se tiene. Sin
embargo, desde Dios es muy distinto: si
no das, si no compartes, lo que tienes se llena de moho. Pero si compartes con
los demás, entonces tienes más. Si compartes luz, tienes más luz. Si
compartes perdón, tienes más perdón. Si compartes amor, tienes más amor. Si
compartes a Jesús, tienes más a Jesús dentro de ti.
[1] “Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobe nosotros;
conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación”.
Ayer me mandaron un correo precioso.Espero que os guste tanto como a mí.
ResponderEliminarUn hombre entró en un local,y vio a un señor en el mostrador.Le preguntó,señor que se vende aquí?,el señor le contestó,los dones de Dios.Preguntó cuanto cuestan?.Respondió no cuestan nada, aquí todo es gratis.El señor que entró estuvo mirando maravillado,había jarros de amor,frascos de fe,paquetes de esperanza,cajitas de salvación,mucha sabiduría,fardos de perdón.
El hombre maravillado,pidió el mayor jarro de amor,todos los jarros del perdón, y un jarro grande de fe,para él y su familia. Entonces el tendero preparó todo y le entregó,un paquetito,que cabía en la palma de su mano.
El señor incrédulo dijo,pero como puede estar aquí todo lo que le pedí?
Sonriendo el tendero le respondió.En el local de Dios, no vendemos frutos,solo semillas¡¡ PLANTELAS¡¡ Dependiendo de nuestra siembra así será nuestra cosecha. Feliz NAVIDAD.
Precioso cuento Feli.
ResponderEliminarFeliz Navidad para tod@s