jueves, 14 de noviembre de 2019

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario (C)


17-11-2019                 DOMINGO XXXIII TIEMPO ORDINARIO (C)

                                              Mlq. 4, 1-2a; 3, 19-20; Slm. 97; 2 Ts. 3, 7-12; Lc. 21, 5-19
Homilía en vídeo
Homilía de audio
Queridos hermanos:
            En estos últimos domingos del año litúrgico la Iglesia nos presenta algunos textos de Jesús que se refieren a los últimos tiempos y/o a las persecuciones que sobrevendrán sobre sus discípulos. De este modo, Jesús quería prepararlos para el martirio, para la muerte violenta que sufrirían tantos de ellos. Entre los apóstoles, el único que se libró de morir mártir fue san Juan. Pues bien, mi homilía de hoy trata de prepararnos para el martirio.
            En el evangelio de hoy voy a destacar las siguientes frases y las comentaré un poco:
- “Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida”. Con estas palabras se refería Jesús a que en el año 70 haría el ejército romano de Jerusalén. Los judíos admiraban su muros, su templo…, pero todo ello sería destruido y los judíos dispersados por todo el imperio romano. No se vería un nuevo estado judío hasta el año 1948. Pues esto mismo lo podemos aplicar a nuestra Iglesia: templos vacíos, vendidos al mejor postor y utilizados ahora como bares, discotecas, tiendas, lugares para patinar (aquí, en Asturias)…


 Pero lo peor no es esto, sino que esto es indicio del abandono y de la ruina espiritual y cristiana de tantos bautizados. Estos días pasados estuve en unos Cursillos de Cristiandad en Latores y había algunos sudamericanos que vinieron a trabajar entre nosotros. Comentaban el desconcierto que tienen, porque no puede vivir la fe en Jesucristo como en sus países. Aquí la fe es de viejos y de niños; para los jóvenes españoles es una cosa pasada de moda. Y así estas personas tienen que vivir su fe en la soledad y en la incomprensión de las gentes de su edad.
En este ambiente y en estas circunstancias tenemos que vivir nuestra fe.
- “Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. “Hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.
Pero más nos dice Jesucristo en este evangelio: no solo se trata de que las parroquias queden vacías, no solo se trata de que la fe se viva individualmente y sin tener la apoyatura de una comunidad, de un grupo de personas que se apoyen mutuamente y en el Señor y en su Evangelio…, sino que incluso estas personas, fieles a Jesús, van (vamos) a recibir agresiones físicas y morales por parte de los que no comparten nuestra fe. Nos lo dice Jesús claramente. Así, hoy hay personas en diversas partes del mundo que no acceden a trabajos dignos por causa de su fe, que son rechazados por los chicos o las chicas a las que aman o por las familias de estos por causa de su fe, que no pueden estudiar por causa de su fe, que tienen que esconder el tesoro de su amor a Jesús, incluso ante sus propias familias, que mueren por causa de su fe.
Preparando esta homilía me llamaba Pilar, de la parroquia de san Pablo de la Argañosa, la cual estuvo en el Cursillo de Latores y, feliz y contenta, está diciendo a todas sus amigas y a toda persona que quiera escucharla la maravillosa experiencia que tuvo con Dios y con un grupo de cristianos este fin de semana pasado. Esta forma de hablar libremente no es posible en otros países y en todos los ambientes de nuestro país y de nuestra Asturias. Cuento yo muchas veces cómo hacen ejercicios espirituales en China: en una sala grande se va reuniendo la gente que acude de día o de noche, pero en grupos muy pequeños o individualmente, que tienen un espacio pequeño (sin poder moverse, salvo para hacer sus necesidades) para dormir, comer, orar, escuchar las charlas, que no pueden hacer ruido ni la policía china ni los vecinos saber lo que allí se hace, pues los meterían en la cárcel y perderían todo lo que tienen. A pesar de eso allí están.
También se está dando en nuestra España y en nuestra Asturias la burla, la mofa, la extrañeza de alguien que se dice cristiano, que dice que va a Misa, que se confiesa… Incluso en su propia casa se le dice (el marido a la mujer, la mujer al marido, el padre al hijo, el hijo al padre…): “¿No eres tú el que va a Misa? Mira lo que hacen los curas... Mira la riqueza del Vaticano... Los que van a Misa son los peores... Pues una vez un cura o una monja dijo o hizo…”
Que nadie se extrañe de todo esto. Ya nos lo había anunciado Jesucristo y su palabra siempre se cumple. Si quieres ser cristiano para que todo te vaya bien, para que te aplaudan, para que te reconozcan, para que te valoren…, te has equivocado de lugar. No es aquí, no es con Jesús. Mira el símbolo de los cristianos: es una cruz. Es un Dios insultado, asesinado como un malhechor, escupido, despreciado, débil, sucio, muerto… Pero, como nos dice Jesús, todo eso no nos lo hacen a nosotros, sino a Él. ¿Qué tendrá este muerto que a tantos molesta? ¡Pues que está bien vivo!
- “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. ¿Entonces qué tenemos que hacer? ¿Protestar y exigir nuestros derechos? ¿Quejarnos al Defensor del Pueblo o al Tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo? Podemos hacer todo esto y mucho más, pero Jesús nos dice una cosa muy clara. Lo que tenemos que hacer es PERSEVERAR. Perseverar en nuestra fe, en nuestro amor a Dios, en nuestra presencia en la Iglesia y en la parroquia, en el frecuentar los sacramentos, en la oración y la lectura diaria de la Palabra de Dios, en la paciencia, en la humildad, en huir o no dejar entrar en nosotros el resentimiento ni la revancha ni el desánimo. Jesús nos dice claramente que, si perseveramos hasta el final, nos salvaremos. Así nos lo recuerda san Pablo: “Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos y es descendiente de David. Esta es la Buena Noticia que yo predico, por la cual sufro y estoy encadenado como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso soporto estas pruebas por amor a los elegidos, a fin de que ellos también alcancen la salvación que está en Cristo Jesús y participen de la gloria eterna. Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si somos constantes, reinaremos con él” (2 Tim. 2, 8-12a).

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