27-1-2019 DOMINGO III TIEMPO
ORDINARIO (C)
El
evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre varios puntos:
Nosotros
creemos en un Jesús liberador. Así se presenta Él en el evangelio de hoy: Dios
Padre “me ha enviado para dar la Buena Noticia a los
pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor”.
Por lo tanto, la misión de Cristo es la
de anunciar una Buena Noticia a todos los hombres y también la de liberar a
todos los hombres de diversos males, pero esta liberación que nos promete y que
nos da Jesús es integral.
Hace unos años (en
2010) entrevistaron a Monseñor Munilla, el obispo de San Sebastián, y con
ocasión del terremoto de Haití dijo que había desgracias tan grandes o peores
que esta. La gente se escandalizó, algunos salieron enseguida a atacarle y le
llamaron el ‘obispo sin alma’. Entonces Monseñor Munilla publicó un comunicado
en el que decía que sus palabras fueron tergiversadas, manipuladas y sacadas de
contexto. Cuando decía que había (y hay) desgracias tan grandes o peores que el
terremoto de Haití, hablaba en un plano teológico en el que el pecado es mucho
peor aún que la enfermedad física[1] o que la misma muerte
física y terrena[2].
Pues ésta acaba ahí, y el pecado nos puede llevar a la muerte eterna y a
apartarnos para siempre de Dios. Y ya sobre la situación vivida en Haití, se ha
de recordar que Monseñor Munilla había dado instrucciones a Caritas diocesana
de San Sebastián para que donasen 100.000 € para las víctimas de Haití.
Igualmente os recuerdo el caso que contaba una misionera, a la que una vez la
invitaron a hablar en una universidad estatal de la India sobre Cristo y sobre
los Evangelios, y que al terminar le dijeron a la misionera: “Conocemos
misioneros que trabajan en la enseñanza o en hospitales; Vd. se ocupa de las
mujeres del campo. Admiramos esto. Pero no trabaje sólo para mejorar el nivel
de vida de otras personas. Por favor,
transmítales la energía que toma de Jesucristo y su Mensaje. Ayúdeles a
caminar hacia ese mismo Dios, para que también ellas tengan esa misma fuerza
interior”.
Por lo tanto, hemos
de repetir que la liberación de Cristo
es integral. Jesús nos salva de la esclavitud del pecado, pero también de
las miserias físicas del hombre como las enfermedades, de las miserias
sociales como la pobreza y la cárcel, de las miserias psicológicas como la
depresión, etc. Ante todas estas miserias Jesús se presenta como el liberador.
La libertad o la
liberación siempre ha sido un mensaje atrayente para todos los hombres. En la
primera mitad del siglo XX Hitler se presentó ante los alemanes como un
libertador en medio de su miseria y de su humillación. Luego Hitler usó a los
alemanes para sus fines de megalomanía, de odio y de destrucción. Jesús libera
realmente al hombre de todas sus ataduras, de sus esclavitudes. Pero no se
aprovecha de él ni le pasa factura. La prueba de que Jesús no se aprovechó de
nadie es que prefirió morir Él a que cayesen algunos de sus compañeros, por
ejemplo, en el huerto de los Olivos. Jesús no es como el ‘capitán Araña’ que
enrola una tripulación para el barco y él se queda en el puerto, mientras son
los demás los que tienen que arrostrar los peligros y tormentas. Jesús es el que libera a costa de su propia
vida.
Bien,
Jesús nos ofrece a nosotros la libertad verdadera, total e integral. Pero,
¿nosotros nos sentimos necesitados de la liberación de Jesús? He tratado algo
con personas que padecen trastornos psicopatológicos (neurosis o psicosis) y
¿sabéis qué es lo peor?, pues que, cuando tratas de llevarlos a un médico o
especialista, dicen que no lo necesitan, que no están enfermos. Dicen que ellos
están bien, que vayamos los demás. Igual pasa con los alcohólicos y con los
drogadictos. Vuelvo a preguntar: ¿Nos sentimos necesitados de la liberación que
nos ofrece Jesús? ¿Me siento esclavo de algo, de mi físico porque me gusta o
porque no me gusta; de mis miedos, de mis inseguridades, de lo que diga la
gente, de la moda, de mi trabajo, de mis depresiones, de mis pertenencias, de
mi mujer o marido o hijos, de mi enfermedad, del alcohol, del tabaco? Pues
bien, os anuncio que CRISTO ES EL UNICO QUE PUEDE LIBERARNOS DE TODAS NUESTRAS
ESCLAVITUDES.
Os narraré algunas
cosas de un caso extremo, pero que es un buen ejemplo de lo que llevo dicho
hasta ahora. El obispo vietnamita Van Tuan, fue arrestado y metido en una
cárcel en 1975. Estuvo 13 años allí, y de ellos 9 en total aislamiento. Sin
embargo, él fue capaz de vivir libre en medio de su cárcel, pues Dios es más
fuerte que todas las circunstancias que nos rodean. Celebraba la Misa cuando
podía con un poco de pan que le pasaba alguna vez alguna persona y una gota de
vino en su mano, que hacía las veces de cáliz. No tenía libros para celebrar y
lo hacía de memoria. Fue capaz de convertir a la fe en Jesucristo a guardianes
comunistas terribles con su gran ejemplo de entereza, de paz y alegría
interior. Sí, en medio de su cárcel
llena de barro e insectos, de frío y de calor, de soledad y de malos tratos,
Van Tuan fue hecho libre por Jesús. Al salir y ser expulsado de Vietnam
escribió varios libros. Uno de ellos se titula “Oraciones de esperanza”. Si
podéis, leerlo.
[1] Recordad el pasaje del evangelio que leímos a mitad
de enero, en que cuatro hombres presentan a Jesús un paralítico en una camilla
para que lo curara y lo que se le “ocurre” a Jesús decirle al paralítico es lo
siguiente: “Hijo, tus pecados quedan
perdonados” (Mt. 9 2). Estas palabras pueden parecer un sarcasmo; también
se podría decir aquí que Jesús es un ‘hombre sin alma’ o un ‘Dios sin alma’. ¿Por
qué Jesús habrá perdonado los pecados al paralítico antes de curarlo de su
parálisis? Pues porque, para Jesús, era mucho más grave su situación espiritual
que su situación física: un hombre postrado en una cama para el resto de sus
días.
[2] En otro lugar del evangelio dice Jesús: “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo,
pero no puede quitar la vida; temer más
bien al que puede destruir al hombre entero en el fuego eterno” (Mt.
10, 28).
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