miércoles, 16 de enero de 2019

Domingo II del Tiempo Ordinario (C)


20-1-2019                              DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO (C)
Queridos hermanos: 
           Ya estamos en el tiempo ordinario, tiempo de la esperan­za. Hasta la Cuaresma (6 de marzo), la Iglesia nos irá presentando la ac­tuación de Jesús (sus obras y sus palabras) en su vida pública. En Navidad nos presenta el nacimien­to y la vida oculta hasta los 30 años. En la Cuaresma y Semana Santa se nos presentan los últimos días de Jesús en la tierra. En la Pascua se nos presentan las actua­ciones de Cristo resucita­do. Y, como decía antes, en todo el tiempo Ordinario se nos presenta a Jesús en los tres años que duró su vida pública.
            En la catedral de Oviedo se dice que hay un cántaro de las bodas de Caná. Aquí podéis ver la 'hidria', como se la conoce en Oviedo, y en la foto inferior el lugar en donde está guardada.

            En el evangelio de hoy, de las bodas de Caná, hay dos figu­ras principales: Jesús y María. Vamos a analizar a cada una de ellas. En los pueblos de esta época la gente era muy pobre, casi no tenía dinero y no podía encargar a un restaurante la comida de bodas. No había dinero. Entonces lo que hacía la gente era ir guardando parte de la cosecha de vino para cuando llegasen las bodas de los hijos. También los animales que tenían, como ovejas, ca­bras, etc., las tenían destinadas para estas fiestas. Por tan­to, la boda se cele­braba en las casas y duraba varios días en los cuales los familiares y la gente del pueblo pasaba a comer y beber allí. También lo hacían los vecinos de las aldeas cercanas. Era la oca­sión de quitar el hambre. (Me contaba una vez un minero que se había casado hacia el año 1930 que la boda se comía en casa y la gente no se marchaba y les estaban acabando con todas las existencias. Ya llevaban tres días y la gente no hacía ademán de marchar, por lo que los novios dijeron que salían unos días de luna de miel a León y fue la forma de echar de casa a todos aquellos ‘fartones’). Pues bien en esta boda de Caná o los novios no calcularon bien o vino más gente de la esperada; el caso es que el vino se acababa. Si esto sucedía les iba a que­dar un estigma que pasaría de padres a hijos y a nietos. Se­rían siempre los novios a los cuales se les acabó el vino y María sabía lo que esos motes y palabras hirientes suponían en un pueblo. Por eso avisa a Jesús y Él se preocupó de ayudar a los recién casados. Es un problema poco importante, que no tiene relevancia en la historia de la Salvación. Parece una broma de mal gusto: que el Hijo de Dios, el primer signo o milagro que hace sobre la tierra es convertir agua en vino para que la gente se embo­rra­che. Es usar mal de las cosas sagradas; sería como cuando un cura deja una sotana o una casulla a unos chicos para disfra­zarse en el Carnaval.
            Algunas conclusiones:
- Jesús no hace milagros para que la gente crea en Él o en Dios. Jesús solo vino a ayudar a que la gente se encuentre con Dios y con los demás hombres; por ello se preocupa de sus cosas más sencillas. Lo que es importante para los hombres es importante para Jesús, para Dios. En aquel mo­mento lo importante para los novios era que no tenían vino y la gente se iba reír de ellos. En definitiva, no temáis, pues para Dios todas vuestras cosas, situaciones y personas son muy importantes. Dios está pendiente de nosotros en todo momento. Él cuida de nosotros.
- Lo que está en juego en las bodas de Caná no es el hambre o la sed, sino su fiesta y su alegría. María se preocupa de la alegría de aquellas gentes, y Jesús la hace realidad a través del vino. A través del vino, es decir, de nuestra fe en Dios podemos alcanzar ese gozo y esa alegría. Hay una película muy famosa: ‘El nombre de la rosa’ ambientada en la Edad Media. En un momento de la película aparece una discusión entre dos frailes, pues uno quería esconder un libro de Aristóteles que hablaba de la risa, de la alegría alegando que Dios no era amigo de risas y de gozos, pues eran cosas del diablo. El otro fraile decía todo lo contrario. En efecto, el gozo y la alegría forman parte de la vida del hombre, de la vida de un cristiano, del Reino de Dios y, por tanto, de Dios. Dios quiere la alegría del hombre y Jesús hace su primer milagro sobre la tierra fomentando esa fiesta.
            - En este evangelio se recogen las últimas palabras que tene­mos de María: “Su madre dijo a los sirvientes: -Haced lo que él os diga”. María aparecerá más veces en el evangelio, pero ya no serán recogidas sus palabras. Estas son como el mensaje que nos deja a todos los hombres, a todos los cristianos: “Ha­ced lo que él os diga”. Antes, María misma nos había dado ejemplo: cuando se le apareció el arcángel, ella le dijo: “Hágase en mí según tu palabra” y ahora nos lo dice a nosotros.
Sí, aparecen una serie de personajes al comienzo del evangelio: Zacarías, Isabel, Ana, Simeón, José, Juan Bautista, María. Pero ahora desaparecen. El único que importa es Jesús y María nos dice: Jesús va a hablar de parte de Dios, hacedle caso. Durante este año litúrgico estemos muy atentos a lo que Él nos diga.

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