30-9-2018 DOMINGO XXVI TIEMPO
ORDINARIO (B)
Homilía en vídeo.
- No es mi
intención ir contra nadie con esta homilía que voy a hacer hoy, aunque sé que
va a causar polvareda. Mi intención es dar
una formación a los católicos de estas parroquias, exponer una serie de
principios y de cauces de actuación a nivel pastoral, y tratar de acercarnos
más a lo que Dios quiere de nosotros. Lo que diré a continuación no se
trata de opiniones personales del cura, sino de seguir las indicaciones que
nuestra Iglesia nos da apoyada en la Palabra de Dios.
El 22 de
agosto de 2018 se leía esta primera lectura en la Misa: “Esto dice el Señor: ¡Ay
de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! […] Os coméis su
enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas, y las ovejas no las
apacentáis. No fortalecéis a las
débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis a las
descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes.
Al no tener pastor, se desperdigaron y fueron pasto de las fieras del campo
[…] pues los pastores no las cuidaban
[…] Me voy a enfrentar con los pastores; les reclamaré mis ovejas, los quitaré
de pastores de mis ovejas, para que dejen de apacentarse a sí mismos los
pastores; libraré a mis ovejas de sus fauces, para que no sean su manjar. Así
dice el Señor Dios: Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su
rastro”
(Ezequiel 34, 1-11).
Sí,
siento que el Señor me ha hecho pastor de sus hijos. Debo atenderlos, esto es,
fortalecerlos, curarlos, vendarles, recoger a los descarriados y no
maltratarlos. Debo hacer eso, aunque sea mal visto o mal comprendido por
algunas personas. Yo he de hacer mi tarea, he de terminar la encomienda que un
día Dios mismo me ha encargado. No para recibir medallas o palos, aplausos o
insultos. Debo hacerlo porque Dios lo quiere. Allá voy:
- Cuando uno
no quiere casarse por la Iglesia (pudiendo hacerlo), se puede estar de acuerdo
o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.
Cuando uno
no quiere bautizar a su hijo, se puede estar de acuerdo o no, pero ESO HAY QUE
RESPETARLO.
Cuando uno
no quiere que su hijo haga la 1ª Comunión, se puede estar de acuerdo o no, pero
ESO HAY QUE RESPETARLO.
Cuando un
niño hace la 1ª Comunión y luego no quiere volver al catecismo ni a la Misa y
los padres no quieren favorecer que los niños vuelvan, se puede estar de
acuerdo o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.
Cuando un
chico que está bautizado no quiere acudir a la catequesis del sacramento de la
Confirmación, se puede estar de acuerdo o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.
Cuando uno
no quiere hacer, en un futuro, su propio funeral católico o el de un familiar
suyo, se puede estar de acuerdo o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.
Cuando uno
es invitado a una boda católica y decide no entrar en la ceremonia de la
iglesia, se puede estar de acuerdo o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.
Cuando uno
se acerca a un funeral o a una Misa sabatina o a una Misa de Aniversario o a un
rosario por un difunto y no quiere entrar, o si entra, no quiere contestar, ni
hacer la señal de la cruz, ni arrodillarse, ni cantar, se puede estar de
acuerdo o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.
- En la
homilía del día de la Virgen del Carmen de este año os predicaba así: “A
partir de este próximo curso, que comenzará en octubre de 2018 quisiera que
todos fuéramos más devotos de la Virgen del Carmen. ¿Y eso qué significa? Pues
que seamos más radicales en el seguimiento del Evangelio de Cristo y, por lo
tanto, mejores cristianos, aunque eso nos traiga persecución, maledicencias y
burlas”.
Y esto, ¿qué quiere decir? ¿Cuáles son las
consecuencias prácticas y concretas de ello? Pues bien, el mismo respeto que
hemos de tener con las personas que no quieren acercarse ni aceptar las normas
y la vida de la Iglesia Católica, ese mismo respeto pedimos a esas personas
cuando se acercan a nuestra Iglesia o parroquia y nos piden algún sacramento o
servicio. No podemos exigirles, bajo pena de infierno, cómo se han de comportar
en su vida (no nos lo permitirían nunca), pero tampoco pueden exigirnos a
nosotros cómo hemos de hacer las cosas[1].
Vamos a poner algunos ejemplos:
Cuando
uno requiera a la parroquia alguno de los sacramentos: Bautismo, Primera
Comunión, Confirmación, Matrimonio, Funeral, etc., la Iglesia puede y debe
requerir a los fieles un mínimo de fe y de intención de vivir esa fe dentro de
la Iglesia y no “un ‘consumir’ el
sacramento… y hasta la próxima vez, si es que hay esa próxima vez”.
Cuando
se va a celebrar el sacramento del Bautismo, en ocasiones se pide-exige que los
padrinos sean estos o aquellos, pero “estos o aquellos” están sin confirmar,
son menores de 16 años y no llevan una vida conforme a la fe cristiana. El 28
de febrero de 2018 nuestro Arzobispo emitió un decreto en el que decía: “Para ser padrino o madrina de Bautismo se
requiere que sean mayores de 16 años, hayan recibido los sacramentos del
Bautismo, Confirmación y Eucaristía y tengan una vida congruente con la fe
(canon 874 del Código de Derecho Canónico)”. Por lo tanto, en la parroquia
se quiere pedir a los fieles lo que el Arzobispo nos dice.
Cuando
se va a celebrar el sacramento del Matrimonio, igualmente el Arzobispo de
Oviedo decía en este mismo decreto: “Los
católicos aún no confirmados deben recibir el sacramento de la Confirmación
antes de ser admitidos al Matrimonio, si ello es posible sin dificultad grave
(canon 1065 del Código de Derecho Canónico)”. Por lo tanto, en la parroquia
se quiere pedir a los fieles lo que el Arzobispo nos dice.
Cuando
se celebre un funeral, un aniversario o una Misa sabatina, o cualquier otra
Misa, los fieles que deseen comulgar, han de estar en gracia de Dios, es decir,
sin pecado grave. Si tuviera alguno de estos, deben confesarse previamente
antes de comulgar. Uno de esos pecados graves es faltar a Misa un domingo o
festivo de precepto. Si uno faltase a una de estas Misas, pudiendo asistir,
incurriría en este pecado grave[2].
Ya el tercer mandamiento de la Ley de Dios nos habla de esta obligación que
tenemos: “Santificarás las fiestas”.
Y el Catecismo de la Iglesia Católica lo dice bien claramente: “Los que deliberadamente faltan a esta
obligación (la de venir a Misa pudiendo)
cometen un pecado grave” (número 2181) y no podrían comulgar sin haberse
confesado antes.
Se
pueden decir más cosas, pero muchas de ellas ya se han dicho antes y otras se
seguirán diciendo en los meses siguientes. Se trata de vivir la fe dentro de la
Iglesia Católica de un modo coherente con lo que ésta nos dice y, por supuesto,
apoyados en la Sagrada Escritura.
[1] Naturalmente, habría mucho
que matizar y ver en cada caso particular.
[2] Este problema ya existía en
los primeros años de la vida de la Iglesia. Por eso, san Pablo en la carta a
los Hebreos llamaba la atención a aquellos que faltaban a la Misa: “No abandonéis la asamblea como algunos
acostumbran a hacerlo, antes bien, animaos mutuamente” (Hb. 10, 25).
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