miércoles, 26 de septiembre de 2018

Domingo XXVI del Tiempo Ordinario (B)


30-9-2018                   DOMINGO XXVI TIEMPO ORDINARIO (B)


Homilía en vídeo.
Homilía de audio.
Queridos hermanos: 

- No es mi intención ir contra nadie con esta homilía que voy a hacer hoy, aunque sé que va a causar polvareda. Mi intención es dar una formación a los católicos de estas parroquias, exponer una serie de principios y de cauces de actuación a nivel pastoral, y tratar de acercarnos más a lo que Dios quiere de nosotros. Lo que diré a continuación no se trata de opiniones personales del cura, sino de seguir las indicaciones que nuestra Iglesia nos da apoyada en la Palabra de Dios.

El 22 de agosto de 2018 se leía esta primera lectura en la Misa: “Esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! […] Os coméis su enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas, y las ovejas no las apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se desperdigaron y fueron pasto de las fieras del campo […] pues los pastores no las cuidaban […] Me voy a enfrentar con los pastores; les reclamaré mis ovejas, los quitaré de pastores de mis ovejas, para que dejen de apacentarse a sí mismos los pastores; libraré a mis ovejas de sus fauces, para que no sean su manjar. Así dice el Señor Dios: Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro” (Ezequiel 34, 1-11).

            Sí, siento que el Señor me ha hecho pastor de sus hijos. Debo atenderlos, esto es, fortalecerlos, curarlos, vendarles, recoger a los descarriados y no maltratarlos. Debo hacer eso, aunque sea mal visto o mal comprendido por algunas personas. Yo he de hacer mi tarea, he de terminar la encomienda que un día Dios mismo me ha encargado. No para recibir medallas o palos, aplausos o insultos. Debo hacerlo porque Dios lo quiere. Allá voy:

- Cuando uno no quiere casarse por la Iglesia (pudiendo hacerlo), se puede estar de acuerdo o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.

Cuando uno no quiere bautizar a su hijo, se puede estar de acuerdo o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.

Cuando uno no quiere que su hijo haga la 1ª Comunión, se puede estar de acuerdo o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.

Cuando un niño hace la 1ª Comunión y luego no quiere volver al catecismo ni a la Misa y los padres no quieren favorecer que los niños vuelvan, se puede estar de acuerdo o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.

Cuando un chico que está bautizado no quiere acudir a la catequesis del sacramento de la Confirmación, se puede estar de acuerdo o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.

Cuando uno no quiere hacer, en un futuro, su propio funeral católico o el de un familiar suyo, se puede estar de acuerdo o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.

Cuando uno es invitado a una boda católica y decide no entrar en la ceremonia de la iglesia, se puede estar de acuerdo o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.

Cuando uno se acerca a un funeral o a una Misa sabatina o a una Misa de Aniversario o a un rosario por un difunto y no quiere entrar, o si entra, no quiere contestar, ni hacer la señal de la cruz, ni arrodillarse, ni cantar, se puede estar de acuerdo o no, pero ESO HAY QUE RESPETARLO.

- En la homilía del día de la Virgen del Carmen de este año os predicaba así: “A partir de este próximo curso, que comenzará en octubre de 2018 quisiera que todos fuéramos más devotos de la Virgen del Carmen. ¿Y eso qué significa? Pues que seamos más radicales en el seguimiento del Evangelio de Cristo y, por lo tanto, mejores cristianos, aunque eso nos traiga persecución, maledicencias y burlas.

            Y esto, ¿qué quiere decir? ¿Cuáles son las consecuencias prácticas y concretas de ello? Pues bien, el mismo respeto que hemos de tener con las personas que no quieren acercarse ni aceptar las normas y la vida de la Iglesia Católica, ese mismo respeto pedimos a esas personas cuando se acercan a nuestra Iglesia o parroquia y nos piden algún sacramento o servicio. No podemos exigirles, bajo pena de infierno, cómo se han de comportar en su vida (no nos lo permitirían nunca), pero tampoco pueden exigirnos a nosotros cómo hemos de hacer las cosas[1]. Vamos a poner algunos ejemplos:

            Cuando uno requiera a la parroquia alguno de los sacramentos: Bautismo, Primera Comunión, Confirmación, Matrimonio, Funeral, etc., la Iglesia puede y debe requerir a los fieles un mínimo de fe y de intención de vivir esa fe dentro de la Iglesia y no “un ‘consumir’ el sacramento… y hasta la próxima vez, si es que hay esa próxima vez”.

            Cuando se va a celebrar el sacramento del Bautismo, en ocasiones se pide-exige que los padrinos sean estos o aquellos, pero “estos o aquellos” están sin confirmar, son menores de 16 años y no llevan una vida conforme a la fe cristiana. El 28 de febrero de 2018 nuestro Arzobispo emitió un decreto en el que decía: “Para ser padrino o madrina de Bautismo se requiere que sean mayores de 16 años, hayan recibido los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía y tengan una vida congruente con la fe (canon 874 del Código de Derecho Canónico)”. Por lo tanto, en la parroquia se quiere pedir a los fieles lo que el Arzobispo nos dice.

            Cuando se va a celebrar el sacramento del Matrimonio, igualmente el Arzobispo de Oviedo decía en este mismo decreto: “Los católicos aún no confirmados deben recibir el sacramento de la Confirmación antes de ser admitidos al Matrimonio, si ello es posible sin dificultad grave (canon 1065 del Código de Derecho Canónico)”. Por lo tanto, en la parroquia se quiere pedir a los fieles lo que el Arzobispo nos dice.

            Cuando se celebre un funeral, un aniversario o una Misa sabatina, o cualquier otra Misa, los fieles que deseen comulgar, han de estar en gracia de Dios, es decir, sin pecado grave. Si tuviera alguno de estos, deben confesarse previamente antes de comulgar. Uno de esos pecados graves es faltar a Misa un domingo o festivo de precepto. Si uno faltase a una de estas Misas, pudiendo asistir, incurriría en este pecado grave[2]. Ya el tercer mandamiento de la Ley de Dios nos habla de esta obligación que tenemos: “Santificarás las fiestas”. Y el Catecismo de la Iglesia Católica lo dice bien claramente: “Los que deliberadamente faltan a esta obligación (la de venir a Misa pudiendo) cometen un pecado grave” (número 2181) y no podrían comulgar sin haberse confesado antes.

            Se pueden decir más cosas, pero muchas de ellas ya se han dicho antes y otras se seguirán diciendo en los meses siguientes. Se trata de vivir la fe dentro de la Iglesia Católica de un modo coherente con lo que ésta nos dice y, por supuesto, apoyados en la Sagrada Escritura. 

[1] Naturalmente, habría mucho que matizar y ver en cada caso particular.
[2] Este problema ya existía en los primeros años de la vida de la Iglesia. Por eso, san Pablo en la carta a los Hebreos llamaba la atención a aquellos que faltaban a la Misa: “No abandonéis la asamblea como algunos acostumbran a hacerlo, antes bien, animaos mutuamente” (Hb. 10, 25).

No hay comentarios:

Publicar un comentario