23-9-2012 DOMINGO XXV
TIEMPO ORDINARIO (B)
En el día de hoy quisiera predicar
dos ideas:
-
En el evangelio de hoy decía Jesús a sus apóstoles: “El Hijo del hombre va a ser entregado
en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres
días resucitará”. Jesús anunciaba aquí a sus discípulos que iba a ser
entregado en mano de sus enemigos. Pero, ¿tenía Jesús enemigos? ¿Quién quería
hacerle daño? ¿Por qué querían hacerle daño?
Sí,
resulta muy extraño, a primera vista, que alguien quisiera hacer daño a Jesús.
Jesús era el Hijo de Dios, y fue enviado por el Padre a la tierra para perdonar
a los hombres, para salvar a los hombres. Si Jesús venía a la tierra para hacer
el bien a los hombres, ¿por qué iban estos hombres querer hacerle daño?
También
resulta muy extraño que alguien quisiera matar a Jesús a las pocas horas de
haber nacido, y que tuviera que vivir exiliado en un país extranjero durante
años.
Resulta
extraño que Jesús haya predicado amor, paz, perdón, misericordia, y que lo
quisieran quitar de en medio.
Resulta
extraño que Jesús haya hablado de Dios como Padre, como Alguien cercano y
paciente, y que le tuvieran tanto odio.
Resulta
extraño que Jesús hubiera hecho tanto bien a tantas personas: dio de comer a
hambrientos, curó a enfermos, resucitó muertos, se preocupó de los niños, de
los recién casados, de escuchar a quien lo necesitara, de perdonar a los
pecadores, y que, sin embargo, muchos hombres no lo soportaran.
Resulta
extraño que Jesús tuviera una sabiduría grandísima y orientara a tanta gente
perdida, enseñara con tanta sencillez y a la vez con tanta profundidad, y, no
obstante, quisieran matarlo.
Pilato
consideró a Jesús como un hombre inofensivo. Por ello quería soltarlo. Herodes
consideró a Jesús como un loco, pero también inofensivo y, por ello, se burló
de él y le puso un vestido blando, como de loco, y le dejó irse sin más.
Más
arriba preguntaba: ¿TENÍA JESÚS ENEMIGOS? Pues
sí. Jesús tenía enemigos. Quisieron
desprestigiarle, encerrarle, lapidarle, despeñarle, matarle…
¿QUIÉN QUERÍA
HACERLE DAÑO? Las clases dirigentes de
Israel, los poderosos de Israel, los hombres ricos, sus propios vecinos y
familiares en Nazaret, pero también algunos de sus discípulos, porque Jesús iba
por otro camino del que a ellos les convenía.
¿POR QUÉ QUERÍAN
HACERLE DAÑO?
Porque
Jesús quitaba la autoridad de Dios a aquellos que se habían arrogado y
apropiado de ella, a aquellos que decían hablar en nombre de Dios y
sencillamente hablaban en nombre propio y para su propio provecho.
Porque
a los ricos Jesús les decía que su oro estaba manchado de sangre y había sido
robado a las gentes sencillas de Israel.
Porque
algunos de sus discípulos querían marcar el camino a Dios y daban la espalda al
mismo Dios cuando Éste no iba a donde ellos quería, por donde ellos querían y
al ritmo que ellos querían.
Jesús
era un peligro para todos ellos, pues les había quitado la máscara y decía en
alto lo que otros pensaban para sí mismos, pero no se atrevían a proclamar ante
los demás por miedo a las consecuencias.
Por todo esto, Jesús
en el evangelio de hoy decía a sus discípulos: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo
matarán”.
Sin embargo, las palabras
de Jesús acaban en esperanza: “después de muerto, a los tres días
resucitará”. ¿Qué significa esto?
Pues significa que
merece la pena hacer el bien, aunque te devuelvan mal por ello.
Merece la pena dar
de comer, aunque te quedes tú con menos cosas materiales.
Merece la pena, dar
salud y atender a los enfermos y ancianos, aunque pierdas tu tiempo y tantas
veces tu paciencia.
Merece la pena
perdonar y no dejar que te carcoma la rabia y el resentimiento.
Merece la pena decir
la verdad, aunque te crees enemigos que desean seguir viviendo en la mentira o
en sus intereses.
Merece la pena estar
a bien con tu conciencia, aunque tengas luchas y burlas a tu alrededor.
Merece la pena ser
valiente y no vivir en la cobardía (ya sabéis aquella famosa frase histórica
dicha por la madre de Boadil el Chico, la sultana Aixa, a éste cuando entregó
las llaves de Granada a los Reyes Católicos en 2 de enero de 1492: “Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”).
Merece la pena
quedar bien ante Dios, aunque quedes mal ante los hombres, para los que unas
veces estarás arriba y otras abajo, ya que somos así de cambiantes.
Merece la pena pasar
algunas penas por cumplir la voluntad de Dios, si sabes que luego te espera una
recompensa eterna y llena de gozo.
Jesús
hizo vida todo esto y nos sirve a todos nosotros de modelo y de guía. Y así, a los tres
días el Padre lo resucitó y ahora está sentado a su derecha por los siglos de
los siglos.
- Dice Santiago en la segunda
lectura: “Donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males.
La sabiduría que viene de arriba, ante todo es pura y, además, es amante de la
paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante,
sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia”.
Aquí se nos dicen varias cosas muy importantes:
Primero, no se trata de que uno haga
cosas u obras buenas: damos una limosna, leemos en la Misa, no reñimos en casa,
venimos a Misa, somos afables y serviciales con los demás, no somos rencorosos...
La cosa es más profunda. Se trata de
las actitudes nuestras. Debemos ser amantes de la paz y transmisores de la
paz allí donde nos hallemos. Si tenemos
paz en nuestro interior, lo transmitiremos al exterior.
Segundo, pero esta paz no es fruto de
un autodominio o una técnica psicológica. Como nos dice Santiago, nos viene de arriba. De dónde si no
creéis que venga la contestación de Jesús al criado: “¿Por qué me pegas?”, o cuando es detenido en el Huerto de los
Olivos, o ante Pilatos o ante el Sanedrín. Tenía la paz que procede de Dios. Él
estaba en manos de Dios.
Si nosotros perdemos la paz, la
paciencia, los nervios con facilidad es que no confiamos en Dios; es que Él no
habita demasiado en nosotros. En cambio, si
confiamos enteramente en Dios, la paz estará con nosotros en todo momento y en
toda circunstancia.
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