7-1-2018 BAUTISMO DEL
SEÑOR (B)
Estos días de atrás me
encontré con este texto de la revista ‘Alfa y Omega’; estaba publicada el
14-12-17. El artículo, escrito por un capellán de un hospital, decía así:
“Hoy
he tenido que hacer mi segundo bautizo en el hospital. A eso de las 13:30 horas
me llamaron desde neonatos y para mi sorpresa, me encontré con esa simpática
doctora que casi nunca se olvida su fantástica y maravillosa sonrisa. Estaba
junto a su marido y, al verme, sin dejar de llorar, me pidieron que bautizara a
su hija. Entre abrazos consoladores del personal sanitario, que no dejaba de
pasar por allí, me dijeron el nombre elegido.
Al
entrar en la sala de neonatos y lactantes, una parte del hospital casi
desconocida para mí, la enfermera me dio bata, gorro, guantes, patucos… y una
jeringa con agua que bendije. Me acerqué a aquella incubadora mecanizada,
cerrada por todos sitios con dos pequeños orificios por donde manipulan al bebé
y por donde me indicaron que debía meter mis manos con la jeringa para verte
unas gotitas en la cabeza de la pequeña Helen.
Cómo
impresiona y encoge el estómago ver una personita tan pequeña a la que se le
escapa la vida sin apenas haberla usado. Helen, intubada, luchaba para seguir
viviendo. Allí estaba ella, sin apenas moverse y con su carita triste, y allí
estaba yo, muy nervioso e impresionado. Apenas pude decir: «Helen, yo te
bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», y quedarme
allí en silencio y pidiendo al Señor que, si era su voluntad, dejara a sus
padres gozar de su pequeña. Después de bautizarla, su mami más tranquila, pero
sin dejar de llorar, me dijo: «Hemos hecho lo que teníamos que hacer».
Yo
sentí que me quería decir: «Ella ya no nos pertenece, ahora es de Dios, sabemos
que nada malo le puede pasar, pues es su Padre, y lo que Él decida que le pase
a su hija, que es la nuestra, será lo mejor. Si decide quedársela, es suya, si
decide regalárnosla de nuevo, la cuidaremos como suya, dándole lo mejor de
nosotros».
Creo
que la fuerza del Espíritu Santo se manifestó en forma de esperanza y confianza
de sus padres, y espero que ese mismo Espíritu se la devuelva, para que hagan
de ella una auténtica hija de Dios.
Manuel
Lagar. Capellán del hospital de Mérida”.
No sé qué habrá sido
de Helen en estos momentos. No sé si la niña habrá muerto y se habrá ido con su
Padre Dios al Cielo, pues está bautizada y totalmente en gracia, o si Helen se
habrá recuperado y está con sus padres de la tierra.
En
el día de hoy, día del Bautismo del Señor quiero aprovechar para hablar un poco
de la disposición que han de tener los padres que se acercan a Dios y a su
Iglesia para que sus hijos sean bautizados. Vamos a intentar profundizar en
esta disposición que es la correcta y tendría que ser la más habitual. Esta
disposición debe de tener estas condiciones:
1) Los hijos nacidos no son, en primer lugar y
principalmente, de los padres. Los hijos son sobre todo hijos de Dios. Es Dios
quien da y entrega los hijos a los hombres. Dios mismo los ha creado y los
entrega como ‘en adopción’ a un hombre y a una mujer aquí en la tierra.
Desde esta perspectiva el pensamiento de la madre expresado por el sacerdote es
totalmente correcto: “Ella ya no nos
pertenece, ahora es de Dios, sabemos que nada malo le puede pasar, pues es su
Padre, y lo que Él decida que le pase a su hija, que es la nuestra, será lo
mejor. Si decide quedársela, es suya, si decide regalárnosla de nuevo, la
cuidaremos como suya, dándole lo mejor de nosotros”. Los hijos están un
tiempo entre los padres y en su misma casa. Después se independizan y forman su
propia familia, y ningún padre debe oponerse a esto. Los hijos pueden quedar
huérfanos de padre y madre terrenos, pero nunca quedarán huérfanos de su Padre
Dios. Los hijos pueden morir antes que los padres terrenos, pero su Padre Dios
acogerá a estos hijos después de su muerte terrena prematura.
2) Para vivir, pensar y entender todo esto que
acabo de decir, los padres han de tener una fe y una absoluta confianza en Dios.
Si no tienen fe, lo que dije en el punto primero no tiene sentido para ellos y
no estarán de acuerdo con ello. Si tienen algo de fe en Dios, pero no tienen la
total y absoluta confianza en Dios, entonces no serán capaces de ver que sus
hijos son ‘adoptados’, y que el primer y verdadero Padre de ellos es Dios.
3) Cuando los padres
terrenos tienen esta visión de que los hijos son primera y principalmente de
Dios, y cuando tienen esa fe y esa absoluta confianza en Dios, entonces el bautizo
se vivirá de otro modo. Bautizar al hijo
no significará seguir una costumbre. Bautizar
al hijo no significará hacerlo para no enfadar a los abuelos. Bautizar al hijo no significará un por
si acaso le pasa algo. Bautizar al hijo
no significará simplemente un rito sin mucho sentido acompañado de una
comida con los familiares y amigos para celebrar el nacimiento del niño.
Cuando los padres
tienen esa fe y esa confianza absoluta en Dios, el bautizo del hijo significará reconocer que ese niño es de Dios y en
los brazos de Dios lo ponen para que lo cuide y lo bendiga. El bautizo del hijo significará el primer
paso para transmitir a ese niño la fe que los padres terrenos tienen y que
quieren que su hijo también tenga. El
bautizo del hijo significará saber que la fe en Dios Padre no se puede
vivir por libre, sino que se tiene que vivir, alimentar y acompañar por la fe
de otros creyentes, es decir, la fe no
se puede vivir individualmente, sino en comunidad, en la Iglesia. El bautizo del hijo significará entender
y saber que todos somos limitados y pecadores, y por eso queremos que nuestro Padre Dios nos limpie de todo
pecado, también a este niño que Dios ha entregado a sus padres terrenos.
Desde esta posición,
desde esta perspectiva, desde esta visión de los hijos se puede entender mucho
mejor lo que sucedió en ese hospital de Mérida con Helen y con sus padres
terrenos, y también podemos aprender lo
que debemos hacer y lo que no debemos hacer con los hijos a la hora de su
bautizo… y siempre.
Quiero
que esta homilía sea una llamada a la responsabilidad de los padres con sus
hijos y que piden a Dios y a la Iglesia el bautismo para ellos.
Este evangelio de hoy y en esta Homilía me hace pensar en como sería mi Bautizo,me imagino a mí papá acompañando a mis padrinos lleno de alegría(la mamá al menos en mi parroquia no podia asistir).Ya desde hace mucho tiempo doy gracias a Dios y a mis padres por llevarme a Bautizar y ayudarme a cultivar la semilla de la fe.
ResponderEliminarAsi mismo junto con mi marido he llevado a mis hijos a Bautizar y hemos intentado haciendo lo mejor que sabiamos ,inculcarles nuestra fe y en buena parte está dando su fruto,pero sigo pidiendo al Señor cada día para que se la aumente.
También es necesario pedirle a JESÚS que como a estos padres del hospital que nos cuenta en su Homilía ,nos de la fe tan grande de saber que ante todo a nuestro SEÑOR le pertenecen.Muchísimas gracias Padre Andrés por sus enseñanzas ,DIOS LO BENDIGA
un abrazo para todos.
El bautismo es el Sacramento,que nos hace hijos de Dios y miembros de la Iglesia,como tal es el primero y esencial. Admiro a la doctora que lloraba pero al mismo tiempo se sentía fuerte al recibir su niña el
ResponderEliminarSacramento, porque sabía que su hijita iba con Dios,porque a Él le pertenecía. Yo me pregunto,sobre mi fe,para mi sería lo peor que me puede pasar en la vida,perder un hijo. Con una fe fuerte esa pérdida se ve diferente. Así que me pregunto por los que no la tienen.¿ Cual es su horizonte?.Que el agua del Bautismo nos inunde de esa fe fuerte, que tanta falta nos hace para ayudar y llegar a los que no la tienen,y al mismo tiempo para fortalecernos a nosotros de
las adversidades que podemos tener.Un abrazo.