1-XI-17 TODOS
LOS SANTOS (A)
Ap. 7,2-4.9-14; Sal.
23,1-2.3-4ab.5-6; 1ª Jn. 3,1-3; Mt. 5,1-12
Queridos hermanos:
El día de hoy no es agradable. Nos
acordamos de nuestros difuntos. Y surgen sentimientos de vacío, de soledad, de
culpa, de no haber aprovechado el tiempo cuando estábamos con ellos, de orfandad.
Pero en la homilía de hoy no quiero hablar sobre esto, sino sobre nuestra
propia muerte. ¿Cuál será nuestro último pensamiento o nuestra última frase?
(Escuchar esto y al final de la homilía en audio. Está más desarrollado).
* En el día de hoy, en que estamos
visitando los cementerios y acordándonos de los difuntos, deseo hablar de
muertos, de la muerte. Y quiero fijarme en lo que dijeron algunas personas al
morir, es decir, sus últimas palabras.
“Das ist absurd! Das ist absurd!" (‘¡Es
absurdo!... ¡Esto es absurdo!),
Sigmund Freud, famoso psiquiatra y fundador del método del psicoanálisis.
“Oh
my God” (¡Dios mío!),
Diana Spencer, princesa de Gales.
"El
dinero no puede comprar la vida",
Bob Marley.
"No
quiero morir, por favor, no me dejen morir", Hugo Chávez, tras un infarto
fulminante.
“Todas mis posesiones por un
momento de tiempo", Isabel I de Inglaterra.
*
Y ahora quiero reseñar hablar no de cualquier muerto ni de cualquier muerte,
sino de aquellos que mueren con fe en Dios, con la fe de que su vida no se
acaba aquí para siempre, sino que continúa en una vida sin fin. A mí las
palabras de estas personas, de estos difuntos me han ayudado y ahora os las
repito a vosotros por si a alguno de vosotros le pueden ayudar. Por lo tanto,
la homilía de hoy será una homilía de testimonios.
- “Gracias, Dios mío, por haberme creado”, Santa Clara de Asís.
- “Dejadme ir a la casa del Padre", Juan Pablo II.
- En una carta que me
escribió una monja, me relataba los últimos momentos de otra monja de la
comunidad. La carta la recibí el 19-X-08, y decía así: “También quiero decirle que el día 14 de este mes falleció la hermana
del cáncer, de la cual ya le hablé cuando estuvo aquí en el verano. ¡Qué muerte
más envidiable, D. Andrés! El Señor se volcó espiritualmente en ella los
últimos días. Sólo puedo decir: ¡Qué bueno es el Señor! ¡Cuánto nos ama! Sólo
desea nuestro bien y nos espera siempre con una paciencia infinita. Si algo
hubo de asperezas en su vida, el Señor le dio cita en la encrucijada de una
plena y dolorosa purificación. Esta última temporada, cuando iba a visitarla y
le preguntaba qué tal se encontraba, me contestaba: ‘Mal, muy mal’; pero
inmediatamente añadía: ‘Sólo quiero la voluntad de Dios. Deseo que mi vida sea
una expresión de su voluntad’. Y, efectivamente, mientras su cuerpo se iba
deshaciendo a causa de un cáncer de lo más agresivo, su alma se iba hermoseando
y su ser dulcificando. Una noche, poco antes de morir, me quedé a velarla junto
con otras cuatro hermanas; sólo quería que le habláramos de cosas espirituales
y que de vez en cuando le mojáramos los labios con un poco de agua. Sólo
despedía paz, placidez; estaba a la espera de la llegada del Esposo. La
recomendación del alma sonaba en la noche, como un canto de desposorios
eternos. Así continuó otros dos días. La noche en que falleció su rostro
adquirió una dulzura especial; todo él despedía serenidad y pureza. El funeral
fue solemnísimo. Era día de bodas. Ahora su cuerpo espera tranquilo el momento
de la resurrección. Tenía 84 años y era una de las fundadoras de la comunidad.
La encomiendo a sus oraciones. Ella que ya se ha sumergido como pequeña llama
en la infinita hoguera del amor divino nos espera, pues su vida no se ha
terminado, se ha transformado, vive en la alegría más pura de los que han
triunfado en el estadio. En las horas de la noche que pasé junto a ella le
pedía al Señor que, cuando me llegue ese momento, todo en mí sea serenidad,
placidez del enamorado que sale en busca de su Dios. Para Él anhelo vivir, por
Él me quiero entregar minuto a minuto, por Él deseo morir un poco todos los
días; y en la hora de la gran verdad entregarle lo último que me quede. Esta
misma gracia la deseo para Vd.”.
- Y ahora os transcribo el testamento
espiritual de José Luis Martín Vigil, exjesuita, y fallecido a principios de
2012: “Bueno, al fin muero cristiano como
empecé. Creo en Dios. Amo a Dios. Espero en Dios. No conozco el odio, no
necesito perdonar a nadie. Pero sí que me perdonen cuantos se sientan
acreedores míos con razón, que serán más de los que están en mi memoria. Amé al
prójimo. No tanto como a mí mismo, aunque intenté acercarme muchas veces. No
haré un discurso sobre mi paso por la vida. Cuanto hay que saber de mí lo sabe
Dios. En cuanto a mis restos, sólo deseo la cremación y consiguiente devolución
de las cenizas a la tierra, en la forma más simple, sencilla y menos molesta y
onerosa. Pasad pues de flores, esquelas, recordatorios y similares. Todo eso es
humo: Sólo deseo oraciones. De este mundo sólo me llevo lo que me traje, mi
alma. Consignado todo lo cual, agradecido a todos, deseo causar las mínimas
molestias. Dios os lo pague”.
Este tipo de muerte no se improvisa.
Normalmente uno muere como ha vivido. Estemos preparados para el día de nuestra
muerte en el ámbito de las finanzas, de las relaciones con los otros y, sobre
todo, en la relación con Dios.
ResponderEliminarBuenas tardes pater, esta es una de esas frases tuyas, que yo llamo "lapidarias" pues llegan por que sí al corazón, al menos a mí me ha ocurrido así:
" La muerte no se improvisa. Normalmente uno muere como ha vivido."
Y aunque no vengan directamente al caso...tienes otras como: "Todos nuestros actos tienen sus consecuencias", o bien:" Nunca des nada por sabido"....Son frases sabias, llenas de humanidad y que nos guían en tantas situaciones.
Buena semana, para todos. Un abrazo
«La muerte no se improvisa» Yo, no se como me gustaría morirme,( con enfermedad,sin ella ,del corazón etc),pero, si pienso en la muerte y no me da ninguna tristeza pensar en ello .Si quiero tener a Jesús a mí lado todos los días y si es posible un poquito más cada día.Dios nos tiene de su mano y será cuando Él quiera...no estoy triste;hoy en la visita al Sagrario he pensado mucho en ello y en muchas cosas, estaba feliz.Una oración por todos los difuntos en especial por los de mi parroquia . D Andrés algunos jueves ,si me acuerdo de rezar por los curas,es lógico que necesiten las oraciones como todo el mundo. Un abrazo para todos.
ResponderEliminarEl otro día leí esta frase: "porque el amor es más fuerte que la muerte". Pertenece al Cantar de los Cantares. El texto completo dice así: "Grábame como sello en tu corazón, como sello en tu brazo; porque el amor es más fuerte que la muerte, la pasión más implacable que el Abismo. Sus llamas son flechas de fuego, llamarada divina. Los océanos no podrán apagar el amor, ni los ríos anegarlo." (Cantares 8, 6-7)
ResponderEliminarMe pareció un texto precioso para meditar en estos días. "Porque el amor es más fuerte que la muerte", nuestros muertos viven en nosotros cada día. Pero también la Iglesia nos recuerda que "el Amor de Dios es más fuerte que la muerte"; y que las personas que quisimos y amamos, gozan del Amor en la Presencia de Dios.