4-6-2014 PENTECOSTES (A)
“En un pequeño pueblo, existía una diminuta
carpintería famosa por los muebles que allí se fabricaban. Cierto día las
herramientas decidieron reunirse en asamblea para dirimir sus diferencias. Una
vez estuvieron todas reunidas, el martillo, en su calidad de presidente tomó la
palabra.
-Queridos
compañeros, ya estamos constituidos en asamblea. ¿Cuál es el problema? -Tienes
que dimitir- exclamaron muchas voces.
-¿Cuál
es la razón? – inquirió el martillo. -¡Haces demasiado ruido!- se oyó al fondo
de la sala, al tiempo que las demás afirmaban con sus gestos. -Además
-agregó otra herramienta-, te pasas el día golpeando todo.
El
martillo se sintió triste y frustrado. -Está bien, me iré si eso es lo que
queréis. ¿Quién se propone como presidente?
-Yo,
se autoproclamó el tornillo -De eso nada -gritaron varias herramientas-.Sólo
sirves si das muchas vueltas y eso nos retrasa todo.
-Seré
yo -exclamó la lija- -¡Jamás!-protesto la mayoría-. Eres muy áspera y siempre
tienes fricciones con los demás.
-¡Yo
seré el próximo presidente! -anuncio el metro. -De ninguna manera, te pasas el
día midiendo a los demás como si tus medidas fueran las únicas válidas – dijo
una pequeña herramienta.
En
esa discusión estaban enfrascados cuando entró el carpintero y se puso a
trabajar. Utilizó todas y cada una de las herramientas en el momento oportuno.
Después de unas horas de trabajo, los trozos de madera apilados en el suelo
fueron convertidos en un precioso mueble listo para entregar al cliente. El
carpintero se levantó, observo el mueble y sonrió al ver lo bien que había
quedado. Se quitó el delantal de trabajo y salió de la carpintería.
De
inmediato la Asamblea volvió a reunirse y el alicate tomo la palabra: ‘Queridos
compañeros, es evidente que todos tenemos defectos pero acabamos de ver que
nuestras cualidades hacen posible que se puedan hacer muebles tan maravillosos
como éste’. Las herramientas se miraron unas a otras sin decir nada y el
alicate continuó: ‘Son nuestras cualidades y no nuestros defectos las que nos
hacen valiosas. El martillo es fuerte y eso nos hace unir muchas piezas. El
tornillo también une y da fuerza allí donde no actúa el martillo. La lija lima
aquello que es áspero y pule la superficie. El metro es preciso y exacto, nos
permite no equivocar las medidas que nos han encargado. Y así podría continuar
con cada una de vosotras’.
Después
de aquellas palabras todas las herramientas se dieron cuenta que sólo el trabajo
en equipo les hacía realmente útiles y que debían de fijarse en las virtudes de
cada una para conseguir el éxito”.
En
el día de hoy celebramos Pentecostés, o sea, la venida del Espíritu Santo. Para
comentar esta fiesta cristiana voy a utilizar este cuento[1], que
supongo que muchos de vosotros ya conoceréis. Asimismo, con este cuento trataré
de dar un poco de luz a las lecturas (sobre todo a la segunda lectura) que
acabamos de escuchar.
En
efecto, en la Iglesia de Dios hay muchos cristianos y cada uno tiene su puesto,
cada uno es un miembro de ese cuerpo magnífico que es la Iglesia. Todos tenemos
una función dentro de esta comunidad de fe y de hermanos. Ya sabéis: nadie es
más importante que nadie, nadie es mejor que nadie. Todos formamos la única Iglesia
de Cristo y todo tenemos nuestras tareas. Para realizar esas tareas el Espíritu
Santo nos ha dado una serie de carismas, de cualidades, de talentos, de
capacidades… Lo podemos denominar como queramos. Estos carismas pueden ser:
- Carisma del profeta. Quien pone la palabra y la luz de Dios en
medio de nuestras vidas y nos orienta y da sentido a nuestro caminar diario.
- Carisma del cantor. Quien sea capaz de contar y cantar aquello que
todos creemos, y eleva nuestro espíritu con la música. El cantor alegra nuestro
corazón.
- Carisma del médico. Todo grupo humano tiene heridas que curar y
relaciones que sanar. Pero cuando la comunidad es más perfecta, las grietas son
más finas y sutiles, por ello más peligrosas. A estas heridas, a veces
imperceptibles e inconfesables, ha de llegar el médico. Éste pone paz en
nuestro interior y no mete cizaña en nuestras relaciones.
- Carisma del que rige, coordina, gobierna. Es necesario que el grupo
que crece desde dentro cuente con el don de ser coordinado y gobernado con
autoridad. La autoridad ha de ejercerse desde espíritu de servicio para que no
sea “como la de los señores de este
mundo, que oprimen” (Mt. 20, 25).
-
Carisma del orante. Quien pone su
corazón diariamente ante el Señor para suplicar perdón por los pecados de su
Iglesia y del mundo entero, para suplicar alegría y fuerza en el día a día.
Se
podían seguir diciendo muchos más carismas que el Espíritu Santo regala a su
Iglesia y a sus hijos.
Pero
no podemos ser ingenuos. Hay carismas falsos y carismas verdaderos. Y también
hay carismas verdaderos mal usados o utilizados en provecho personal. ¿Cómo
distinguir esto? San Pablo nos ofrece unos criterios a seguir para distinguir
los verdaderos carismas de los falsos.
Primer criterio de discernimiento o
distinción del auténtico carisma es su contribución a reforzar la fe en Cristo.
Segundo criterio, la colaboración
de los diversos carismas al único designio de Dios (1Cor 12, 4-6). Siendo Dios
la única fuente de carismas, entre estos no puede haber oposición.
Tercer criterio, su servicio al
bien común y a la unidad del cuerpo (1Cor 12, 7ss). Todos los carismas tienen
que dar vitalidad al cuerpo místico que es la Iglesia.
Y
estas realidades de los carismas y de los criterios de discernimiento se ven
perfectamente reflejados en el cuento de la carpintería: hemos de fijarnos, no
tanto en nuestros defectos (como decía el alicate), sino en nuestras
cualidades; y el Espíritu Santo (que es el verdadero carpintero), si nos
dejamos, nos utiliza para ‘fabricar’ la voluntad de Dios, que es lo mejor para
el mundo, para la Iglesia y para todos los hombres del universo. Estas son dos
tareas concretas para este día de Pentecostés: 1) fijarnos en lo bueno del que
está a mi lado y 2) ser dócil a lo que el Espíritu Santo quiere hacer conmigo.
[1] Ya
una vez usé esta historia, pero veo conveniente utilizarla de nuevo para dar
luz en esta celebración de Pentecostés.
El cuento de las herramientas está bien empleado entre nosotros dentro de la Iglesia y en la vida de cada dia: enseguida yo a veces pienso que no valgo para hacer esto o aquello y veo a esa persona que hace cosas muy bien y digo es que vale ,bien perfecto,pero no por ello dejar de ver las cosas que DIOS me dió a mi para ponerlas a favor de los demás sin complejos y así hacer la voluntad de DIOS y entre todos hacar un mundo mejor.Que el Señor nos bendiga a todos.
ResponderEliminarQue es para mí el Espíritu Santo?.Es el que me da fuerza ,valor,capacidad para discernir el bien del mal,total,el que ilumina mi camino,y llena mi corazón de amor,no para quedarme con el,sino para compartirlo,sobre todo con los que están necesitados,de compañía, de ternura,de cosas materiales etc. También lo noto como mi sombra,la sombra de la alegría ,el buen humor,el del saludo,el de los chistes,en total,cuando yo quiero lo tengo.Muchas veces no le hago mucho caso,por eso soy pecadora,pero me pone enseguida en la reflexión,y en el pedir perdón con la confesión.Que nunca me falte el Espíritu de Cristo.Es mi felicidad,pobre del que no abre su corazón para sentirlo.Un abrazo,Feliz día de Pentecostés.
ResponderEliminarQuerido cura de Tapia,
ResponderEliminarQue bueno sería que fuéramos un poco alicates para reconocer lo positivo de los demás y hacer bueno el dicho "la unión hace la fuerza". Esta semana intentaré ser alicate.
Gracias, como siempre, por tu trabajo.
un abrazo para cada un@.