14-4-17 SERMON
DE LA SOLEDAD
El año pasado, en el sermón de la
Soledad, prediqué algunas ideas en base al himno del “Stabat Mater dolorosa”. Entonces comenté los números 1 al 3 del
himno. Hoy continuaré con los números 4 y 5.
James Tissot
(1886-1894)
El compositor de este himno-oración miraba a
Jesús y miraba a su madre, María, y de su corazón salieron estas palabras:
1
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Stabat Mater dolorosa
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Estaba la Madre dolorosa
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juxta crucem lacrimosa,
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junto a la Cruz llorosa
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dum pendebat filius.
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en que pendía su Hijo.
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Cuyus animam gementem
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Su alma gimiente,
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contristantem et dolentem
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contristada y doliente
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pertransivit gladius
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atravesó la espada.
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2
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O quam tristis et afflicta
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¡Oh, cuán triste y afligida
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fuit illa benedicta
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estuvo aquella bendita
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Mater unigeniti.
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Madre del Unigénito.
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Quae moerebat et dolebat.
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Languidecía y se dolía
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Pia Mater, cum videbat
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la piadosa Madre que veía
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Nati poenas incliti
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las penas de su excelso Hijo.
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3
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Quis est homo qui non fleret,
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¿Qué hombre no lloraría
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Matrem Christi si videret
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si a la Madre de Cristo viera
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In tanto supplicio?
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en tanto suplicio?
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Quis non posset contristari,
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¿Quién no se entristecería
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Piam matrem contemplari
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a la Madre contemplando
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Dolentem cum filio?
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a su doliente Hijo?
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4
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Pro peccatis suae gentis
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Por los pecados de su gente[1]
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vidit Jesum in tormentis
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vio a Jesús en los tormentos
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Et flagellis subditum.
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y doblegado por los azotes.
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Vidit suum dulcem natum
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Vio a su dulce Hijo
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Morientem desolatum
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muriendo desolado
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Dum emisit spiritum.
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al entregar su Espíritu.
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5
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Eia mater, fons amoris,
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Ea, Madre, fuente de amor,
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Me sentire vim doloris
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hazme sentir tu dolor[2],
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Fac, ut tecum lugeam.
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contigo quiero llorar.
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Fac
ut ardeat cor meum
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Haz que mi corazón arda
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In amando Christum Deum,
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en el amor de mi Dios
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Ut sibi complaceam.
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y en cumplir su voluntad.
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6
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Sancta mater, istud agas,
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Santa Madre, yo te ruego
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Crucifixi fige plagas
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que me traspases las llagas
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Cordi meo valide.
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del Crucificado en el corazón.
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Tui nati vulnerati
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De tu Hijo malherido
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Iam
dignati pro me pati,
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que por mí tanto sufrió
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Poenas mecum divide!
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reparte conmigo las penas
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7
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Fac me vere tecum flere,
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Déjame llorar contigo
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Crucifixo condolere,
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condolerme por tu Hijo
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Donec ego vixero.
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mientras yo esté vivo.
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Juxta crucem tecum stare
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Junto a la Cruz contigo estar
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et me tibi sociare
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y contigo asociarme
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In planctu desidero.
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en el llanto es mi deseo.
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8
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Virgo virginum praeclara,
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Virgen de Vírgenes preclara
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Mihi iam non sis amara,
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no te amargues ya conmigo
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Fac me tecum plangere.
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déjame llorar contigo.
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Fac
ut portem Christi mortem,
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Haz que llore la muerte de Cristo
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Passionis fac sortem
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hazme socio de su Pasión,
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Et plagas recolere.
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haz que me quede con sus llagas.
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9
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Fac me plagis vulnerari,
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Haz que me hieran sus llagas
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fac me cruce inebriari
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haz que con la Cruz me embriague
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et cruore Filii.,
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y con la Sangre de tu Hijo.
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Flammis ne urar succensus
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Para que no me queme en las
llamas
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Per te virgo, sim defensus
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defiéndeme tú, Virgen santa,
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In die judicii.
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en el día del juicio.
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10
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Christe,
cum sit hinc exire,
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Cuando, Cristo, haya de irme,
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da per matrem me venire
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concédeme que tu Madre me guíe
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ad palmam victoriae
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a la palma de la victoria.
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Quando corpus morietur
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Y cuando mi cuerpo muera,
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Fac ut animae donetur
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haz que a mi alma se conceda
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Paradisi gloria.
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del Paraíso la gloria.
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Amen.
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Amén.
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[1] Como decía hace un momento en la
homilía del oficio de la Pasión del Señor, Jesús no sufrió ni padeció en la
cruz porque sí, o por mera casualidad, o por el destino, o por la mala suerte… Jesús padeció y murió en la cruz por los
pecados de los hombres. Esto lo aprendió muy bien de su familia y en el
colegio una niña de 4 años y medio, que, viendo la procesión en Villaviciosa y
a Jesús sobre el burro, decía: “Me gusta
mucho Jesús. Jesús murió por nosotros”.
En efecto, fijaros que el himno
dice: “por los pecados de su gente” padece y sufre Jesús, porque
ciertamente la Virgen María pertenece al género humano y ella forma parte de
nosotros y nosotros formamos parte de ella. María se encuentra con el
corazón partido: por un lado, es su Hijo Jesús quien muere; por otro lado,
somos sus otros hijos, los habitantes de todo el mundo, quienes necesitamos la
salvación y el perdón de nuestros pecados. Si Jesús no muere, lo cual alegraría
mucho a María, nosotros, sus otros hijos, no seríamos salvados. Si nosotros,
sus otros hijos, somos salvados, es gracias al sufrimiento y a la muerte de su
Hijo Jesús. ¿Qué hará María? ¿Por dónde tirará María?
Sí, vamos a ponernos en este caso:
una mujer tiene dos hijos; los dos están en peligro de muerte. La madre sólo
puede salvar de la muerte a uno de ellos. ¿Qué hará esta madre? ¿A qué hijo
escogerá para ser salvado? Tiene que decidirse y pronto. Uno de estos hijos es
bueno, honrado, generoso, humilde, trabajador… El otro hijo es egoísta, canalla,
ladrón, iracundo, mentiroso, interesado, soberbio, vago… ¿A qué hijo salvará esta madre?, pues los dos, el bueno y el pecador,
son hijos.
La verdad es que no decidió la
madre a quien salvaría, sino que fue uno de sus hijos quien tomó la decisión. El
bueno decide entregar su vida, decide perder su vida por su hermano, por el
hermano pecador y canalla, por el hermano mentiroso y traicionero. Y la madre
es testigo de esta decisión. Por eso, el himno dice así: “Vio a su dulce hijo
muriendo desolado…”
[2] En este número 5 del himno
uno de esos hijos malvados y al que Jesús ha salvado se dirige a su Madre,
María. Este hijo malvado, ante la muerte horrible de su Hermano Jesús y ante
dolor inmenso de su Madre, es cuando se da cuenta de lo sucedido. El dolor nos hace madurar más deprisa y
mejor que la alegría y el contento. Es triste decirlo, pero es la verdad
que todos podemos atestiguar con la experiencia de nuestra vida.
Ahora este hijo se da cuenta
de que su Hermano Jesús, sin culpa alguna por su parte, ha sufrido y ha muerto
de mala manera. ¿Quién lo maltrató? ¿Quién lo mató? Han sido sus propios
hermanos los asesinos, es decir, nosotros mismos. Ahora, en que Jesús es
simplemente un despojo y está cadáver en los brazos de su Madre, es cuando nos
damos cuenta de lo que hemos hecho, de lo que ha sucedido. Ahora es cuando
queremos remediar algo de nuestros actos. Pero… sólo podemos llorar con su Madre y con nuestra Madre, sólo podemos sentir el dolor con su
Madre y con nuestra Madre. Ahora es cuando le pedimos a María, Señora de todos
los Dolores, que nuestro corazón deje de
ser de piedra e insensible, que nuestro corazón arda como el de ella de amor y
que se cumpla en nosotros la voluntad de Dios, Padre nuestro y Padre de
todos.
Profunda reflexión, pater.¡Qué cierto!,sólo desde la experiencia de la Cruz, la comprendemos un poco más. Desde ella maduramos y crecemos; y como decía una Estación del Vía Crucis Interparroquial de ayer Viernes Santo,"cada Cruz, es una Comunión". De eso creo que hemos tenido experiencia todos. Llega la Cruz y me une más, mucho más a la de Jesús y a la del hermano. Es la única manera de llevarla, al menos en cristiano.
ResponderEliminar¡Qué regalo tan grande el de la Fe! En tantas ocasiones sólo nos queda llevar ese dolor, ¡como podemos!.... pero a la Luz de la Cruz de Jesús, podemos llevarlo de otra manera. Él unifica todas nuestras cruces en la Suya y todo cambia.
Ojalá todos sintamos el abrazo de la Virgen, en los momentos duros, como lo pudo percibir Jesús mismo camino del Calvario, sabiendo que Ella estaba siempre junto a Él.
Conmovedora esta homilía o sermón.
ResponderEliminarEn muchas ocasiones cuando rezo el rosario y medito sobre los misterios dolorosos, no puedo por menos que ponerme en el Lugar de nuestra Madre María, y darme cuenta de que Ella ha vivido también esta terrible Pasión, acompañar a su hijo en cada uno de sus tormentos; ver como le van deshollando con aquellos látigos terribles; como le colocan aquella corona de espinas que se clavan en su cabeza; la Cruz, las burlas, las caídas, la crucifixión, la elevación de la Cruz, y el estremecimiento de todo el cuerpo de su hijo al dejar caer el madero en el pozo preparado; y ella, su madre, mujer de carne y hueso presencia ese tremendo drama en silencio, sintiendo que su corazón se va desgarrando junto con el hijo, y calla, y recoje su Sangre derramada, la vida de su amado Jesús, y calla, y a los pies de la Cruz escucha los estertores de su agonía, y calla, le siente exalar el Espíritu, y calla. Como mujer y madre me parece de todo punto imposible vivir esto, pero ella se mantiene en pié y ha de darle a su querido hijo todo su apoyo y consuelo. Como va a decidir María que hijo ha de morir? eso no es posible, porque al otro hijo tambien lo ama y desea que viva; y ella sufriría igualmente si al hijo malo, le ocurriese algo; su dulce niño decidió por ella.
Así que cuando todo esto se me presenta solo puedo decir: perdón, pedóname Madre, y todo mi agradecimiento y respeto hacia ti, y ayúdame a que al igual que Tú, en mis angustias y sufrimientos sepa callar y guardar todo en mi corazón, sabiendo que el Padre me habla.
Bendita seas María madre mía, hoy quiero llorar contigo y acompañarte en tu dolor, y poder decirte: Te quiero Madre