23-4-17 DOMINGO
II DE PASCUA (domingo de la
Misericordia) (A)
El
domingo de Pascua veíamos cómo aquellas mujeres que fueron al sepulcro,
tuvieron un encuentro personal con Jesús, una experiencia personal de Cristo
resucitado y vivo en sus vidas. En la homilía de hoy apuntaré algunas
claves sacadas de la Palabra
de Dios y de la experiencia de otras personas de fe que sí han tenido un
encuentro personal con El[1].
¿Cómo hemos de hacer para tener esa experiencia personal de Cristo
resucitado y vivo en nuestras vidas? Lo que diré a continuación va encaminado para los cristianos creyentes
y practicantes. Para otras personas (ateos, agnósticos, creyentes no
practicantes, etc.) daría otras claves, aunque muchas de éstas también les son
perfectamente válidas.
- Primera clave: Lo primero que
hemos de saber es que el encuentro con Cristo resucitado es un don y un regalo
de Dios, y que Él nos lo concede cuando quiere, donde quiere y como quiere, pero….
¡tranquilos! que Dios lo quiere conceder a todos, sea de un modo o de otro. Por
lo tanto, hemos de saber que esta
experiencia no depende principalmente de nosotros, sino que depende de Él.
Cuando dicho encuentro sucede, entonces el fiel entiende las palabras del salmo
117: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es
eterna su misericordia.
El Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación. Éste
es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.”
- Segunda clave: En la Vigilia Pascual el profeta
Isaías nos decía: “Oíd, sedientos
todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo,
comed sin pagar, vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en algo que no
alimenta y vuestras ganancias, en algo que no sacia? Hacedme caso [...] prestad
atención y venid a mí, escuchad bien y viviréis” (Is. 55, 1-3). Tengamos total confianza en Dios, por
favor. En esto consiste esta segunda clave: en tener confianza absoluta en
Dios. Hace un tiempo estuve en Madrid con un amigo. Un día pensamos en ir a
comer el plato del día a un restaurante. Nos paramos ante la puerta de uno para
leer el menú, y mi amigo me decía que el local era nuevo, que no sabía cómo
sería la comida… Un chico que entraba nos dijo que la comida era buena, que
entráramos. Yo intuí que él trabajaba en el restaurante y que en su voz había
cierta ansia. Ansia porque funcione el negocio, ansia para saldar las deudas
del crédito que pidieron al banco para pagar alquileres, arreglo del local,
compra de mesas, platos, cubertería, vinos, Seguridad Social… ¿Qué quiero decir
con este episodio? Pues que las necesidades materiales nos agobian y sí que
hemos de esforzarnos en cubrirlas, pero no podemos dejar por ello al Señor de
lado. Temo que estemos tan preocupados
por lo material, por las deudas e hipotecas, por lo perecedero…, que dejemos
pasar a nuestro lado lo que importa de veras, lo que vale para siempre: Dios,
nuestro Señor.
- Tercera clave: La encontramos en una lectura
que escuchamos también en la Vigilia Pascual:
“Buscad al Señor mientras se le encuentra
[…] que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al
Señor, y él tendrá piedad […] mis planes no son vuestros planes, vuestros
caminos no son mis caminos” (Is. 55,
6-8). Mientras hay un hálito de vida, siempre se puede encontrar al Señor (o
permitir que Él nos encuentre), pero es
necesario que dejemos el mal fuera de nosotros. Debemos intentarlo. No me
refiero ahora al mal que nos hacen o que hay a nuestro alrededor; me refiero
sobre todo al mal que hay en nosotros mismos y que sale a la superficie a lo
largo del día. Si estamos atentos, lo notaremos: este mal nuestro sale en la
ira, en la lengua de víbora, en la envidia, en la falta de perdón y de comprensión,
en la dureza de nuestro corazón… Recordemos las palabras del libro de la Sabiduría: “”
(Sb. 1, 2-4). O también lo que nos dice S. Pedro: “Los ojos del Señor se fijan en los justos y sus oídos atienden a sus
ruegos; pero el Señor hace frente a los que practican el mal” (1 Pe. 3,
12).
- Cuarta clave: También la primera lectura de hoy
nos da pistas para prepararnos a tener este encuentro con Cristo resucitado. Se
nos presenta una imagen de los primeros cristianos que ya quisiéramos hoy para
nosotros en toda la Iglesia.
“Los hermanos eran constantes en escuchar la
enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las
oraciones [...] Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común […] a diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del
pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón.”
Por tanto, 1) ser constantes en la lectura de la Palabra y en la escucha de la
enseñanza de nuestros pastores; 2) ser constantes en la oración, personal y
comunitaria; 3) ser constantes en vivir unidos, que nos significa ser
fotocopias o clones unos de otros. Cada uno de nosotros tenemos unos carismas
que Dios nos ha dado, pero no para nuestro provecho personal, sino para el
servicio de la comunidad y del resto de los hombres; 4) ser constantes en
compartir nuestros bienes con los demás, ya que no son nuestros, sino que son
de Dios y nosotros sólo somos meros administradores de ellos y hemos de
administrarlos según el pensamiento y la voluntad de su auténtico y eterno
dueño: Dios.
Estoy completamente seguro que, si tenemos en
cuenta estas claves y las procuramos poner en práctica, el encuentro personal y
vivificante con Cristo resucitado se producirá. SI VIVIMOS ASÍ, SERÍA UN MILAGRO QUE NO TUVIÉRAMOS EL ENCUENTRO. SI NO
VIVIMOS ASÍ, EL MILAGRO SERÍA QUE TUVIÉRAMOS DICHO ENCUENTRO.
[1] He de añadir, por otra parte, que esta experiencia
personal es necesaria para poder ser testigos de la fe. Testigo es el que
ha visto y ha oído. ¿De qué o de quién vamos a hablar a los otros, si nosotros
mismos no sabemos de ello más que a través de libros o por terceras personas?
Muy bonita Homilía,cuanto hemos cambiado en lo que era la vida con Cristo en aquellos tiempos,en que los cristianos,lo compartían todo,y sobre todo con los más necesitados.yo me hago muchas preguntas,sobre nuestro cristianismo.El que yo veo ,no me empapa,no lo veo claro.Yo admiro a mi Jesús,lo quiero,y le pide que me clarifique muchas cosas. Debemos vaciarnos ,y ser testimonio para los demás,que vean en nosotros la luz que alumbra el camino.Un abrazo y feliz Pascua de Resurreción.
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