26-3-2017 DOMINGO IV DE
CUARESMA (A)
Homilía en vídeo. Homilía de audio.
Queridos hermanos:
El domingo pasado, en el relato de la Samaritana, Jesús se nos presentaba como Agua Viva.
Nos decía Jesús que, quien bebiera de cualquier agua, volvería a tener sed,
pero, quien bebiera del agua que Él le diera, nunca más tendría sed: “El agua que yo le daré se convertirá dentro
de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”.
En el evangelio de hoy, también de
San Juan, se nos presenta el suceso de la curación de un ciego de nacimiento por
parte de Jesús, y se nos habla de Jesús
como luz del mundo. En efecto, la oscuridad sólo puede ser vencida por la
luz, y Jesús nos dice que Él es luz para este mundo… y para todos nosotros: “Mientras estoy en el mundo, soy la luz del
mundo”.
- Jesús ha sido enviado por Dios Padre a este mundo para iluminarnos a
todos nosotros, para hacernos llegar al conocimiento de la verdad y de la
auténtica realidad. En el evangelio de hoy vemos que no basta para conocer
la verdad tener ojos en la
cara. Los fariseos tenían sanos y con buen funcionamiento los
ojos físicos, pero no fueron capaces de reconocer a Jesús como el Hijo de Dios;
sí, los fariseos no fueron capaces de reconocer que Jesús había hecho un
milagro al devolver la vista a un ciego de nacimiento. En efecto, los fariseos se pararon en lo accidental y no llegaron a lo
fundamental: El ciego les dijo que él era ciego de nacimiento, que Jesús le
había devuelto la vida, y que lo había hecho así: “Me puso barro en los ojos, me lavé y veo”. El milagro estaba
claro, pero había una ley judía que impedía trabajar en sábado y, como aquel
día era sábado, como Jesús había hecho barro con sus manos y como eso se
consideraba trabajar, entonces, para los fariseos, el milagro estaba manchado
de un pecado y, como consecuencia, tal “milagro” no podía venir de Dios.
Para
nosotros, aquí y ahora, está clara la cerrazón de mente y de corazón de los
fariseos, porque, cuando alguien les señaló el milagro de la curación del
ciego, se quedaron con el hecho de que… Jesús había hecho barro en sábado. Esta
situación se parece a aquel dicho de un hombre que mostró a otros con el dedo
la luna, y ellos se quedaron mirando el dedo en vez de fijarse en la luna. Pero este error
no es sólo de los fariseos. Es un error propio de todos los hombres. Voy a
poneros un ejemplo de esto y lo mostraré con un cuento. A ver si os gusta: “Un hombre muy rico llevó a su hijo a hacer
un recorrido por sus tierras con el propósito de que el hijo, al ver lo pobre
que era la gente del campo, comprendiera el valor de las cosas y lo afortunados
que eran. Estuvieron por espacio de todo un día y una noche en una granja de
una familia campesina muy humilde. Al concluir el viaje, y de regreso a casa,
el padre le preguntó al hijo: -¿Qué te pareció el viaje? –Muy bonito, papá.
-¿Viste qué pobre y necesitada puede ser la gente? –Sí. -¿Y qué aprendiste? –Vi
que nosotros tenemos un perro en casa, y ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos
una piscina de veinticinco metros, y ellos tienen un riachuelo que no tiene
fin. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en el patio, ellos tienen las
estrellas. Nuestro patio llega hasta el borde de la casa, el de ellos se pierde
en el horizonte. Especialmente, papá, vi que ellos tienen tiempo para conversar
y convivir en familia. Tú y mamá tenéis que trabajar todo el tiempo, y casi
nunca os veo. Al terminar el relato, el padre se quedó mudo, y su hijo agregó:
-¡Gracias, papá, por enseñarme lo ricos que podríamos llegar a ser!”
Sí, en tantas ocasiones las cosas
pueden cambiar a nuestros ojos, según cómo las miremos. Las podemos mirar como los fariseos y como el padre del cuento:
fijarse en el dedo, fijarse en que Jesús trabajó un sábado, fijarse en todas
las cosas materiales que se tienen. O
podemos mirar las cosas con los ojos del ciego curado y con los ojos del niño
del cuento, es decir, mirar todo con los ojos de Jesús gracias a la luz que Él
mismo nos da: o sea, darse cuenta que Jesús hizo un auténtico milagro, que
Jesús hablaba y actuaba de parte de Dios, que el padre y la madre del niño del
cuento tenían muchas cosas y a su hijo le daban muchas cosas, pero no le daban
ni tiempo ni cariño, que era lo que el niño más quería y, sobre todo, lo que él
más necesitaba.
- Con estas reflexiones que os acabo
de hacer, ¿quién tiene luz para ver realmente las cosas: los fariseos o el
ciego de nacimiento, el padre o su hijo? Y es que surge enseguida una
consecuencia de todo lo dicho hasta ahora: La
luz puede ser acogida, como el ciego, o puede ser rechazada, como hicieron los
fariseos. Sí, Jesús y su luz pueden ser acogidos o rechazados.
En efecto, en la segunda lectura
dice San Pablo a los primeros cristianos, que han aceptado la fe y la luz de
Cristo Jesús: “En otro tiempo erais tinieblas,
ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz buscando lo que agrada
al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas”. Cuando
se realiza el sacramento del Bautismo, se da a los recién bautizados (o a sus
padres y padrinos) una vela, que se enciende del cirio pascual. Este cirio
representa a Cristo, la luz de Dios. Así, los nuevos cristianos reciben la luz
de Cristo y la luz de Dios, y las velas son un signo que representa esta
realidad. De igual manera, en la Vigilia Pascual del Sábado Santo se enciende el
cirio pascual a la entrada de la iglesia. Luego los fieles van acogiendo en sus
velas el fuego y la luz de este cirio. Al final, cuando el sacerdote está
delante del altar, con la iglesia a oscuras de luz eléctrica, pero con esa
misma iglesia iluminada por el cirio pascual y por las velas de los fieles, se
alcanza una emoción y una significación especial: Cristo y los cristianos son portadores de la luz de Dios para sí mismos
y para el mundo entero. Sin embargo, todo esto quedaría como un rito muy
bonito, pero vacío de contenido si no hacemos en nuestra vida lo que San Pablo
dijo en su día a los cristianos de Éfeso y que acabamos de leer: “Caminad como hijos de la luz buscando lo que
agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas”. Ésta es nuestra tarea para esta Cuaresma,
pero también para toda nuestra vida.
Gracias Andrés por guiarnos en esta Cuaresma y hacer que pensemos , reflexionemos tratando de ser cada día más digno hijo de Dios
ResponderEliminarUn abrazo
Despues de leer y reflexionar sobre la homilia,solo me queda decir Sr,que vea y que este año la Vigilia Pascual tenga otro sentido en mi vida,gracias una vez mas Andres por abrirnos los ojos del alma
ResponderEliminarLos fariseos se pararon en lo accidental y no llegaron a lo fundamental.No hace falta tener unos ojos perfectos ,el caso es que esos ojos quieran ver lo importante,vemos, como los fariseos,no se fijan en el milagro de Jesús,ellos rebuscan y encuentran el mal ,en que curó el sábado.Que bonita Homilía Padre Andrés,cuanto tenemos que mejorar en torno a nuestra fe,a nuestro Dios.¿para qué? Para ser luz de esos ojos que no quieren ver,en ser alegría y acompañante del que sufre,y del que no quiere ver.Que nuestro corazón sea la señal de Cristo para los demás.Que la Cuaresma,nos haga ver lo fundamental.Un abrazo.Que Dios nos bendiga.
ResponderEliminarTambien hoy en estos tiempos debemos decirle a JESÚS queremos ver ,pero ver con la luz del corazón que fué la que ÉL vino a traer al mundo , ver con los ojos es muy importante pero si nos falta la luz del SEÑOR es muy triste, es triste para nosotros y no se puede hacer felices a los demás que nos rodean ,por tanto ayudanos JESÚS que en esta Cuaresma descubramos la luz y el amor de DIOS .Un abrazo !
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ResponderEliminarLA LUZ DE CRISTO, ES LA LUZ QUE ILUMINA EL CAMINO DE LOS CRISTIANOS, UNA LINTERNA EN LA NOCHE OSCURA PARA RECORRER LA SENDA DE LA VIDA.
UNA ANÉCDOTA, QUE VALE DE EJEMPLO:UNA AVERIA EN LA NOCHE DEL COCHE EN CARRETERA,¿COMO SOLUCIONARLA SI NO TENEMOS LUZ?...PARA SEÑALAR EL INCCIDENTE Y SOLUCIONARLO.LA LUZ NOS SACA DEL APURO,NOS SOCORRE.
PUES LA LUZ DE JESÚS, LO MISMO,NOS GUÍA Y NOS SOCORRE,POR EL CAMINO HACIA EL ENCUENTRO CON DIOS.
DEJEMOS QUE ESA LUZ, NOS GUÍE, Y DEJEMONOS GUIAR POR ELLA!!!
QUE ASÍ SEA.