8-1-2017 BAUTISMO DEL SEÑOR (A)
BAUTISMO
I
Hace un tiempo una persona me dirigió un escrito
en el que me hacía una serie de preguntas sobre el bautismo. Ya aviso que se
trata de unas preguntas profundas. Ahí van:
“Si el bautismo nos libera de la esclavitud
del pecado heredado o cometido hasta ese momento, y nos da un nuevo vivir como
hijos de Dios, cuando nos bautizamos siendo pequeños y sin maldad en nosotros, ¿por qué caemos en pecado, como otro que no
estuviese bautizado ni liberado de la culpa?
Y si se une en nosotros la pureza del
bautismo a la pureza del ser de inocencia, entonces, ¿hasta nuestro uso de razón, somos como ángeles en el suelo?
Y, si llegado nuestro uso de razón, perdemos
nuestra inocencia y empezamos a cometer en nuestra humanidad todo tipo de
pecados, entonces padre, ¿hasta los
siete años, cuando tenemos un mal comportamiento no somos responsables de él,
aunque uno ya empiece a ser instruido en la escuela del pecado de la que más
tarde entraremos a formar parte activa? Pero hasta ahí, padre, ¿sólo la pureza habita en nuestras almas?
Mas como los siete años, si se está con vida,
es inevitable cumplirlos en su fecha, ¿nuestro
tiempo de inocente pureza dura más cuanto antes seamos bautizados?
Dime, padre: ¿el niño que no es bautizado no adquiere nunca el estado de pureza en
esta vida, pues une el pecado heredado al pecado más tarde cometido?
Pero, padre: ¿cuál es el efecto que produce en nosotros el bautismo después de esta
edad de pureza, si luego actuamos como cualquier hombre no bautizado, si nada
se ve en nuestra actuar el efecto de este bautismo liberador que nos anticipó
en esta vida la resurrección eterna?
Y si el Espíritu del primer día habitaba en
nuestros primeros padres y aun así ellos pecaron, y si nosotros heredamos de
ellos el pecado, pero también el Espíritu dador de vida, y con el bautismo lo
recibimos en nosotros como activo Libertador, ¿por qué no actúa con todo su poder sobre nuestras vidas liberándonos
en la plena libertad de Dios?
Padre: de nuevo viene a mi corazón el obrar
de la libertad humana con la que Dios nos invistió y que nos lleva a tomar
decisiones justas y erradas, por culpa de las cuales ‘por vivir la vida’
perderemos la Vida. Viene a mi mente la parábola del Hijo Pródigo, que viviendo
en el cielo se adentró en el infierno del pecado, y se enfangó hasta que no
pudo más, pero, aún desde el fango y la suciedad del pecado, un día pudo ver lo
que antes no había visto: la pureza del Padre, los tesoros del Padre, el
bienestar que le proporcionaba el Padre… Y deseó retornar al Padre, que
respetando su libertad lo dejó mancharse con el pecado y luego lo recibió como
a un triunfador, porque había salido del fango con vida por el reconocimiento de
la misericordia del Padre. Y volvió a casa por el amor del Padre y por decisión
propia. Así que aquel camino de retorno era un camino de conversión, en el cual
se fue limpiando de las manchas que el mal me había imprimido. Padre, pero si
esto también le puede pasar a un no bautizado, ¿en qué se nota en nuestra vida el bautismo?
Porque, si estamos habitados de Dios y su
Espíritu, arde en nosotros como llama encendida, y por tener los ojos puestos
fuera de nosotros no vemos la luz que nos alumbra dentro, y vivimos en el
error. Y ahora me adentro en el misterio del bautismo: externamente nada se
nota, pero, aun así, estamos siendo protegidos por el Protector y defendidos
por el Defensor… Y muchas veces no caemos porque Él nos sostiene aunque
nosotros no sepamos que en aquel momento habríamos de caer si Él no nos tomase
bajo su protección.
Explícame, padre: ¿Cómo actúa a día de hoy el bautismo en nuestra vida?”
Ciertamente, por lo que esta persona en realidad está
preguntando es por toda la problemática de cómo actúa la Gracia de Dios en el
hombre y también cómo se conjuga esta Gracia con la libertad del hombre y,
finalmente, cómo actúa el pecado en el hombre. Para responder a esto habría
que hacer una encíclica del Papa, o dar un año entero clases de teología, o
hacer un concilio de obispos y, ni siquiera de este modo, podría comprenderse
gran parte de estos misterios.
No obstante,
sí que quiero aprovechar estas preguntas para conseguir varios objetivos en el
día del Bautismo del Señor: 1) Plantearnos una serie de preguntas o cuestiones
que, de otro modo, muchos de nosotros no pensaríamos jamás. 2) Reflexionar
sobre nuestro Bautismo. 3) Decir algunas palabras sobre la situación en que se
está impartiendo el sacramento del Bautismo en Asturias, en España.
Por supuesto,
tengo que decir es que no pretendo en una homilía responder a todas las
preguntas que esta persona ha hecho.
Vamos a ello:
Existe una gran diferencia entre cómo se impartía el Bautismo en los primeros
años de la Iglesia a cómo se hace ahora. En la actualidad el 99 % de los recién
bautizados en España son bebés o niños muy pequeños, que no tienen nada de fe,
dada su temprana edad. La FE hemos de
entenderla como la respuesta que damos los hombres al anuncio del evangelio de
Jesucristo. Es claro que así explicada, estos bebés y niños no tienen fe.
En los
primeros años y siglos de la Iglesia los apóstoles y los cristianos hablaban de
Jesús, de sus obras y de sus palabras. Quienes escuchaban y acogían su mensaje
pedían entrar en el grupo de cristianos, en la Iglesia. Estos se llamaban
catecúmenos y hacían un tiempo extenso de catecumenado (=preparación) para
conocer más y mejor el evangelio, pero también para hacer un cambio de vida
durante este tiempo. Esto último se llamaba la CONVERSIÓN: dejar de lado su vida de pecados y empezar una vida nueva,
según los mandamientos y las bienaventuranzas. No bastaba con creer (en
Dios, en Jesús, y en los dogmas), no bastaba con saber (oraciones y cosas de la
fe). Hacía falta vivir como vivió Jesús y de acuerdo con lo que decía el
evangelio. No bastaba con bañarse con agua bendita, con ‘tragar la comunión’,
con ir a Misa, con rezar todas las noches al acostarse, con dar alguna limosna…
Había que vivir la fe de Cristo en el día a día. Por lo tanto, no se trataba de
creer, ni tan siquiera sólo de ‘tener fe’, sino que se trataba (y se trata) sobre todo de VIVIR LA FE DE JESUCRISTO, EN
JESUCRISTO, CON JESUCRISTO.
En definitiva,
los que van a ser bautizados tienen que cumplir estos tres requisitos antes de
que las aguas bautismales sean derramadas sobre sus cabezas: 1) La fe como respuesta al anuncio del
evangelio y a la llamada personal que Dios nos hace directamente a nuestro
espíritu. 2) Una conversión total de
nuestra vida, en que dejando atrás nuestro pecado, vivamos según las
bienaventuranzas y demás enseñanzas del evangelio. 3) Que Cristo Jesús habite en nosotros; así nos lo decía san Pablo: “estamos llamados a reproducir la imagen de su Hijo” (Rm. 8, 29) en nosotros.
Cuando esto se da en nosotros, entonces estamos en las condiciones óptimas para
recibir el sacramento del Bautismo.
Santo Tomás de
Aquino enseña que, para que el
sacramento del bautismo sea FRUCTUOSO (es decir, produzca frutos divinos),
hace falta la fe, pues el bautismo es el sacramento de la fe. El sacramento del Bautismo, cualquier
sacramento, no es un rito mágico. En
efecto, el sacramento es expresión de la acción amorosa y salvadora de Dios y
debe ser acogido por el ser humano en su libertad y fe.
Los
sacramentos son operaciones teándricas[1], es
decir, en ellos actúan Dios y el hombre. Santo Tomás de Aquino ya afirmó: “El sacramento no actúa en virtud de la
justicia del hombre que lo da o lo recibe, sino por el poder de Dios”. Lo
primordial en el sacramento no es la fe (tan importante y necesaria para la
recepción fructuosa del sacramento), sino la acción amorosa, gratuita y
salvadora de Dios, ya que en la fe cristiana la primera palabra es Dios, Cristo,
el Reino, la Gracia; y la segunda es el hombre, la respuesta humana, la fe, la
moral. Sobre esta segunda parte, decía san Agustín: “El que te hizo a ti sin ti, no te salvará a ti sin ti”.
[1] Esta palabra viene del
griego: de ‘Theós’, que significa Dios, y de ‘Andros’, que significa varón u
hombre.
Para mi el bautismo es el sacramento que da inicio a mi vida cristiana. Aparte ,que nos quita el pecado original, nos llena de gracia para seguir esa vida. Entonces la cosa es , que cuando lleguemos a una edad queramos sentir esa fuerza que nos da el bautismo. Como decía San Juan Bautista,detrás de mí,vendrá quién os bautizará no solo con agua, sino con Espíritu Santo .Yo no estudié teología y soy una ignorante en estas materias de la Iglesia. Pero me ciño a que por medio del sacramento del Bautismo estoy escribiendo en este blog, con mucha alegría y felicidad.
ResponderEliminarQue los Reyes Magos nos traigan mucha paz, y amor para compartir.Un beso
Andres,tengo que confesarle que cuando entre en el blog no pude terminar de leer la homilia de hoy,me sobrepasaba,y me dije cuando la pronuncie me enterare y asi fue. Me pregunto tengo fe?.me fio de Dios en todos sus designios o pretendo que Dios se fie de mi? Habra que darle muchas vueltas y hacer muchos actos de abandono en sus manos.Gracias una vez mas por sus explicaciones claras y concisas.que llegan muy adentro.un saludo.
ResponderEliminarReitero la impresión de Milagros ya que me pasó lo mismo.
ResponderEliminarGracias Andrés por todo tu trabajo.
Un fuerte abrazo!
Buena y dura homilía, Andrés.
ResponderEliminarMe pregunto como la Iglesia viendo la situación actual ante el Bautismo, no se plantea volver a esa preparación de antes con el Catecumenado ….¿no sería más comprendido y mejor vivido entonces el Sacramento del Bautismo?
Gracias.