24-7-2018 DOMINGO XVII TIEMPO ORDINARIO (C)
Seguimos con las homilías sobre las
obras de misericordia:
4.3.-
Vestir al desnudo
Corría el invierno del año 337.
Martín era un soldado romano y cerca de las puertas de la ciudad se encuentra
con un mendigo titiritando de frío. Martín se quita su capa y con la espada la
parte a la mitad. Una mitad se la da al mendigo y la otra mitad se la queda él.
¿Por qué no le dio la capa entera?, preguntan algunas personas. Pues porque la
otra mitad pertenecía al ejército romano y no era suya. Martín dio de lo que
era suyo. La noche siguiente se le aparece Jesús a Martín cubierto con la mitad
de la capa para agradecerle su gesto. Martín no sabía, cuando dio la mitad de
la capa, que en el aquel pobre mendigo se encontraba Jesús.
- Dice Jesús: “Estuve desnudo y me vestisteis” (Mt. 25, 36). En la Biblia estar
desnudos es algo negativo. El que no tiene ropa es el pobre, pero también el
humillado. Así nos los describe Job en su libro: “Pasan la noche desnudos, sin nada de ropa que ponerse, sin cobertor, a
merced del frío […] Andan desnudos, sin ropas, hambrientos” (Jb. 24, 7.10).
Desnudo está el que peca (Gn. 3, 7 [Adán y Eva]), el esclavo vendido como tal
(Gn. 37, 23 [José despojado de sus vestiduras para ser vendido como esclavo]),
se desnuda a los encarcelados (Is. 20, 4: “desnudos
y descalzos, y con las nalgas al aire”), el enfermo mental y endemoniado se
viste cuando sana; antes estaba desnudo (Mc. 5, 15).
- ¿Cómo podemos vestir nosotros al
desnudo? 1º Entregando ropa al que no tiene, entregando calzado al que no
tiene, 2º ayudando en la rehabilitación de las casas (puertas y ventanas que no
encajan bien, arreglos de techos que tienen goteras, ropa de cama…), pues
vestir no se viste sólo el cuerpo, sino también el techo que está sobre el
cuerpo. Para ello procuraremos 3º no herir al desnudo (el que no tiene ropa o
casa) con nuestras modas, con nuestros armarios bien repletos, con ropas de
marca, con casas suntuosas y llenas de cosas innecesarias… Si tenemos menos de
lo superfluo, podremos tener más para ‘vestir al desnudo’, como acabamos de
decir.
- Podemos vestir, además, al
desnudo dándole y reconociéndole una dignidad que Dios le ha dado, ya que nos
creó a todos a su imagen y semejanza (Gn. 1, 27). Si acepto a los demás como
son, los estoy vistiendo. Si los respeto, los estoy vistiendo. Si no los
calumnio o difamo, los estoy vistiendo. Si no les manipulo ni insulto, los
estoy vistiendo.
Sí, en la Biblia vestir a una
persona era dotarle de una dignidad espiritual: “Que tu ropa sea siempre blanca” (Ecl. 9, 8); Ezequiel nos habla de
un “hombre vestido de lino” y que
viene de parte de Dios (Ez. 9, 2).
Pero entonces, ¿cuál es la mejor
ropa con la que podemos vestir a los demás? Y, por supuesto, ¿cuál es la mejor
ropa con la que podemos vestirnos nosotros? Lo descubrió san Agustín al leer la
Sagrada Escritura y convertirse: “Revestíos
del Señor Jesús” (Rm. 13, 14). Por eso san Pablo nos dice: “Mientras estamos en esta tienda de campaña,
gemimos angustiosamente, porque no queremos ser desvestidos, sino revestirnos,
a fin de que lo que es mortal sea absorbido por la vida” (2 Co 5, 4).
4.4.-
Acoger al forastero
- “Fui forastero y me hospedasteis” (Mt. 25, 25). Este mandato estaba
muy dentro del pueblo de Israel. “El
emigrante que reside entre vosotros será para vosotros como el indígena; lo
amarás como a ti mismo, porque emigrantes fuisteis vosotros en Egipto” (Lv.
19, 34). Quien mejor puede acoger a un forastero es el que ha sido forastero.
Sí, quien mejor tiene disposición para acoger a los forasteros son aquellos que
se consideran a sí mismos forasteros allí donde están y residen. Como dice san
Pablo a los filipenses, “nosotros (los
cristianos) somos ciudadanos del cielo”
(Flp. 3, 20). Estamos de paso[1] y
confraternizamos bien, o debemos hacerlo, con aquellos que están de paso
también. Y, como siempre, debemos hacerlo así, porque acogiendo al forastero,
acogeremos a Dios mismo. Esto le pasó a Abraham, que, sin saberlo, acogió a la
Stma. Trinidad (Gn. 18, 2-8).
- El forastero no tiene hogar, no
tiene familia, no tiene seguridades. Está a la intemperie. Cualquier sonrisa,
gesto amable, un poco de paciencia con su ignorancia de los lugares y
costumbres, y con su desconocimiento del idioma, es mucho para él. Si hacemos
esto, estamos cumpliendo el mandato de Jesús. Incluso Jesús, en una de sus
parábolas, llega a decir que no hemos de dudar en molestar a los amigos por
atender a los forasteros inesperados (Lc. 11, 5-6).
Acogemos al que llega a una oficina
o sitio donde trabajamos y le atendemos con amabilidad. Ése que viene allí es
forastero allí y yo debo acogerlo. Acogemos al que llega nuevo a un lugar de
trabajo, como yo me sentí acogido por Yolanda, profesora de matemáticas, el
primer día que llegué a la sala de profesores del instituto de Cudillero.
Veamos otro ejemplo de acogida,
pues el ‘forastero’ se nos puede presentar en cualquier momento y bajo
cualquier apariencia: Hace un tiempo
escuché a un misionero salesiano, que estaba en Indonesia, narrar un hecho que
le había sucedido en este país. Este misionero iba a evangelizar, a celebrar la
Eucaristía y otros sacramentos. Se trasladaba en coche por los diversos
poblados que comprendía la misión que tenía encomendada. Cuando terminaba en un
poblado y se disponía a regresar a la ciudad en donde tenía la sede la misión,
la gente le pedía que la llevara en el coche hasta la ciudad y así poder hacer
sus cosas allí. Normalmente, el coche iba atestado de personas. En una de estas
ocasiones y de regreso a la ciudad vio el misionero a un anciano que caminaba
penosamente. A este anciano le faltaban aún unos cinco kilómetros para llegar a
la ciudad. Detiene el misionero el coche y le dice: “Siento no poder
llevarlo conmigo, pero, como ve, tengo el coche lleno”. A lo que el anciano
le respondió. “Si tengo sitio en su corazón, tendré sitio en su coche”.
El misionero se quedó sorprendido ante aquellas palabras y entonces dijo a la
gente que se apretaran un poco más, pues iba a subir un nuevo pasajero. Y así
fue. En el coche cupo el anciano y pudieron llegar todos a la ciudad. Si
alguien tiene sitio en mi corazón, en aquel momento tendrá sitio en mi casa, en
mi tiempo, en mi oración, entre mis amigos, en mis lágrimas, en mis alegrías,
en mis pensamientos, en mis recuerdos, en mi cartera... Sí, si tengo sitio en
mi corazón, entonces podré cumplir el mandato de Jesús: “Fui forastero y me hospedasteis” (Mt.
25, 25).
[1] Episodio del turista yankee y el
pobre-sabio egipcio: “Yo también estoy de paso”.
Padre ,que preciosidad de homilía,estás cosas me hacen llorar,aunque tengo el armario con ropa que me sobra,y tengo mil defectos, mi corazón se llena de algo muy especial, cuando Jesús se acerca a mi,y me dice comparte esta comida,visita aquel anciano,aquella persona necesita una caricia,,una camisa,un beso,un bocadillo,una sonrisa,entonces Jesús me sonríe a mi,y salgo tan llena de todo.Un beso,y una sonrisa para tod@s. Dios nos bendiga.
ResponderEliminarNo hay nada que agregar después de tan bellas palabras ! Gracias Padre Andrés
ResponderEliminarY como diría mi abuela entregar todo mirando a los ojos y desde el corazón !!!
"Si tengo sitio en tú corazón,tendre sitio ent tú coche".. Mucho me sorprendió esta frase!. El corazón de la gente es tan grande como se quiera,no es un espacio físico,limitado por sus paredes,no,es un lugar espiritual,en el qué nos cabe todo,pero,cabe lo bueno y lo malo. Cuánto espacio de nuestro corazón tenemos vacío?. Cuanto más podíamos meter ?si quisiéramos,. Haremos un hueco para llenarlo.DIOS,se alegría.
ResponderEliminarMe gustó lo que dices sobre la desnudez: si, es algo más que poner un vestido sabré sus hombros o entregar a Caritas la ropa que ya no nos sirve.
ResponderEliminarHay otra desnudez en la biblia de la que nunca había oído hablar y a mis años llega a mis oídos; es la de Noé. Quizás fue bueno que sucediese así; a lo mejor en otro tiempo me hubiese escandalizado. Vamos entendiendo por qué la biblia fue un libro prohibido en tiempos pasados, pero a estas alturas la iglesia teme escandalizar aún y solo en dos textos vi la explicación de por qué Noé castiga tan severamente a Cam.
Muchas gracias por las homilías tan preciosas que nos manda todo el año. Que Dios le bendiga
ResponderEliminarEn cuantas ocasiones al venirme a la mente esa frase, que ya conocía por tí, Andrés, "Si tengo sitio en tu corazón.....", me ha hecho reaccionar acogiendo a una persona, de distintas maneras. Es una anécdota muy buena y gráfica para cuestionarnos nuestra Misericordia acerca de cómo acogemos a los demás en el día a día. Gracias. Un abrazo
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