miércoles, 11 de mayo de 2022

Domingo V de Pascua (C)

15-5-2022                              DOMINGO V DE PASCUA (C)

 Hch. 14,21b-26; Slm. 144; Ap. 21, 1-5a; Jn. 13, 31-33a.34-35

Homilía en vídeo

Queridos hermanos:

            En el día de hoy quisiera predicar dos ideas:

            - En el evangelio Jesús nos dice cuál debe ser la señal distintiva de los cristianos: el amor. Lo dice así: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros”. En un folleto que nos enviaron desde Caritas había unas interesantes ideas sobre este evangelio y que, a continuación, voy a copiar, puesto que creo que nos pueden servir en un día como hoy.

            El amor es la esencia del cristiano y de la Iglesia. San Pablo lo tiene muy claro: “Si no tengo amor, nada soy” (1 Cor. 13, 2). Puedo tener ideas bonitas, si no tengo amor, de nada me sirven las ideas. Si en la Iglesia no hay amor, de poco o nada sirven sus estructuras y teologías. Si en los cristianos no hay amor, de poco o nada sirven sus bautismos, oraciones, rosarios, actividades, compromisos… Pero no basta cualquier amor. En el amor de un cristiano, de un discípulo de Jesús no puede haber ni herejías ni deformaciones. ¿Qué se quiere decir con estas palabras: ‘deformaciones’ y ‘herejías’ del amor? Vamos a verlo:

            El individualismo es la herejía del corazón.

Pensar solo en mí, sin que me preocupen los demás, es una herejía o deformación del amor.

            Pensar solo en uno mismo, y no enterarse de los que están a nuestro lado es una herejía del amor.

            Pensar solo en la propia felicidad es olvidarnos de la felicidad de los demás. Esto es una herejía del amor.

            El poder es la herejía del corazón.

Dominar a los demás es una herejía del amor.

            Someter y esclavizar a los demás es una herejía del amor.

            Destruir a los demás para sentirse superior es una herejía del amor.

            Hacerse dueño de los demás es una herejía del amor.

            Acaparar privando a los demás de lo necesario es una herejía del amor.

            La falta de compromiso es la herejía del corazón.

            Ver las necesidades del otro y cerrar los ojos es una herejía del amor.

            Ver las necesidades de los demás y ‘dar un rodeo’ para no encontrarse con él es una herejía del amor.

            Ver que se condena al inocente y no dar la cara es una herejía del amor.

            La pobreza es la herejía del corazón.

            Que unos lo tengan todo y otros no tengan nada es una herejía del amor.

            Que unos despilfarren lo que tienen y otros se mueran de hambre a su lado es una herejía del amor.

            Que veamos la miseria de gran parte de la humanidad, viviendo en condiciones infrahumanas, y no seamos capaces de cambiar nuestros sistemas económicos es una herejía del amor.

            En definitiva, el egoísmo es la herejía del corazón.

Amar es darse. Egoísmo es solo recibir.

            Amar es pensar en los demás. El egoísmo es pensar solo en uno mismo.

            Amar es abrirnos a los demás. El egoísmo es encerrarnos en nosotros mismos.

            El amor tiene siempre como objetivo al otro, a los demás. El egoísmo tiene como objetivo encerrarse en uno mismo excluyendo a los demás; excluyendo sus ideas, sus necesidades, su vida, sus problemas, sus anhelos...

            Nuestro amor debe de tener un modelo: como Él nos ha amado, así debemos nosotros amarnos unos a otros y así debemos amar a los demás.

            - Este año, en este tiempo de Pascua, quisiera regalaros, en nombre de Cristo y de su Iglesia, el sacramento la unción de los enfermos a varios de vosotros. Quería haberlo hecho ya en las Pascuas anteriores, desde que llegué a estas parroquias, pero la pandemia lo impidió. Este año vamos a hacer posible, con este sacramento, que Jesús se acerque a los enfermos, a los que sufren, a los que se operarán próximamente, a los más ancianos…

            En este año, junto con el sacramento de la unción de los enfermos, nos acompañan las palabras de la segunda lectura, del Apocalipsis: “Esta es la morada de Dios con los hombres: acamparé entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor”.

            Asimismo, para ponernos en línea con Jesús, quiero leeros un correo electrónico que me envió hace ya unos años una amiga mía, que conocí en Alemania. Ella enfermó de cáncer y murió hace ya unos años. Su correo dice así: “Querido amigo, Padre Andrés, quiero agradecerte todo lo que has rezado y rezas por mí, por tenerme en tus oraciones. Tú no sabes cómo me sentí en la primera aplicación de la quimio. Fue algo inexplicable, sentí una fuerza enorme. Era como si estuviese rodeada de ángeles celestiales que me acompañaban en esos momentos. ¿Sabes, Andrés? Yo estoy preparada para todo lo que venga. Doy gracias a Dios de vivir cada momento y de compartirlo con mi marido, pues nos queremos mucho. Siempre, cuando rezo el Padre Nuestro y repito ‘que se haga tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo’, me queda aún más claro, ÉL es el único que sabe cómo seguirá todo. Él ha escuchado y escucha todas las suplicas mías, tuyas, de mi marido y de todos los amigos que están en cadenas de oración. A veces me pregunto: ‘¿Soy merecedora de tanto amor?’ Quiero ser buena; quiero aprovechar esta oportunidad de seguir viviendo un tiempo más, para  tratar de ser una buena cristiana y de arrepentirme cada día de todas las ofensas que le hecho a mi Señor. Estoy Feliz y contenta, pues esta situación nos ha acercado más aún a Dios. El 06.01.2010 será la segunda quimio. Ojalá resulte tan bien como esta. Tu amiga de siempre… N” (7-12-09).

            Pues con la misma disposición de fe que tenía esta persona, vamos ahora a recibir la gracia de Dios a través de este sacramento del dolor y del sufrimiento, pero para generar en nosotros esperanza y paz.

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