jueves, 2 de septiembre de 2021

Domingo XXIII del Tiempo Ordinario (B)

5-9-2021                     DOMINGO XXIII TIEMPO ORDINARIO (B)

Is. 35,4-7a; Sal. 145; Sant. 2, 1-5; Mc. 7, 31-37

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

En las lecturas de hoy se nos presenta un Dios que tiene entrañas de misericordia y que no puede pasar al lado de la gente que sufre sin conmoverse, sin hacer algo por aliviar el mal que sufren, sea del tipo que sea dicho mal.

            + En la 1ª lectura se nos dice de parte de Dios: “Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios […], viene en persona, resarcirá y os salvará. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará”.

+ En el salmo 145 leemos: “Alaba, alma mía, al Señor […] que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos del ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos…”

+ También en el evangelio de hoy se leen cosas en el mismo estilo, pero con un dato nuevo. Veréis, en todos los relatos evangélicos (Mateo, Marcos, Lucas, Juan) existen narraciones de curación por parte de Jesús, pero en Marcos tienen una particularidad: Mientras que en los otros evangelistas Jesús cura por la palabra, en Marcos cura por la palabra y, además, tocando a los que cura y sana. Así, en el evangelio de hoy, a Jesús le piden que le imponga las manos al sordomudo. Esta imposición de manos se puede hacer sin tocar el pelo o la cabeza del hombre, pero Jesús aparta al sordomudo de la gente con un gesto natural: (primer toque) agarrándolo del brazo o pasándole la mano por el hombro. Luego (segundo toque) “le metió los dedos en los oídos”. Después (tercer toque) con su propia saliva (la de Jesús) le tocó la lengua al sordomudo, seguramente a través también de los dedos.

Leíamos el domingo pasado cómo los fariseos se lavaban, a sí mismos y sus ropas, al volver de la plaza, pues no soportaban que los tocasen otros hombres y mujeres, y los contagiaran de sus pecados e impurezas. No se trataba pues, como una lectura superficial del evangelio del domingo anterior pudiera sugerir, de que los fariseos fueran muy limpios, sino que no querían ser contagiados por los que en la calle les hubieran tocado de algún modo. Los otros eran inferiores y pecadores; los fariseos eran superiores y puros. Por eso los fariseos se lavaban; para quitar todo vestigio de la basura y del pecado de los demás (¿nunca os ha tocado besar a un niño de un conocido y que el niño se ‘limpiase’ la cara de nuestro beso?). Vemos, sin embargo, cómo Jesús no se echa atrás a la hora de ser tocado y de tocar, incluso en cosas que hoy nos daría asco: a través de la saliva y en la lengua del otro. Hoy tenemos más higiene, pero entonces debía de ser todo inmundicia y porquería. ¿Por qué actuó y actúa hoy día Jesús-Dios así?

Ante la pobreza y el sufrimiento se pueden dar varias posturas:

            - La de aquellos que se encierran en su egoísmo y dicen que cada uno aguante lo suyo. “Mientras a mí y a los míos no nos toque. Si a los demás les toca… ¡mala suerte para ellos!”

            - La de aquellos que están resentidos contra todo y contra todos, incluso contra Dios. “¿Por qué me tiene que pasar a mí todo y de todo? ¿Por qué, si dicen que Dios es tan bueno y todopoderoso, no reparte el dolor un poco con otra gente, a la que todo le va bien?”

            - La de aquellos que adoptan una actitud resignada y pasiva ante el mal…, sobre todo a la hora de aconsejar a los otros: “¡Ten paciencia! Dios te recompensará en la otra vida… Estamos en un valle de lágrimas… Es que Dios te quiere mucho”.

            - La de aquellos que tienen una actitud revolucionaria y se oponen al mal de este mundo con agresividad, con manifestaciones ofensivas, con las armas, con los insultos. Para estos Jesús está de parte del pobre y se enfrenta al rico. Machaca a este para que aquel salga arriba. Así, en los Kyries de la Misa nicaragüense, famosa hace tres décadas, se cantaba algo así como: “¡Señor, Señor, mi Dios, identifícate con nosotros! ¡Cristo, Cristo Jesús, identifícate con nosotros! ¡Señor, Señor, mi Dios, solidarízate! No con la clase opresora, que oprime y devora la comunidad. Sino con el oprimido, con el pueblo amigo, que busca la paz”[1].

            Pero, ¿cuál es la postura que adopta Jesús ante el mal del mundo, ante el sufrimiento de tanta gente? Sin duda alguna, Jesús tiene una actitud revolucionaria, pero no con armas, agresividad, e insultos, sino que su revolución es la del amor. Solo el amor puede transformar de verdad las relaciones humanas, tanto externa como internamente. Jesús no suprimió de una vez por todas la enfermedad, aunque curó a muchísima gente; Jesús no suprimió de una vez por todas el hambre, aunque alimentó a miles de personas; Jesús no suprimió de una vez por todas la incultura y el analfabetismo, aunque dedicó años a instruir a la gente. Más todavía, a Judas le dice que siempre van a existir los pobres; y a todos nos advierte que la cizaña va a seguir creciendo junto al trigo inevitablemente hasta el final. Sí, hasta el final, porque el mal está en el mundo fruto del pecado de cada hombre. Y Dios quiere curar y sanar todo esto, no a base de palos, de castigos, de muertes, de epidemias…, sino a base del amor. ¿De qué sirve que estemos sanos, si no nos amamos y somos incapaces de amar? ¿De qué sirve que tengamos lo necesario para vivir o incluso más, si no nos amamos y somos incapaces de amar? ¿De qué sirve que tengamos todos una carrera universitaria y conozcamos todos los secretos del universo, si no nos amamos y somos incapaces de amar?

            Por eso, en el evangelio de hoy me fijo en los gestos concretos de amor de Jesús para con el sordomudo. Este vivía apartado de los demás; no se le hacía caso; no podía participar en la vida de los demás: ni podía escuchar, ni podía hablar, y seguramente era blanco de las bromas pesadas de los demás. Sin embargo, Jesús lo toca, intima con él, no le tiene asco. No quiere hacer un milagro a la vista de todos para “crecer” Él ante los demás, sino que lo que le importa a Jesús es únicamente el sordomudo. Todo esto son gestos de amor, y lo más importante que Jesús entregó al sordomudo, no fue la salud física, sino el amor concreto.


[1] Se puede oír la canción en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=OifGk4m3kQ0&list=PLBF8D39BFD6B172B0&index=2

No hay comentarios:

Publicar un comentario