jueves, 1 de abril de 2021

Vigilia Pascual y Domingo I de Pascua (B)

4-4-2021                                  DOMINGO I DE PASCUA (B)

Hch. 10,34a.37-43; Sal. 117; Col. 3, 1-4; Jn. 20, 1-9

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Queridos hermanos:

“VIO Y CREYÓ”

            Un año más hemos llegado a la Pascua. Cristo Jesús, el que padeció, murió y fue sepultado, HA RESUCITADO. No es que haya vuelto de nuevo a esta vida, como Lázaro, para después morir de nuevo. El que Cristo haya resucitado quiere decir que ha salido de este mundo terrenal y ha entrado para siempre en el ámbito de Dios Padre.

            En las lecturas de hoy se nos dice por parte de Pedro que a Jesús “lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo”, sino a algunos testigos. ¿Por qué solo a algunos? En el evangelio se dice de S. Juan que entró en el sepulcro vacío, que vio las vendas por el suelo y que “vio y creyó”. ¿Por qué unos ven y otros no ven, por qué unos creen y otros no creen? Esto es un gran misterio. No obstante, yo he encontrado una explicación, que es parcial, pues puede servir solo para algunos casos concretos. Mirad: apariciones de ángeles y el sepulcro vacío lo vieron, tanto los apóstoles y las mujeres que seguían a Jesús, como los soldados que custodiaban el sepulcro y los sumos sacerdotes. A aquellos, con lo que vieron, les bastó para creer; pero estos, a pesar de ver, no creyeron y simplemente se quedaron con la historia inventada por ellos mismos de que los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús por la noche para luego decir que había resucitado.

Por lo tanto, se puede ver y no creer, y se puede ver y creer:

a) Uno ve y no cree cuando no está dispuesto a abrirse a la acción maravillosa de Dios, cuando tiene tantos prejuicios que no acepta nada nuevo: nada que no entre por donde él quiere y desea. Uno ve y no cree cuando no está dispuesto a cambiar su vida y su mentalidad.

Recuerdo que, hace años y durante la Cuaresma, fui a ver la película de la Pasión de Mel Gibson. Al terminar el pase de la película todos en la sala de proyección estábamos bajo ‘shock’ por las escenas tan terribles que habíamos visto. Esto era el común denominador de todos los que estábamos en aquel lugar. También me fijé en que esto mismo había sucedido a los que salieron de la sala  con la proyección anterior. Todos salíamos impactados, pero ¿había alguna diferencia entre los que vimos la película? Sí, el ver y no creer, y el ver y creer. Me explico: A los pocos días de haber visto esta película me llamó por teléfono una madre y me dijo que había llevado a sus hijos al cine para ver esta cinta y comenzar así la celebración de la Semana Santa con una buena disposición de ánimo, pero algunos de sus hijos, después de ver la Pasión y después de asistir a los cultos en la parroquia…, se fueron la noche del Jueves Santo de juerga y volvieron el Viernes Santo a las 7,30 de la mañana a casa y el Sábado Santo parecido… Por lo tanto, me contó entonces aquella madre que iba a reunir a todos sus hijos todos a la hora de comer del Domingo de Pascua para comentarles y preguntarles de qué les servía su fe, si se seguían comportando como si nada hubieran visto, como si nada creyeran[1], ya que ella pensaba que estos días eran para vivirlos de un modo especial y no como un fin de semana más o como unas vacaciones más.

b) Uno ve y cree cuando está abierto a Dios: a lo que Él le pida, a lo que Él le ofrezca, a lo que Él le dé, a que le ame, a que le perdone... Para estar abierto no basta con decirlo y ya está. No, hay que prepararse. ¿Cómo podemos prepararnos para ver y creer? Ante todo hemos de decir que la fe (el creer) es un regalo de Dios, pero también es cierto que podemos disponer nuestro espíritu para acoger el regalo de la fe. ¿Cómo?:

1) Mediante la oración diaria;

2) rechazando en nuestra vida diaria los vicios, los defectos y los pecados;

3) haciendo lectura frecuente de cosas espirituales;

4) practicando las diversas virtudes, sobre todo en el amor a los que nos rodean.

 Quien realiza esto, tiene la disposición necesaria para reconocer el paso de Jesús por su vida, es decir, para tener la gracia inmensa de ver y poder creer.

            ¿Qué han de hacer aquellas personas que ven y creen? Veamos lo que hizo Pedro y los apóstoles: a ellos Jesús les encargó predicar la resurrección al pueblo, y añade Pedro en la primera lectura que “el testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.” Sí, cualquiera que ve y cree sabe que sus pecados están perdonados, pero también siente que sus pecados están perdonados y que empieza una nueva vida. Así os lo deseo en el día de hoy.

¡¡Felices Pascuas de Resurrección!!


[1] En una novela de J.L. Martín Descalzo sobre la Guerra civil española, hay un diálogo entre un teniente del ejército nacional y un sacerdote recién ordenado, que acaba de ser salvado de manos de los ‘ro­jos’ por el teniente. El sacerdote trata ahora de salvar a los ‘rojos’ que van a ser fusilados y, en la conversación que mantienen, el teniente le dice al sacerdote: “Usted parece creer que todas las ideologías son como la cristiana, en la que tú puedes creer en Dios y vivir como si no creyeras” (pg. 226, de la novela Lobos, perros y corderos, Ediciones Destino, colección áncora y delfín, volumen 529, Barcelona 1978).

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