13-8-2017 DOMINGO XIX TIEMPO ORDINARIO (A)
Os recuerdo que el texto de san
Pablo a los Corintios dice así: “El amor
es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no
lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la
verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”
(1ª Co 13,4-7).
(Como el 5 y el 6 no
los había explicado el otro fin de semana, lo hago éste).
5.-
Amabilidad (no obra con dureza).
“El
amor no obra con rudeza, no actúa de modo descortés, no es duro en el trato.
Sus modos, sus palabras, sus gestos, son agradables y no ásperos ni rígidos.
Detesta hacer sufrir a los demás […] Ser amable no es un estilo que un
cristiano puede elegir o rechazar […] El amor, cuando es más íntimo y profundo,
tanto más exige el (1)
respeto de la libertad y la (2) capacidad de esperar que el otro abra la
puerta de su corazón” (n. 99). La amabilidad en el amor “no es posible cuando reina un pesimismo que
destaca defectos y errores ajenos, quizás para compensar los propios complejos.
Una (3) mirada amable permite que no
nos detengamos tanto en sus límites, y así podamos tolerarlo y unirnos en un
proyecto común, aunque seamos diferentes [….] Una persona antisocial cree que
los demás existen para satisfacer sus necesidades, y que, cuando lo hacen, sólo
cumplen con su deber. Por lo tanto, no hay lugar para la amabilidad del amor y
su lenguaje. El que ama es capaz de decir (4) palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan,
que estimulan. Veamos, por ejemplo, algunas palabras que decía Jesús a las
personas: ‘¡Ánimo hijo!’ (Mt 9,2). ‘¡Qué grande es tu fe!’ (Mt 15,28).
‘¡Levántate!’ (Mc 5,41). ‘Vete en paz’ (Lc 7,50). ‘No tengáis miedo’ (Mt
14,27). No son palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que
desprecian. En la familia hay que aprender este lenguaje amable de Jesús”
(n. 100).
6.-
No busca su propio interés.
“Santo
Tomás de Aquino ha explicado que ‘pertenece más a la caridad querer amar que
querer ser amado’”
(n. 102).
7.-
No se irrita (sin violencia interior).
“Si
la primera expresión del himno nos invitaba a la paciencia que evita reaccionar
bruscamente ante las debilidades o errores de los demás, ahora aparece otra
palabra, que se refiere a una reacción interior de indignación provocada por
algo externo. Se trata de una violencia interna, de una irritación no
manifiesta que nos coloca a la defensiva ante los otros, como si fueran
enemigos molestos que hay que evitar. Alimentar esa agresividad íntima no sirve
para nada. Sólo nos enferma y termina aislándonos. La indignación es sana
cuando nos lleva a reaccionar ante una grave injusticia, pero es dañina cuando
tiende a impregnar todas nuestras actitudes ante los otros” (n. 103).
“Los
cristianos no podemos ignorar la constante invitación de la Palabra de Dios a
no alimentar la ira: ‘No te dejes vencer por el mal’ (Rm 12,21). ‘No nos
cansemos de hacer el bien’ (Ga 6,9). Una cosa es sentir la fuerza de la
agresividad que brota y otra es consentirla, dejar que se convierta en una
actitud permanente: ‘Si os indignáis, no llegareis a pecar; que la puesta del
sol no os sorprenda en vuestro enojo’ (Ef 4,26) […] Si tenemos que luchar
contra un mal, hagámoslo, pero siempre digamos ‘no’ a la violencia interior” (n. 104).
8.-
No lleva cuentas del mal (perdón).
Lo contrario de llevar cuentas del
mal y de ser rencoroso “es el perdón[1], un
perdón que se fundamenta en una actitud positiva, que intenta comprender la
debilidad ajena y trata de buscarle excusas a la otra persona” (n. 105). “Cuando hemos sido ofendidos o
desilusionados, el perdón es posible y deseable, pero nadie dice que sea fácil
[…] El egoísmo, el desacuerdo, las tensiones, los conflictos atacan con
violencia y a veces hieren mortalmente la propia comunión: de aquí las
múltiples y variadas formas de división en la vida familiar” (n. 106).
“Para poder perdonar necesitamos pasar por
la experiencia liberadora de comprendernos y perdonarnos a nosotros mismos.
Tantas veces nuestros errores, o la mirada crítica de las personas que amamos,
nos han llevado a perder el cariño hacia nosotros mismos. Eso hace que
terminemos guardándonos de los otros, escapando del afecto, llenándonos de
temores en las relaciones interpersonales. Entonces, poder culpar a otros se
convierte en un falso alivio. Hace falta orar con la propia historia, aceptarse
a sí mismo, saber convivir con las propias limitaciones, e incluso perdonarse,
para poder tener esa misma actitud con los demás” (n. 107).
[1] Cursillo prematrimonial de
Laurentino.
Buenos días .... como siempre impecables tus palabras ... no fui rencorosa nunca .. siempre que alguien me ofendio o lastimo perdono ...no por ser buena o porque no me importe ..sino porque creo y estoy segura que si guardo ese dolor dentro mi alma no estará libre ... en cambio si pienso que esa persona me lastimo u ofendió lo dejjo salir ....es como si lo borrara ...reflexionó el porque lo ha echo ..si yo le perjudique en algo .en algún momento .. y sigo adelante porque crecí con la enseñanza que el que no perdona tiene sucia su alma ... sino se perdona no se puede amar como Dios nos manda .....
ResponderEliminarMuchas veces mi actitud sorprende a muchos y me creen débil o media bolida ....pero yo estoy en paz sabiendo que no hay rencores dentro mío ,...
gracias Andrés por tu homilia les deseo a todos un bello fin de semana
Es tan difícil no sentir rabia y a veces hasta odio,cuando alguien nos hiere en lo más profundo.Yo soy, de las que de primeras me enfado aunque calle y no diga ni pío, pero me pasa enseguida,no soy capaz de guardar resentimiento al contrario, después le doy mil vueltas a las cosas y pienso que quizás fue mía la culpa.Y desde luego no me cuesta trabajo pedir perdón. Además me da consuelo y alegría pedirlo,me parece que Jesús está feliz.Pero de primeras salto con enfado y después reflexiono,eso no es bueno,me gustaría no enfocar así las cosa.Ay el amor,cuando hay amor de verdad,no nos alteramos,comprendemos, callamos y no nos parece mal. Me pasa con mis hijos y mis nietos,ese amor es tan grande que nos da aguante,lucha,bondad, alegría y también tristeza,pero no la criticamos,apoyamos.Le pido al Señor fuerza para sobreponerme a estas actitudes por mí temperamento,y aptitudes para ser hábil para lograrlo.Un abrazo y que Dios nos bendiga.
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ResponderEliminarESTE TEXTO, DE SAN PABLO,QUE TANTAS VECES SE RECURRE A ÉL, EN LAS LECTURAS DE LAS BODAS,"ES PRECIOSO,Y COMPLETO".ES UNA DEFINICIÓN, MÁS QUE DE DICCIONARIO.SAN PABLO,USA UNA DEFINICIÓN TEOLÓGICA, NO LINGÜÍSTICA.
PERO: ¿ SE PARECE EN ALGO A ESE AMOR, EL QUE CADA UNO DE NOSOTROS ENTENDEMOS, COMO TAL,
SEA A LOS HIJOS, A LOS PADRES, A LA PAREJA, A LA NATURALEZA...O EL QUE PONEMOS EN PÁCTICA DIARIAMENTE?
TOMEMOS,COMO REFERNCIA EL ANTERIOR TEXTO DE SAN PABLO, Y PROCUREMOS ACERCARNOS, E ÉL, LO MÁS POSIBLE.
QUE DIOS NOS LO HAGA VER , Y SENTIR ASI!!!!