21-6-2015 DOMINGO XII TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía en vídeo. HAY QUE PINCHAR EN EL ENLACE ANTERIOR PARA VER EL VIDEO.
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Hay
una frase del evangelio de hoy que me llamó la atención. Dijo Jesús a los
apóstoles que iban en la barca: “¿Por qué
sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis
fe?”
Pues
bien, en el día de hoy quisiera hablaros
de la cobardía. ¿Os consideráis cobardes ante los demás o ante algunas
situaciones o cosas? ¿Os consideran los demás cobardes?
¿Cómo
podemos definir la cobardía? Una de las muchas definiciones que podemos dar es
ésta: La cobardía consiste en saber lo que es justo y no hacerlo. El cobarde no
es el que ignora lo que es justo, sino el que, sabiéndolo, no lo realiza. Al
cobarde le cuesta tomar
una decisión por sí mismo. El cobarde es alguien que se escuda detrás de otros,
que habla, acusa a otro sin que aquel esté presente. Se avergüenza de que lo
descubran y nunca asume su responsabilidad. Es muy arrogante y agresivo cuando
está en grupo o con otros que le apoyan. Pero el cobarde es muy tímido y débil
para hablar con alguien frente a frente.
A continuación
escribiré algunas frases de gente conocida sobre la cobardía:
“Los cobardes mueren muchas veces antes de su
verdadera muerte; los valientes prueban la muerte sólo una vez”, William Shakespeare.
“El cobarde sólo amenaza cuando está a salvo”, Michel de Montaigne (Escritor y filósofo francés) y Goethe (Poeta y dramaturgo alemán).
“Retroceder ante el peligro da por resultado cierto
aumentarlo”, Gustave Le Bon (Psicólogo francés).
“Sólo los cobardes son valientes con sus mujeres”, José Hernández (periodista y poeta argentino).
“La cobardía es la madre de la crueldad”, Michel de Montaigne (escritor y filósofo francés).
- Son pocos los cristianos
que hoy consideran la cobardía un pecado. Entre otras razones, esto es porque
nos parece que es un asunto personal, que tiene que ver más con el carácter y
forma de ser de ciertas personas. Ni siquiera nos planteamos que tenga que ver
con la relación con Dios o que haga daño al prójimo. La cobardía tiene una
connotación más social que religiosa. Incluso le ponemos otros nombres para
endulzar esta manera de ser, como diplomacia, astucia o razón.
Hay dos
textos bíblicos[1]
que nos ayudarán a entender este pecado. El primero tiene que ver con Abraham, conocido
por su fidelidad a Dios, hasta tal punto que está dispuesto a sacrificar a su
hijo por obediencia a la voz de Dios (Gn. 22). Pero una historia menos conocida
de Abraham es la que encontramos en Génesis 12,10-20, donde le pide a su mujer
Sara que mienta a los egipcios diciendo que es su hermana —por miedo a que le
maten.
El segundo
relato de este pecado de la cobardía lo encontramos en Mateo 25,18: “En cambio, en el que había
recibido un talento, tomó el dinero del amo, hizo un hoyo en el suelo y lo
enterró”. La continuación de la historia nos muestra la severidad de Jesús
ante la actitud de este hombre que no usó el talento que Dios le había dado.
Estos dos
relatos tienen un denominador común, el miedo: es, al imaginar lo que le podía
ocurrir, que Abraham tiene miedo y este miedo a lo imaginado le lleva a la mentira.
El hombre que recibió un talento también se imaginó que no sería capaz de usar
bien su talento, por lo que su miedo a lo imaginado le conduce a enterrar el
don recibido. Estas dos historias aunque
diferentes nos hacen ver dos formas de enfrentar el pecado de la cobardía: la
mentira o la retirada. Ambas son dos caras de una misma realidad. En el
caso de Abraham ante el peligro, su cobardía le lleva a protegerse de lo
desconocido con la mentira y en el caso del hombre que recibió un talento, para
protegerse de su cobardía huye de su responsabilidad enterrando su talento.
El miedo se ha conocido en todos los
tiempos y culturas. El miedo es el sentimiento que aparece cuando se prevé una
amenaza y puede deberse a causas externa o internas. Hay miedo al cambio, a equivocarse, temor a lo desconocido, a la
soledad, a la crítica, a la hostilidad, al engaño, a no estar a la altura de lo
esperado, a no cumplir con su deber, a la traición, al castigo después de una
equivocación. “Tuve miedo porque estaba
desnudo y me escondí” (Gn. 3,10). Este miedo es el resultado del pecado de
la cobardía.
Las
personas con este pecado arraigado, ante el miedo a lo desconocido, usan
corazas y armaduras que se llaman ‘mentira, evasión, ambigüedad’,
para defenderse del peligro que les acecha. El pecado de la cobardía hace a las
personas prudentes, temerosas, desconfiadas e inseguras y muchas veces
incapaces de tomar decisiones, porque necesitan informaciones correctas
continuamente para no equivocarse y postergan las decisiones de forma infinita.
Todo cambio les asusta, por lo que este pecado distorsiona toda su manera de
acerarse a lo que ocurre ya que el mundo se percibe como una amenaza para su
supervivencia.
- La
persona con el pecado arraigado de la cobardía empieza el proceso de la liberación de su pecado cuando se da cuenta de
todas sus potencialidades, de todo aquello que tiene bueno, lo cual es como
quitar la venda de los ojos a una persona. Esta fuerza lleva nombres como valentía, tomar riesgos, recursos ilimitados para actuar,
etc.
Hay un
libro de autoayuda que se titula ‘el caballero de la armadura oxidada’. En una
conversación que tiene este caballero con el mago Merlín le pregunta: ‘¿Cuándo
podré salir de esta armadura?’ Merlín responde: ‘¡Paciencia! Habéis llevado
esta armadura durante mucho tiempo. No podéis salir de ella así como así’. En
efecto, una vez vislumbrada la fuerza innata que se lleva dentro, se necesita la gracia de Dios para actuar.
Es una realidad que, cuando una persona cobarde es tocada por la gracia divina,
se convierte, no sólo en una persona que confía en que Dios proveerá, sino que
también en una persona fiel a Dios y fiel en sus compromisos con aquellos que
le rodean. La lealtad se convierte en una manera de vivir. El cumplir la
palabra dada, la constancia en el compromiso es la fuerza de un cobarde
transformado por la acción de Dios. Se puede confiar en un cobarde
transformado.
La tentación del pecado de la cobardía nos acompañará a lo largo
de toda la vida. Por eso debemos recordar diariamente que la transformación no se
produce por casualidad. Se necesita la
gracia divina y también la voluntad de arriesgarse, de contar con lo
imprevisible, contar con no saber lo que acontecerá. Pues no puede haber
trasformación sin riesgos.
[1] Se podrían poner más textos bíblicos sobre la cobardía: “Cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré
delante de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 10, 33). “Pero los cobardes e
incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los
idolatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego
y azufre, que es la muerte segunda” (Ap. 21,8).
Esta homilia ami personalmente me da mucho que pensar,y al meditar tantas y tantas cosas como nos dice el PADRE ANDRÉS yo tambien en alguna ocasion fui cobarde
ResponderEliminarPara defender ami SEÑOR sobretodo si le echan la culpa de las cosas malas que a veces pasan siempre trato de defenderlo en la medida que puedo ,es verdad que igual tendria que ser mas y acabo callando con lo cual esto sera cobardia ,no se ,y ante una injusticia creo no me callaré
Tambien quiero mencionar ,cuando hay alguien que ofende a una persona y esta no esta presente ,yo mi cobardia es la siguiente trato de quitar importancia pero nada mas por el miedo a crear una enemistad .Por eso necesito y mucho de la gracia DIVINA ,pero confio en que JESÚS me ayudará .Ojalá que asi sea .Que él SEÑOR nos bendiga a todos.
La cobardía está muy presente en nosotros,cuantas veces callamos para no exponernos a lo que pensaran ,y lo que dirán,pero yo pienso que no es fácil,¿por qué?,pues para no enemistarte con la gente,cuantas veces digo si,aunque no lo vea de esa manera,no quiero que no me hable la gente,por su manera de pensar.Lo que si tengo claro es que digo ,cada vez creo más fuertemente en Dios,y me hace feliz.Ayer tuve una cena,y salió el tema de la iglesia,la mayoría pasaban de todo,y les dije muy claro,pues yo creo y cada vez más.Don Andrés,somos cobardes,pero como hacemos?,lo primero me dirá,decir lo que pensamos,no decir mentiras piadosas, ser humildes, saber decir las cosas,y dar ejemplo de lo que hablamos.Que más da que yo diga creo en Dios,si después no soy cercana y buena.Bueno espero no ser cobarde sobre todo en las cosas de Dios.En cada homilía que nos pone Padre,yo saco pecados,menos mal que el Señor me saca del pozo continuamente,e intentaré ir reduciéndolos.Un abrazo hermanos del Blog,y que el Señor tenga paciencia y nos ayude.
ResponderEliminar“Cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 10, 33).
ResponderEliminarEstas palabras de Jesús siempre me alertaron...y animaron a estar atenta.Tenemos tantas oportunidades de apoyarle y tantas al cabo del día de negarle. Mi Esperanza es saber y creer firmemente que "Su Gracia me basta". Y ésta puede con todos mis miedos.
Buena semana.
Gracias D. Andrés por la homilía de hoy, que me ha ayudado mucho a pensar sobre este tema que considero de suma importancia. Saber lo que es justo y realizarlo. El miedo es humano. Todos lo sentimos a lo largo de la vida en mayor o menor medida: miedo a ser rechazados por los demás; situaciones en que tendríamos que haber dado la talla como personas o como cristianos, que a lo mejor eran difíciles, pero que habrían contribuido a enderezar la trayectoria de nuestras vidas o de las de otros por un camino de verdad y justicia. Pidamos mucho a Dios para que nos conceda el don de la fortaleza.
ResponderEliminarAyer domingo,tras marcharse los hijos y nietos quedé agotada. Me fui “a la otra orilla”, tal como indica Jesús a sus discípulos en el evangelio de hoy. La otra orilla, era para mí en esos momentos, ver las noticias y última novedades del día, desde internet. Reconozco que la situación que vive España (el mundo) en estos momentos me supone de todo menos tranquilidad; más bien, desasosiego, inseguridad….miedos. Sí, me siento cobarde ante el presente y sobre todo ante lo que se atisba en un futuro inmediato. Algunas noticias que me llegaron al correo fueron:
ResponderEliminar-OMS: La «salud sexual» supone que los gobiernos deben proporcionar el aborto y el cambio de sexo…emitió un informe que dice a todos los países que eliminen las restricciones al aborto (incluso para adolescentes), que ofrezcan las cirugías de reasignación de sexo y supriman los límites penales a conductas como las relaciones sexuales extramatrimoniales, la prostitución y el comportamiento homosexual. (ciencia)
-¿quieres colaborar con 2, 3 ó 4 euros, para evitar la caza y extinción de los Elefantes? (ecologistas)
-La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, quiere que la fiesta del Orgullo Gay sea para Madrid como la celebración de San Isidro, patrón de la ciudad.( elmundo)...
Me parecía todo ajeno a mí.Pensé, ¿es ésta la España donde quise, quisimos, formar una familia cristiana y feliz? ¿Dónde están los valores humanos? ¿Dónde la Tierra de María y los valores cristianos que la distinguieron? Sentí inseguridad y miedo ante el futuro que espera a mis nietos.
Y como me apetecía empezar a leer la última Encíclica del Papa Francisco: «Laudato si’, mi’ Signore », lo hice por la tarde-noche... Fue maravillosa la respuesta que recibí a mis miedos. Las palabras de Jesús a Job (1ª lectura) resonaron en mi interior dirigidas a mí: “El Señor habló a Job desde la tormenta”: la barca de la Iglesia, la barca de mi vida, navega entre noticias poco gratificantes en casi todos los sentidos, y las primeras palabras de Francisco me llenaron de Esperanza y deseos de alabar a Dios y descansar en el abandono a Su Providencia que cuida siempre de nosotros. De todos nosotros. Como hizo con sus discípulos. Así comienza la encíclica:
«Laudato si’, mi’ Signore » – « Alabado seas, mi Señor », cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: « Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba».
El antídoto del miedo es la confianza; así lo percibí yo.
Interesante lectura y reflexión para el verano, la que nos propone el Papa Francisco.
Buena semana amigos.