14-6-2015 DOMINGO XI TIEMPO ORDINARIO (B)
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Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
El
evangelio de hoy nos habla del Reino de Dios. Si miramos con atención todo el
evangelio, nos damos cuenta que en muchas ocasiones Jesús nos hablaba de un
Reino, el de Dios. ¿En qué consiste ese Reino? ¿Cómo es? ¿Dónde está? ¿Cómo se
llega a él? ¿Cómo se entra en él? ¿Podemos entrar todos o sólo algunos? Para
Jesús era tan importante el Reino de Dios que incluso lo puso en una de las peticiones
del Padre nuestro: “Venga a nosotros tu
Reino” (Mt. 6, 10).
Jesús
no vino a enseñarnos una nueva religión. No vino a darnos nuevas normas, ni
nuevas leyes morales. Entonces, ¿a qué vino? Vino a darnos el Reino de Dios.
Pero, ¿qué es este Reino? El Reino de
Dios es Dios mismo que viene y se quiere hospedar en nuestra casa, en nuestros
pueblos, en nuestras ciudades, en nuestros trabajos, en nuestras familias, en
nuestro corazón.
Ésta es la gran noticia de Jesús: ¡¡Dios
está entre nosotros!! Que el Espíritu Santo nos conceda despejar las
oscuridades que nos impiden ver el paso de Dios a nuestro lado. El sábado
pasado llegaba de celebrar la Misa en la parroquia de Campos y Salave a Tapia
de Casariego. Al entrar en la iglesia de Tapia para preparar todo para la Misa
me fijé que delante del altar de la Virgen del Carmen había un chico rubio,
delgado y alto. Estaba arrodillado mirando para el altar. Estaba descalzo. Al
verme entrar y andar por el presbiterio me llamó y me dijo (en inglés) que era
un hermano franciscano de Lituania. Me enseñó unas sandalias completamente
rotas y me pidió que si podía darle algo de calzado. Miré lo que tenía en casa
y le ayudé. Luego, antes de la Misa me pidió la bendición. Estuvo en la Misa,
en la que no entendía nada. Sólo hablaba inglés. Asistió, sin embargo, con gran
devoción a la misma. Al terminar, se vino a despedir y ya se marchó. Al día
siguiente pensé que, con las prisas (mis prisas del día), ni siquiera se me
ocurrió ofrecerle comida o una ducha. Sí, ese domingo por la mañana, al ir a
pasear, me acordé de él y de mi falta de hospitalidad, pero lo viví con paz.
Ese hermano franciscano dejó paz en mi corazón y confío que también su paso por
estas parroquias haya servido para que Dios las bendijese. Cuando un hombre tiene la paz de Dios, allá por donde va transmite esa
paz de Dios. Y eso es el Reino de Dios.
Por
lo tanto, el Reino de Dios no es un lugar, sino una persona que nos trae paz, o
una persona a la que ayudamos y eso hace que el Reino de Dios se haga presente.
El Reino de Dios es un regalo de Dios, pero
al mismo tiempo es una tarea nuestra. Sí, el Reino de Dios tiene esta doble
vertiente: 1) don-regalo de Dios y 2) esfuerzo-trabajo nuestro. 1) Es don y
regalo de Dios. Por eso, Jesús en el Padre nuestro nos enseña a pedir a Dios
que nos lo envíe: “Venga a nosotros tu
Reino”. 2) Pero al mismo tiempo debemos esforzarnos en entrar en ese Reino
y a la vez debemos esforzarnos en dar ese Reino a los demás. Como ese hermano
franciscano de Lituania. Para él era más cómodo quedarse en su país, en su
convento. No dormir por ahí, no pasar hambre ni frío. No andar descalzo, pero
Dios le trajo hasta nosotros. ¿Para qué? Pues si su viaje sólo sirvió para dar
un poco de paz a un párroco en Asturias y para hacerle pensar, ya mereció la
pena. Al menos, para mí.
Vamos a
expresar un poco mejor estas dos ideas (regalo y esfuerzo) con un sueño: “Un joven soñó que entraba en un
supermercado recién inaugurado y, para su sorpresa, descubrió que Jesucristo se
encontraba detrás del mostrador. ‘¿Qué vendéis aquí?, -le preguntó. ‘Todo lo
que tu corazón desee’, respondió Jesucristo. Sin atreverse a creer lo que
estaba oyendo, el joven emocionado se decidió a pedir lo mejor que un ser
humano puede desear: ‘Quiero tener amor, felicidad, sabiduría, paz de espíritu
y ausencia de todo temor. Deseo que en el mundo se acaben las guerras, el
terrorismo, el narcotráfico, las injusticias sociales, la corrupción y las
violaciones de los derechos humanos’. Cuando el joven terminó de hablar,
Jesucristo le dice: ‘Amigo, creo que no me has entendido. Aquí no vendemos
frutos; solamente vendemos semillas’”.
En
efecto, Dios viene a nosotros cuando nos trae las semillas del amor, de la
felicidad, de la sabiduría, de la paz, de la ausencia de miedos, del final de
las guerras, de las injusticias sociales, de la corrupción y de las violaciones
de los derechos humanos. Pero somos nosotros mismos, los cristianos y todos los
hombres de buena voluntad, quienes hemos de acoger esas semillas que Dios nos
da y plantarlas en nuestras casas, en nuestras familias, en nuestros pueblos,
en nuestras ciudades, en nuestras naciones, en nuestros corazones. Y entonces
pasará lo que nos dice el evangelio de hoy:
“El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla
en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la
semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto:
primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas”.
¿Cuál son las características de este Reino
de Dios? Nos las dice Jesús en el
llamado ‘Sermón de la montaña’ (Mt. 5-7). Aquí se establecen cuáles son
los nuevos valores de este Reino: humildad, desprendimiento, mansedumbre,
pureza, misericordia, sufrimiento, persecución, abandono en las manos de la
Providencia divina.
Precisamente
durante toda esta semana hemos estado leyendo en el evangelio el Sermón de la
Montaña y lo seguiremos haciendo durante dos semanas más. Os aconsejo que leáis
de corrido estos tres capítulos del evangelio de san Mateo (5, 6 y 7), y
meditéis en vuestra oración personal sobre lo que Jesús aquí nos dice. Así
sabremos más y mejor cómo es ese Reino que nos anuncia y que tenemos que hacer
para que crezca en nosotros y entre nosotros.
No tengo palabras para expresar,lo que siento con estás palabras de la homilía de hoy,que hermosas y tiernas.Lo del super me encantó,os imagináis a Jesús vendiendonos detrás de un mostrador la semilla de la paz,del amor,y de la humildad,y que nosotros seamos los sembradores,primero en nuestro hogar,con cariño,paciencia,después con nuestros vecinos, y también con los más necesitados,aunque algunas veces caigas mal porqué das la cara,pero Dios está con nosotros y Él, te da fuerza para todo.Que mundo tan diferente tendríamos ,si siguiesemos su camino.Jesús me llenas de paz y de alegría,bendito seas por siempre .Señor.Un abrazo hermanos y que se nos note que somos sembradores .
ResponderEliminarEs cierto: Aunque PIDAMOS, dentro de la propia Eucaristía, todo eso que vamos buscando, al Jesús " DEPENDIENTE " SE LO PEDIMOS Y , COMO TÚ DICES,TODO ESTÁ EN NUESTRAS MANOS, SIEMPRE CON SU AYUDA.-GRACIAS.- J.R
ResponderEliminarLa homilia del REINO de DIOS... preciosa me emocionó .Lo primero que saco, efectivamente es que el REINO DE DIOS del que tanto jesús nos habló es el mejor regalo de DIOS y si nos damos cuenta podemos tenerlo presnte entantas cosa ,claro que tenemos que esforzarnos para conseguirlo y verlo
ResponderEliminarLe pido alSEÑOR que esa semilla nazca en nuestros corazones ,la paz ,humildad ,alegria hacer elbien la ausencia de miedos ,como nos dice ÉL PADRE ANDRÉS,en estos momentos tan metida en la homilia me siento tan feliz que ojalá pueda yo transmitir todo lo que siento a los demas enel dia a dia.
Os deseo a todos que sitáis la paz del Señor
Amen ! Hermosas palabras ..... Pido al Señor ponga esa semilla en mi y así pueda con ella llegar a mis hermanos ... Dando lo mejor de mi ...
ResponderEliminarDifícil tarea la d la semilla pero con estas excelentes reflexiones, seguro q intentaremos q crezca alguna!!!! Que Dios nos dé fuerza para conseguirlo!!!.Buen domingo!!!!!
ResponderEliminarEs preciosa la homilía que nos habla de este reino maravilloso, en el cual, Dios lo es todo en todos.
ResponderEliminarPienso yo que, este reino, lo estamos deseando ardientemente en nuestro corazón; ese reino de "amor y justicia, de dicha y de paz" que nos ayude a encontrar el sosiego y el descanso.
Ese Reino, el Señor lo ha puesto al alcance de todos, ya que El, desea ser el único Rey y Señor de todo y de todos.
En efecto, El siembra la semilla, esa que es mas pequeñita que un grano de mostaza,y que pasa inadvertida; pero que de mi depende que llegue a ser, ese árbol grande y frondoso, el cual no pase inadvertido en mi jardín. Hace muchos años me dieron la fórmula para conseguir que esa semilla llegue a dar el fruto apetecido. Tiempo ante el sagrario, tiempo de adoración, tiempo de estar con Jesús escuchándole, contándole mis incapacidades, mis temores, mis idolatrías mis sufrimientos y alegrías, mis deseos; y ante todo estar espectante para que su palabra no pase inadvertida y de largo; y así, sin darme cuenta, día a día, esa semilla va creciendo y creciendo, y llega el momento en que te das cuenta de que comienza a dar pequeños frutos, si pequeños, pero que quizás en un momento determinado sirven para calmar el hambre y la sed de algún "necesitado".
En definitiva, el reino de Dios está dentro de mi, y da esos humildes frutos cuando ese Espíritu que reina en mi interior, me hace capaz de perdonar y amar a aquellas personas que me causan sufrimientos, poder acercarme a ellas, y tomando su mano tratar de transmitirle que no existe rencor alguno, y sí, deseo de ayudarles; cuando prevalece la necesidad del otro, y por amor hago algo que otro desea o necesita, o simplemente le agrada.
Quiero añadir que, el Señor, si yo le dejo, va transformando mi corazón, y haciéndose un hueco, un trono en el cual se sienta y reina; eso sí, lo hace con tal delicadeza, con tanta suavidad, que yo al menos no soy consciente, hasta que noto que algunos frutos salen de este arbolito, y que yo reconozco que no son cosa mía; Alguien los hace posibles, y lo que sale es un profundo agradecimiento, y ser consciente de que el Reino de Dios, está en mi, al menos en ese momento.
Que Dios te bendiga siempre Andrés.
Muchas gracias por vuestros comentarios.
BENDITO SEA DIOS
Me ha emocionado y motivado muchísimo esta homilía; con estos elementos profundizo mejor lo que es el Reino de Dios en mi; claro que es muy exigente, me pide actitudes de HUMILDAD, DESPRENDIMIENTO, MISERICORDIA Y ABANDONO EN LAS MANOS DE DIOS. Para ello necesito ir al supermercado de Jesucristo y conseguir las semillas, o mejor, las semillas ya me las ha dado Él, pero tengo que trabajarlas para que crezcan y den fruto si Él quiere y así su Reino no solo ESTE EN MI, sino en los que me rodean.
ResponderEliminarGracias Andrés por las palabras profundas que Dios pone en tus labios que nos hacen mucho bien.
Perdona que hace mucho que no pongo comentarios. Que Dios te siga Bendiciendo.