martes, 14 de octubre de 2025

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario (C)

19-10-2025                 DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO (C)

                                                        Ex. 17, 8-13; Slm. 120; 2 Tim. 3, 14-4, 2; Lc. 18, 1-8

Queridos hermanos:

            En este día celebramos la jornada del Domund, en donde la Iglesia nos recuerda que la fe en Jesús ha de ser transmitida, tal y como él nos mandó al ascender al Cielo: “Id, y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado (Mt. 28, 19-20). Todos los miembros de la Iglesia tenemos esta tarea. De modo especial este mandato de Jesús lo están haciendo a tiempo completo los misioneros, que dejan sus casas, sus familias, sus planes… para irse muy lejos, a otros países a predicar el Evangelio de Jesús. Hoy Jesús y su Iglesia quieren que recordemos esta encomienda que nos da a todos, que oremos especialmente por los misioneros y que les ayudemos con nuestras ofrendas. En la homilía de hoy quisiera presentaros a tres de estos misioneros y que escuchemos lo que nos tienen que decir:

 

         1) Almudena Ríos, misionera en Bunda-Tanzania. Esta misionera madrileña se encuentra como pez en el agua en una diócesis tanzana, a orillas del Lago Victoria. “La verdad es que desde pequeñita yo sí decía que quería irme a África. Creo que lo de misionera tampoco sabía lo que era, pero quería irme a África. Lo primero que recuerdo al llegar a Tanzania es el calor, el bochorno. Allí te despojas de la tecnología, te pones en contacto de tú a tú con la gente. Hay muchos problemas de malnutrición. La comida base allí se llama ‘ugali’, que es una masa de harina cocida que sacia y llena muchísimo. Pero faltan proteínas, faltan vitaminas. En cuanto a la realidad de la evangelización allí en Bunda-Tanzania. Celebramos, en el 2021, 125 años de la llegada de los primeros misioneros a la diócesis. Hace falta una evangelización de arraigar bien la fe, porque está un poco cogida con alfileres. Cuando el obispo va a las visitas pastorales en una parroquia, mínimo hay 400 personas para la confirmación, que incluso tuvo que poner un límite de que no le pusiesen más de 250 personas por día. Hubo un día que tuvo 700. Ese día creí que nos iba a dar algo. Y bueno, es que hay niños, hay muchísimos.

En Tanzania hay 123 tribus reconocidas. Cada tribu es un mundo, tiene su cultura, su costumbre. Por ejemplo, la tribu Kara es monógama. Eso para el tema de la evangelización ayuda mucho. Mientras que en la parte continental, la tribu predominante son las tribus Jita y Sukuma, que son tribus polígamas. Ahí arraiga mejor el Islam y sectas protestantes que son un poco más laxas. Entonces, a la hora de evangelizar, tienes que tener en cuenta que sí, este es tanzano, pero ¿de qué tribu? Porque si es de tradición ancestral, lo que está bien visto es la poligamia, y meter aquí el catolicismo es muy complicado. Y puedes tener gente en la parroquia que a lo mejor es el director del consejo pastoral, pero no está bautizado. ¿Por qué? Porque es polígamo. A nivel pastoral es un reto.

¿Cómo lo lleva mi familia? Se lo tendrías que preguntar a ellos, porque hay veces que la procesión puede ir por dentro. A nivel externo y cuando hablamos yo les veo bien. Porque a mí me ven bien. A ver, los padres son siempre los padres, aunque tengas 50 años. La preocupación es normal, porque estoy muy lejos. Las condiciones de vida de allí no son las de aquí, pero creo que están contentos, sobre todo porque a mí me ven contenta”.

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         2) Rosa y Eduardo (misioneros en Puerto Rico) se conocieron en unas misiones de juventud que se hacían en el norte de España y, cuando se casaron, ambos reconocieron que Dios les llamaba a la misión ad gentes, pero no sabían cómo se podía concretar esa llamada. Su primer año de casados lo pasaron en Londres por trabajo, y allí les hablaron de que existían las familias misioneras, y para ellos fue como poner nombre y apellido al anhelo que tenían en su corazón. Entonces con un bebé en camino, decidieron irse a la India como familia misionera. “Yo recuerdo el temor de todo el mundo, de que me fuera embarazada a la India”, cuenta Rosa Lobo. “Pero realmente Dios quería que tuviéramos esa experiencia de familia, no solo de dos jóvenes, porque ya con un bebé la cosa cambia”. Eduardo explica lo que significó para ellos este año en el país asiático. “Para nosotros la India fue absolutamente clave, porque descubrimos lo que era una familia misionera”, afirma. “Descubrimos la fecundidad de lo que Dios puede hacer a través de ella”. Aunque su deseo era quedarse allí, no pudieron y tuvieron que regresar a España, pero ya con el convencimiento de su vocación ad gentes. Tras años de búsqueda, al final se marcharon a Costa Rica. Allí, junto con sus siete hijos, han iniciado una nueva realidad misionera que se llama Ignis Mundi (Fuego del Mundo), a la que se han ido sumando otras seis familias –y esperan llegar a 20-.

Ignis Mundi es definido por Rosa como “una familia de familias que quiere llegar a los más alejados de la Iglesia”. Ignis Mundi se encarna en el barrio de Los Guido, en la periferia de San José, la capital de Puerto Rico. Allí se hacinan 33.000 personas en 10 kilómetros cuadrados, en un asentamiento con muy pocas infraestructuras. Los problemas principales son el consumo de drogas, la desestructuración familiar, el abuso sexual –con un 60-70% de mujeres que lo han sufrido–, una alta tasa de suicidio… Y todo esto no se arregla solo con bienes materiales: la única solución que ven Rosa y Eduardo es anunciarles el amor de Dios, la Buena Noticia. “Lo que pasa es que esas personas, en situaciones de verdadera vulnerabilidad, no van a poder conocer el amor si no viene acompañado de una serie de acciones, herramientas y oportunidades. Ahí es donde nosotros tratamos de acompañar ese anuncio con todo tipo de acciones, más desde el punto de vista humano: apoyo psicológico y de salud, emprendimiento, deporte…”, explica Eduardo. Y a partir de ahí, ir estableciendo vínculos en la cotidianidad de la vida familiar, ir enseñando una nueva forma de relacionarse, vestirse, decorar la casa… hasta que muchos de ellos, finalmente, quieren ser cristianos como ellos y piden el bautismo, y comienzan con ellos un catecumenado de adultos. El protagonismo de los niños en la misión es absoluto, no son un añadido a los matrimonios, sino que ellos también hacen misión en su día a día: van a la misma escuela del barrio, juegan al fútbol, se hacen amigos, les invitan a casa… “Se da una dinámica muy natural”, afirma Eduardo. “Una buena parte de nuestra misión es transmitir el amor de Dios a través de la irradiación: cuando parece que nada pasa, todo se transforma por irradiación”. En el contacto con ellos, los más alejados entienden lo que significa ser padre, amar a los hijos, no pegarles… “Una persona que no ha oído nunca hablar de Dios o de la Iglesia Católica, o no tiene la mejor de las experiencias de ella, es muy difícil que se acerque a la Iglesia por la puerta normal, ¿no?”, explica Rosa. “Ahora, a tu casa, es más fácil que quiera ir. Entonces ahí es donde entramos las familias”.

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