miércoles, 16 de julio de 2025

Domingo XVI del Tiempo Ordinario (C)

20-7-2025                   DOMINGO XVI TIEMPO ORDINARIO (C)

                                                          Gn. 18, 1-10a; Slm. 14; Col. 1, 24-28; Lc. 10, 38-42

 

Queridos hermanos:

            Vamos a reflexionar sobre el evangelio que acabamos de escuchar para sacar algunas conclusiones que nos puedan ayudar en nuestra vida de fe, en nuestra vida de cada día:

- En el evangelio hoy se dice: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio?” Marta estaba queriendo dar de comer a Jesús, a los apóstoles, y María, su hermana, estaba sentada a los pies de Jesús escuchándolo.  “¿No te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio?” Jesús, ¿no te importa que yo me esté muriendo de cáncer? ¿No te importa que yo no tenga trabajo? ¿No te importa que haya guerra por el mundo? ¿No te importa que haya hambre por el mundo? ¿No te importa que aquel pegue a la mujer o a los hijos o al marido? ¿No te importa…? Podemos poner la frase que queramos…

Tengo un amigo. Es algo mayor que yo. Me comentaba que, cuando era joven salía a divertirse con sus amigos. Se llevaba en aquel tiempo beber algo, como ahora, y entonces lo que se llevaba beber era ginebra, y el que no bebía ginebra no se divertía; no era buen paisano, no era un macho. Este amigo mío podía beber de cualquier cosa, pero la ginebra era olerla o beber un traguín y se ponía malísimo, pero malísimo que casi tenían que llevarle para el hospital. Total, sirvió de mofa; se rieron de él y, poco a poco, como no podía beber ginebra, que era lo que se llevaba, pues él tuvo que aislarse del grupo de jóvenes; tuvo que irse para otro lado, y seguramente le preguntó al Señor: ‘¿Señor, no te importa que no pueda estar con mis amigos? ¿No te importa que me señalen con el dedo? ¿No te importa que se rían de mí? ¿Te importa o no te importa?’ Hoy muchos de esos amigos jóvenes de su pandilla tienen su historia: algunos están muertos por alcoholismo, otros tienen la familia destrozada, y él, sin embargo, salió de ese ambiente, y encontró otro ambiente mucho más sano; donde ya encontró a su mujer y dice: ‘¿Qué hubiera sido de mi vida, si no me hubiera hecho daño la ginebra?’ Por eso, cuando en aquel momento le dijo al Señor: ‘¿No te importa….?’, hoy se da cuenta de que sí le importaba. Por eso, ese ‘¿no te importa….?’ es ver las cosas con ojos distintos a los de Dios. ¿Qué distinto es ver las cosas con los ojos de Dios, a ver las cosas con los ojos del mundo? Es tan distinto.

- Un día llegó un hermano nueva a un monasterio. El aval era el anciano Silvano. Cuando este hermano llegó allá, vio a los demás hermanos del monasterio trabajar, y entonces le dijo el recién llegado al abad: “No trabajéis por un sustento que perece”. Estaba citando este texto de Juan 6,27 y, a continuación, citó otro texto del evangelio, el que acabamos de escuchar ahora, que María escogió la mejor parte (Lucas 10, 42). Entonces el abad Silvano sin responder nada, para no entrar en discusión, habló con un discípulo suyo llamado Zacarías y le dijo: “Hermano Zacarías, por favor, traiga un libro a este hermano nuestro que acaba de llegar, que vaya a una celda donde no tenga ninguna cosa más”. Así se hizo y, cuando dieron las nueve de la noche, el hermano nuevo que estaba en aquella celda, con aquel libro, miró a la puerta para ver si enviaban a alguien que lo llamara para la cena. Como nadie iba a buscarlo, se puso de pie, se fue al anciano abad y le preguntó: “¿Es que los hermanos no han comido hoy?” El abad Silvano respondió que por supuesto que sí. Y volvió a preguntar el nuevo hermano: “Entonces, ¿por qué no me habéis llamado a mí?” Y el abad replicó: “Es que como eres un hombre espiritual y no necesitas ese alimento, por eso no ha sido llamado. En cambio nosotros, hombres carnales, tenemos que comer y por eso trabajamos. Pero tú has elegido la mejor parte al pasarte todo el día leyendo sin querer comer ningún alimento material”. Al oír esto el hermano nuevo cayó a los pies del abad y dijo: “Perdóname, padre”. Y así el abad le dio una lección al joven hermano. María necesita absolutamente de Marta, pues, a causa de Marta, es también celebrada María.

Y hasta aquí la narración de los hechos. Vamos a reflexionar sobre este episodio y sacar algunas enseñanzas:

* Tras haber criticado el monje a sus hermanos que estaban trabajando, el abad, de una manera sencilla, le pone en la tesitura de vivir una experiencia esencial: ni la quietud, ni la actividad pueden existir unilateralmente, ni tampoco se pueden exagerar fanáticamente. Ninguno de los dos extremos puede subsistir solo.

* El abad Silvano utilizó un sencillo método: no llama al hermano a la comida común, sino que, por su desmedido talante contemplativo y por sus juicios negativos hacia los otros, por su soberbia de creerse superior a los otros, el abad hace caso omiso de él. Entonces, nuestro monje echa de menos a la comunidad con sus hermanos y la comida.

* Ser católico no consiste en hacer esto o lo otro. No se puede caer en los dos extremos, como la ley del péndulo. Cada uno tiene su propio carisma, su propia vocación. Valora los dones que Dios te ha dado y valora igualmente los dones que Dios ha dado al otro. Hagamos nuestras tareas para cumplir la voluntad de Dios y para edificación de la Iglesia de Cristo.

* En definitiva, el hombre es lo uno y lo otro. Hacen falta Martas, hacen falta Marías. Tú mira cuál es tú carisma, lo que Dios te ha dado, pero no desprecies al otro hermano porque tenga otro carisma distinto a ti. No juzgues que su carisma es menor que el tuyo. Todo es necesario dentro de la Iglesia y dentro del plan de Dios y de la voluntad de Dios. Así se nos dice en la primera carta los Corintios, capítulo 12: san Pablo dice el cuerpo es uno, con diferentes miembros. Ni todos somos ojos, ni todos somos manos, ni todos somos pies, ni todos somos corazón. Todos necesitamos absolutamente de todos. Cuando un miembro de nuestro cuerpo se alegra, todo se alegra; cuando un miembro de nuestro cuerpo sufre, todo sufre. Pues de la misma manera, cuando tú ves que tú hermano trabaja materialmente y eso te sustenta, alégrate; cuando tú tienes la espiritualidad de la oración, de la contemplación, utiliza ese carisma para ayudar a ese hermano tuyo que trabaja materialmente, y así, de la mano Marta y de la mano de María, caminaremos hacía el Señor.

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