martes, 5 de diciembre de 2023

Inmaculada Concepción de María (B)

8-12-2023                              INMACULADA CONCEPCION (B)

Gn.3, 9-15.20; Slm. 97; Ef. 1, 3-6.11-12; Lc. 1, 26-38

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Queridos hermanos:

            En este tiempo de otoño estuve dando unas charlas sobre el Hno. Rafael y sus escritos. Fueron seis charlas preciosas, no porque las haya impartido yo, sino por lo que Rafael decía y nos enseñaba de parte de Dios.

            En sus escritos, mientras preparaba las charlas, me encontré con una carta del 11 de octubre de 1937 en la que se extiende hablando de la Virgen María. El Hno. Rafael era un gran amante de María. Al leer aquella carta ya entonces pensé en utilizar algunas partes para predicaros en esta fiesta de hoy: la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Lo que diga a partir de ahora, por lo tanto, lo he sacado del Hno. Rafael. Vamos allá.

            “¡Es tan hermoso y tan consolador el cariño a la Virgen, que me dan pena los que no la conocen, los que no la quieren, aunque no sea más que un poco!, y sin embargo, querido hermano, ¿dónde se halla el cristiano, por tibio que sea, que no se acuerde en algún momento de su vida de la Virgen María?

            Todos, todos llevamos dentro algo que después de Dios, sólo María puede comprender y puede consolar; ese algo es criatura; ese algo es necesidad humana, es cariño, a veces es dolor; es ese algo que Dios puso en nuestras almas, y que las criaturas no pueden llenar, para que así busquemos a María. María que fue Esposa, que fue Madre, que fue Mujer. ¿Quién mejor que ella, para comprender, para ayudar, para consolar, para fortalecer? Quién mejor que María para refugio de nuestros pecados, de nuestras miserias.

            ¡Qué bueno y qué grande es Dios, que nos ofrece el corazón de María, como si fuese el suyo! ¡Qué bien conoce Dios el corazón del hombre, pequeño y asustadizo! ¡Qué bien conoce nuestra miseria que nos pone ese puente… que es María! ¡Ah!, si supiéramos amar a la Virgen, si comprendiéramos lo que significa para Jesús todo el amor que podemos ofrecerle a la Virgen, seríamos mejores, seríamos los hijos predilectos de Jesús.

            ¿Cómo no amar a Dios viendo su Infinita Bondad, que llega a poner como intercesora entre Él y el hombre a una criatura como María, que todo es dulzura, que todo es paz, que suaviza las amarguras del hombre sobre la tierra, poniendo esa nota tan dulce de esperanza en el pecador, en el afligido, que es Madre de los que lloran, que es estrella en la noche del navegante, que es… no sé… es la Virgen María? ¿Cómo no bendecir a Dios con todas nuestras fuerzas al ver su gran misericordia para con el hombre, poniendo entre el cielo y la tierra a la Santísima Virgen? ¡¡¡Cómo no amar a Dios teniendo a la María!!! […] La Madre de Dios, la Virgen Santísima llena de gracia; la que nos ayuda en la aflicción, cubriéndonos con su manto azul, refugio de pecadores; la que es Esperanza nuestra; la que en la tierra nos ayuda para darnos luego en los cielos a su Hijo Jesucristo […]

            Honrando a la Virgen, amaremos más a Jesús; poniéndonos bajo su manto, comprenderemos mejor la Misericordia Divina; invocando su nombre como intercesora, ¿qué no hemos de conseguir de su Hijo Jesús?”

            No puedo decir más, después de haber releído estas palabras del Hno. Rafael, pues ellas calientan nuestro corazón y nuestro espíritu y nos acercan, al menos a mí, a la Virgen María para ponernos bajo su amparo.

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