miércoles, 5 de abril de 2023

Viernes Santo (A)

7-4-2023                                         VIERNES SANTO (C)

 Is. 52,13–53,12; Slm. 30; Hb. 4,14-16;5,7-9; Jn. 18,1–19,42

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Queridos hermanos:

            Hace unos años entró en vigor en España el nuevo Misal Romano, que, entre otras novedades y seguramente la más llamativa, contiene el cambio en la fórmula de consagración del vino. En efecto, hasta ese día la fórmula de consagración decía así: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía”. A partir de la entrada en vigor del nuevo Misal la fórmula cambió y quedó de este modo: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía”.

            Ante esta situación la gente fundamentalmente pregunta dos cosas: ¿Por qué ha cambiado la fórmula, si siempre fue así? ¿Es que Jesús no murió en la cruz por todos los hombres?

            La primera lectura se refiere a uno de los cánticos del Siervo de Yahvé del profeta Isaías. Éste había profetizado con exactitud, unos 700-600 años antes de suceder, qué le iba a pasar al Mesías, a Jesús. Voy a recoger algunas de las frases de esta lectura de hoy: Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. En estas frases parece que se dice muy claramente que Jesús murió en la cruz por todos los pecadores y para que se les perdonaran los pecados a todos los hombres. Sin embargo, un poco más adelante, al final de esta misma lectura, dice la lectura: Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos […] Él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores. ¿En qué quedamos: en que Jesús murió por todos o por muchos? ¿En qué quedamos: en que Jesús perdona los pecados de todos o sólo de muchos?

            Como veis, aquí nos estamos planteando no sólo la muerte de Jesús en la cruz, sino también el sentido o la finalidad de su muerte: ¿Para qué murió? ¿Por quién murió? En una sencilla homilía no se podrá contestar a todas las cuestiones que estas preguntas encierran, pero sí que intentaré dar algunas pistas para la comprensión de estas cuestiones.

Pienso que, al explicar el cambio de la fórmula de la consagración del vino, se podrán entender un poco mejor las preguntas anteriores. En la Iglesia Católica de rito romano (es decir, la nuestra) y hasta el Concilio Vaticano II en la Misa se usaba el latín. Al terminar este Concilio, el Misal Romano fue traducido a las lenguas vernáculas. En la fórmula de la consagración del vino en latín siempre se decía “pro multis”, pero, al traducirlo, se escribió ‘por todos’ en las diferentes lenguas: En inglés “for all men”, en alemán “für alle”, en italiano “per tutti”, en español “por todos los hombres”[1], en francés “pour la multitude”… Desde 2006, el Vaticano empezó a escribir a las diferentes conferencias episcopales para que volvieran a la fórmula de siempre.

Para seguir con esta aclaración, tomo las palabras de un experto en la Biblia: Hemos de explicar primero lo que este cambio no quiere decir. (1) No pretende excluir a nadie de la redención obrada por Cristo; esto, simplemente, iría contra la Revelación atestiguada en otros lugares de la Escritura. Dios, en efecto, ‘quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad’ (1ª Timoteo 2,4)[2] […] Es por ello desacertado entender este cambio en nuestra liturgia en sentido restrictivo; como si en lugar de ‘por muchos’ se dijera ‘por pocos’. No: en el horizonte de la entrega de Jesucristo están todos los hombres Cuando la traducción litúrgica vigente hasta ahora interpretó el latín ‘pro multis’ como ‘por todos los hombres’, estaba ofreciendo una comprensión certera de lo que late en esos ‘muchos’. (2) Pero entonces, ¿por qué cambiarlo? Por fidelidad a la palabra de Jesús. Él, en efecto, no dijo ‘por todos’ sino ‘por muchos’ (Mateo 26,28; Marcos 14,24); tanto el arameo (lengua empleada por Jesús) como el griego (lengua que en los Evangelios nos ha transmitido sus palabras) distingue entre ambos conceptos, de modo que hemos de aceptar lo que Jesús dijo; por ello, la traducción más fiel es la que mejor respeta esa decisión. Así lo ha entendido la liturgia romana[3] en la fórmula latina: ‘pro vobis et pro multis’.

Pero además, la nueva traducción castellana nos abre un horizonte para comprender este momento decisivo en la vida del Señor. (3) En efecto, esos ‘muchos’ por los que derrama su sangre nos evocan aquellos ‘muchos’ que el Siervo del Señor justificó mediante la entrega de su vida: ‘Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos’ (Isaías 53,11); ‘él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores’ (53,12). La entrega eucarística de Cristo realiza así la misión del Siervo, llenando de contenido, de carne y sangre, esa enigmática figura del Antiguo Testamento […] Así comprendemos que Jesús es el verdadero Siervo del Señor.

(4) Una última observación. Cristo ofrece su vida por todos los hombres, por ‘el mundo’: así interpreta el Evangelio de Juan las palabras de la Eucaristía (‘Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo’: Juan 6,51). Sin embargo, por desgracia no todos lo acogerán: ‘Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron’ (Juan 1,11). La traducción ‘por muchos’, que originariamente apunta a la apertura universal de la salvación obrada por Jesucristo, expresa también la trágica posibilidad de que no todos los hombres se beneficien efectivamente de ese don. Cuando le preguntaron: ‘Señor, ¿son pocos los que se salvan?’, Jesús respondió: ‘Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán’ (Lucas 13,23-24). La nueva traducción castellana evita una comprensión ilusoria de las palabras que pronunció el Maestro en la Última Cena, como si por la ofrenda de amor de Jesucristo estuviéramos ya definitivamente salvados; nos previene así ante la desgraciada eventualidad de que, en mal uso de nuestra libertad, no queramos acoger el regalo de la salvación y de la gracia, excluyéndonos así de esos ‘muchos’ a los que Jesús desea justificar. Es por ello un estímulo saludable a abrirnos al don de la salvación que él nos trae.

            En efecto, un cardenal abunda en esta última idea diciendo que la vuelta a la fórmula ‘por muchos’ en lugar de ‘por todos’ representa también una observación oportuna sobre ‘la seriedad de la vocación cristiana’, en una situación en la que, según su opinión, ‘está muy presente un optimismo exagerado sobre la salvación que permite llegar al Paraíso a todos, sin exigir el don de la fe o el esfuerzo de la conversión’. En esta misma línea el Papa Benedicto XVI decía: “debemos escuchar la totalidad del mensaje: que el Señor ama en verdad a todos y que murió por todos. Y la otra cosa: que él no empuja ni rompe nuestra libertad como por arte de magia, sino que nos deja decir Sí en su gran misericordia”.


[1] En las dos ediciones del español posteriores al Concilio, en 1970 y 1988, se decía así la fórmula.

[2] Dice el Papa Benedicto XVI: “Me gustaría recordar solamente tres pasajes de la Escritura: Dios entregó a Su Hijo ‘por todos nosotros’, escribe Pablo en la Carta a los Romanos (Rom. 8, 32). ‘Uno solo murió por todos’, dice San Pablo en la segunda Carta a los Corintios, sobre la muerte de Jesús (1Cor 5, 14). Jesús ‘se entregó a sí mismo para rescatar a todos’, dice la primera carta a Timoteo (1ª Tim 2, 6)”.

[3] Hay que tener en cuenta que los rituales de la Iglesia Ortodoxa también recogen la expresión de Jesús “por muchos”.

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