jueves, 14 de abril de 2022

Viernes Santo (C)

15-4-2022                                          VIERNES SANTO (C)

Is. 52,13–53,12; Slm. 30; Hb. 4,14-16;5,7-9; Jn.18,1–19,42

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Queridos hermanos:

En el evangelio de hoy se dice: “Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús”. En el relato de la pasión de Jesús se nos dice que Él cargó con la cruz. En otras partes del evangelio también nos dice a nosotros, sus discípulos, que tenemos que coger nuestra cruz de cada día: “Después dijo a todos: ‘El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga’” (Lc. 9, 23).

Quisiera que en el día de hoy, Viernes Santo, oráramos y reflexionáramos sobre este aspecto: Jesús tomó su cruz. Nosotros hemos de tomar nuestra cruz de cada día. ¿Cómo cargó Jesús con su cruz, y cómo hemos nosotros de cargar con nuestra cruz? Para ayudarnos en esta oración-reflexión os narro un cuento: “Tres obreros trabajaban en una enorme granja. Daniel se ocupaba de cuidar los caballos y se pasaba todo el día lamentándose de cuán duras eran sus tareas y qué poca paga recibía. A Ramón le tocaba ordeñar y llevar a pastar a las vacas. Siempre se le escuchaba maldecir y con frecuencia estallaba lleno de cólera pegando patadas a todo lo que se le ponía por delante. Por último, Carlos estaba encargado de cuidar los cerdos. Carlos, antes de comenzar su tarea, daba los buenos días a sus compañeros y les dedicaba una sonrisa. El trabajo de Carlos, al igual que el de Daniel y el Ramón, era muy pesado, pero Carlos nunca maldecía ni se quejaba. En los momentos más duros Carlos cogía un crucifijo de madera que tenía en su bolsillo, lo contemplaba un instante y continuaba con su labor con una gran paz. Este hecho provocó la curiosidad de sus compañeros y un día Daniel le preguntó: ‘Carlos, ¿por qué siempre llevas una cruz en el bolsillo’. Ramón burlonamente comentó: ‘Seguro que es su amuleto de la buena suerte’. Carlos sacó la cruz de su bolsillo y dijo: ‘Esta cruz la fabriqué yo con mis propias manos y tiene un gran significado para mí. Este trozo de madera representa la cruz que me ha tocada cargar en esta vida. Cada vez que la miro, a mi mente me viene el recuerdo del calvario y veo a tres personas que subiendo esa cima llevaron sus respectivas cruces. La primera persona a la que veo es a Dimas (el buen ladrón), que llevó su cruz obligado, porque no le quedaba más remedio. La otra persona a la que veo es a Gestas (el mal ladrón), que la llevaba maldiciendo y renegando de todo y contra todos. Por último, veo a Jesús que se abrazaba a su cruz mientras caminaba. Cuando el cansancio, la injusticia, la cólera… me amenazan con robarme la paz, entonces tomo esta cruz en mis manos, la miro y me hago la siguiente pregunta: ¿Cómo quiere Dios que lleve esta cruz que me ha tocado? ¿Como Dimas? ¿Como Gestas? ¿O como Jesús?’”.

            Con nuestros labios decimos que queremos seguir a Jesús, pero en tantas ocasiones nuestra vida y nuestras reacciones se parecen bastante más a las de Daniel-Dimas. Otras veces se parecen a las de Ramón-Gestas. ¡Qué pocas veces se parecen a las de Carlos-Jesús! Somos nosotros quien podemos llevar la cruz de la vida de la primera manera, o de la segunda manera, o, con la ayuda de Dios, del tercer modo. ¿Cómo sé yo de qué manera llevo la cruz? Muy fácil: si tengo resignación, llevaré la cruz al modo de Daniel-Dimas. Si tengo ira e impaciencia en mi corazón, llevaré la cruz al modo de Ramón-Gestas. Si tengo paz, entonces llevaré la cruz al modo de Carlos-Jesús, ya que donde está Jesús no puede haber más que paz, vida eterna y mucho fruto.

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