20-9-20 DOMINGO XXV TIEMPO ORDINARIO (A)
Is. 55,6-9; Slm. 144; Flp. 1, 20c-24.27a; Mt. 20, 1-16a
Queridos hermanos:
- Fijaros que en la primera lectura del profeta Isaías se dice: "Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón". En la visión del Antiguo Testamento, es el hombre el que tiene que buscar al Señor, el que tiene que invocarlo, el que tiene que abandonar el mal camino, el que tiene que regresar al Señor. Sin embargo, en el Nuevo Testamento Cristo da la vuelta a todo. Fijaros: “El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña [...] Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo [...] Salió de nuevo al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros parados, y les dijo: -¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”
El movimiento primero de acercamiento para Jesús no procede el hombre, sino de Dios mismo. Es Dios el que nos llama. Hace años, cuando yo estaba en la catedral de Oviedo, durante los días del Jubileo de la Santa Cruz se daban casos de gente que entraba simplemente a hacer una visita turística a la Catedral o a la Misa, pero sin intención de confesarse. De repente, estas personas se sintieron impulsadas a acercarse al confesionario y pedir perdón por sus pecados.
- El evangelio de hoy nos llama a trabajar por el mensaje de Cristo en nuestras vidas diarias. No importa el momento de nuestra vida en el que descubramos que somos llamados por Dios para ser cristianos y trabajar en su viña. Como hemos visto en el evangelio, el Amo de la viña, que es el mismo Dios, sale a todas las horas del día a buscar obreros para su campo. Algunos van desde el principio del día, otros a media mañana, al mediodía, a media tarde o al anochecer. Siempre es un buen momento para empezar.
Veamos varios casos: 1) Yo siempre estuve metido en la Iglesia y actué como monaguillo, como catequista y entré en el Seminario con diecisiete años recién cumplidos. 2) Un hombre, que ayuda en la Catedral en la Misa de 11, tenía a Dios de lado y, cuando contaba con unos treinta y pico años se le murió su padre; a partir de ahí se produjo un encuentro entre él y Dios y desde ese día su fe y su amor a Dios se mantienen firmes. 3) Conozco también una mujer casada que desde hace un año se convirtió. Antes creía en Dios a su modo y manera, pero ahora lleva una vida de fe muy fuerte y de ayuda a los demás. 4) O aquél otro hombre, que una vez retirado con sesenta y cinco años está trabajando en Caritas y en la parroquia. 5) Asimismo los casos de tantos jóvenes que, algunos fueron a regañadientes a la JMJ de Madrid de hace años y vinieron totalmente impactados de lo allí vivido y su vida dio un vuelco; o el caso de un hombre de unos cuarenta años, que acompañó a sus hijos hasta Madrid y al ver el ambiente que había, se volvió a Asturias para arreglar las cosas del trabajo y bajar inmediatamente a Madrid de nuevo, pues no quería perderse lo que allí pasaba; esto lo hacía por sus hijos, pero sobre todo por él mismo. Siempre es un tiempo oportuno para creer en Dios y hacer algo de lo que él quiere de nosotros.
Lo importante es encontrarse con Dios cara a cara, y sin importarme aquello que pueda pensar la gente, pues empezar a actuar tal y cómo Dios quiere. Hace un tiempo hablaba con una chica de menos de 20 años. Y ella me preguntaba: “¿Por qué tengo que confesarme, por qué tengo que venir a Misa, por qué tengo que llevar una vida de obediencia con mis padres y de no enfrentamiento con ellos, por qué tengo que dejar de beber hasta caer o hasta que me siente mal, por qué tengo que dejar de hacer el acto sexual con mi novio de ese momento? ¿Por qué?” Y tiene toda la razón. Si todo esto tiene que hacerlo porque sí, entonces es un puro voluntarismo: Es algo que ella se propone por sí y ante sí, o porque otros, desde fuera, se lo digan. Y aquí estamos en uno de los problemas más grandes que tenemos los cristianos en Europa (hablo por lo que conozco en España, Italia, Suiza y Alemania, al menos). Los cristianos estamos sacramentalizados, es decir, hemos recibido el bautismo, la 1ª comunión, la confesión, la confirmación, el sacramento del matrimonio, y, sin embargo, no nos hemos encontrado con Dios, con Jesús cara a cara nunca. Creemos en Dios, pero creemos de oídas, y no por tener una experiencia directa y nuestra propia de encuentro personal con el Cristo Jesús, el Hijo de María, el Hijo de Dios Padre. A esta chica le dije entonces que, aunque ella me hubiera pedido en aquel mismo momento confesarse, yo no le podría dar la absolución, aún no estaba preparada. No. Primero tenía que encontrarse con Dios. Solo cuando esto sucediera entendería en la fe lo que significaba la realidad del pecado.
Resumiendo: las tres ideas que hoy querría transmitiros son estas: 1) La iniciativa en nuestra relación con Dios siempre parte de Él. Él es quien nos busca y quien nos ama. Yo busco a Dios, cuando siento necesidad de Él, que ya me ha encontrado y está actuando en mi corazón. 2) Siempre es un buen momento para que Dios nos salga al encuentro. Cada uno de nosotros tenemos nuestra historia con Dios. No podemos decir que somos mejores o peores por haber llegado antes o después a la fe, al encuentro con Dios. Todos tenemos nuestro momento. Dios nos lo marca. Ya lo dice Isaías en la primera lectura: “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos” (Is. 55, 8). 3) Nunca me cansaré de insistir en este punto: nuestra fe se basa en un encuentro personal con Jesús. Así le sucedió a San Pedro con Jesús, a San Pablo con Jesús, a San Mateo con Jesús, a Santa María Magdalena con Jesús y un largo etcétera de hombres y de mujeres a lo largo de la historia.
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