15-10-17 DOMINGO
XXVIII TIEMPO ORDINARIO (A)
- En la segunda lectura aparecen
estas palabras de san Pablo a los filipenses: “Sé vivir en pobreza y
abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la
abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta”. A
propósito de estas palabras y de la realidad que nos rodea se me ocurren algunas
reflexiones. Y es que el cristiano tiene que tener una serie de principios y de
criterios claros sobre los bienes materiales:
+ La adquisición de los mismos ha de ser
realizada desde la honradez, el esfuerzo, el trabajo y la responsabilidad.
No caben las mentiras, los robos, los engaños, las corruptelas, los ‘pelotazos’
como medios para conseguir bienes materiales.
+ El cristiano sabe que los bienes materiales
son instrumentos y medios, y nunca se pueden convertir en fines ni en ‘señores’
de nuestra vida. Por lo tanto, el cristiano usará de ellos de un modo que
no se cree una dependencia ni una esclavitud de ellos, ni tampoco que se
conviertan en dioses, a los que hay que adorar.
+ El cristiano vivirá de modo digno y austero
con esos bienes materiales. No consumirá más de lo que necesite, aunque los
tenga. No dilapidará ni hará gastos sin control, pero tampoco el cristiano
buscará acaparar bienes materiales por encima de todo.
+ Es legítimo que un cristiano busque y
procure un ahorro con los bienes materiales sobrantes, pero el ahorro no tiene
el fin de satisfacer la codicia ni el amontonamiento de dichos bienes sin más.
El ahorro será buscado para satisfacer las necesidades que pueda tener en el
futuro él mismo, su familia, sus amigos… Se ha de repetir que el ahorro no es
ni debe ser sinónimo de acaparamiento ni de amontonar sin más propiedades y
dineros.
+ Es totalmente necesario que el cristiano
comparta los bienes materiales (no los suyos), sino los que Dios le ha
puesto en sus manos. Para un cristiano los bienes materiales no son de su
propiedad. La propiedad de los bienes
materiales le pertenece exclusivamente a Dios. El hombre, el cristiano es sólo
administrador de dichos bienes. “Desnudo salí del vientre de mi madre, y
desnudo volveré allí. El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó: ¡bendito sea
el nombre del Señor!” (Job 1, 21). Por lo tanto, si sólo el Señor es
dueño de los bienes materiales y el hombre es sólo su administrador, éste debe
administrarlos según la voluntad del Propietario. Y Dios quiere que nosotros
compartamos con otros hombres necesitados lo que es de Dios.
+ Podría decir más
cosas, pero quiero finalizar estar parte con una idea recurrente en mí y que ya
me habéis escuchado en varias ocasiones. Somos administradores de unos bienes.
Sí. Pero, cuando sabemos que la muerte
nos puede llegar, entonces es conveniente, y es un acto de caridad para con
nuestros familiares, el realizar un testamento. A continuación voy a
reseñar aquí una serie de pautas o criterios que, desde mi punto de vista, se
han de hacer: 1) Siempre hay que hacer testamento. Hacer ESTE testamento, no
quiere decir que no se pueda cambiar. Siempre se puede modificar. Se pueden
hacer tantos testamentos como se quieran. 2) El testamento que se hace en un
determinado momento mira a las circunstancias de ese tiempo concreto. Cambiadas
las circunstancias, se cambia el testamento. 3) En el testamento se pueden
dejar algunas cantidades para la celebración de Misas por el que otorga
testamento y por sus familiares ya difuntos. También se pueden dejar algunas
cantidades para que sean entregadas a personas u organizaciones a modo de
donativos. Finalmente, se pueden dejar diversos legados a los familiares, según
las circunstancias de los bienes y de las personas. Por ejemplo, quizás no sea
conveniente dejar una vivienda al 50 % a dos hijos, que ya se llevan mal y con
esa propiedad en su poder, mitad por mitad, acabarían ‘como rosario de la
aurora’. A veces, es mejor dejar bienes o propiedades separadas con la plena
propiedad para cada hijo, aunque alguno de ellos reciba menos que otros. Mejor
poco en paz, que más en guerra.
Se podrían decir
más cosas sobre el testamento, pero prefiero dejarlo aquí. Solamente me
reafirmo en lo primero que dije sobre esto: SIEMPRE HAY QUE HACER TESTAMENTO.
-
En el evangelio de hoy se nos habla de un banquete de bodas. La relación entre Dios y el hombre, en
lugar de ser concebida como una especie de alianza diplomático-política, o de
sometimiento de la criatura al Creador, del pequeño al grande, del pobre al
rico…, es presentada como una relación
de amor, personal, viva, libre, pero también marcada por la infidelidad y el
egoísmo del hombre para con Dios.
Imaginaros
que para el año que viene se va a casar un hijo o una hija. Con esmero
preparáis las invitaciones para vuestros familiares y para vuestros amigos. Se las
lleváis en mano o las mandáis por correo y… recibís la misma respuesta que el
padre del evangelio: “Mandó criados para
que avisaran a los convidados a la boda, pero
no quisieron ir”. El padre volvió a mandar más criados para que les
dijeran lo que iban a comer y a beber, y les rogaban que vinieran a la boda: “’Tengo preparado el banquete, he matado
terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.’ Los convidados no hicieron caso; uno se
marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los
criados y los maltrataron hasta matarlos”. ¿Cómo os quedaría el cuerpo
y el alma si los familiares y amigos, que invitaseis a la boda de vuestro hijo
o de vuestra hija, os respondiesen de esta manera?
Al
leer este evangelio siempre me acuerdo del tiempo que estuve de párroco en
Taramundi y en ocasiones preparaba Cursillos de Cristiandad. Invitaba a los
jóvenes y a no tan jóvenes al Cursillo. De cada vez invitaba a unas 100
personas, pero sólo iban, finalmente, 4 ó 5 personas. Todos tenían muchas
razones para no ir y para quedarse: exámenes, atender el ganado, la cosecha, un
viaje, que esperaban visita, que les daba vergüenza… En definitiva, no querían
ir al banquete de bodas del Hijo de Dios.
Nos
sigue contando el evangelio que el padre no se quedó con los brazos cruzados.
No quería que las mesas del banquete se quedaran vacías. Dejó de lado a
aquellos ingratos y mandó a sus criados que fueran, no a las casas, no a las
ciudades, no a los conocidos, sino a los cruces de caminos e invitasen, a todos
los que pasaran por allí, al banquete de bodas de su hijo.
¿En qué grupo estamos nosotros: en el
primero o en el segundo? Personalmente soy consciente que en muchas
ocasiones el Señor, como sacerdote, como familiar y como amigo, me ha invitado
al banquete de bodas de su Hijo y yo le he dicho que NO y no he hecho caso de
su invitación. Igualmente os invito a que penséis en las numerosas veces en que
el Señor, bien directamente a vuestro corazón, bien a través de otras personas
os ha invitado al banquete de su Hijo Jesús, y le habéis dicho que NO.
Pero, para mí, el evangelio de hoy no es un
evangelio de condena, sino de esperanza. Esperanza porque HOY sigue siendo Dios
mismo quien sale a nuestro encuentro. Tantas veces estamos perdidos por caminos
y montes, y Él nos envía llamadas para que entremos en el banquete de bodas de
su Hijo. Dios es el Buen Pastor del salmo de hoy, que nos busca y recoge sobre
sus hombros. Como dice el profeta Isaías hablando del banquete del cielo: “El Señor Dios enjugará las lágrimas de
todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. Aquel
día se dirá: ‘Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara;
celebremos y gocemos con su salvación’”.
Muy buenos consejos padre,yo boy dar la opinión que tengo al respecto.Estoy de acuerdo que el cristiano tiene que tener una serie de principios para administrar nuestros bienes.
ResponderEliminarNo se puede vivir en una mentira gastando por encima de lo que tenemos ,arrastrados por el consumismo y por aparentar ,eso no nos hace felices .Creo que si se puede hay que pensar en que en cualquier momento podemos necesitar algo que nos haga falta de verdad y entonces será bueno tener algo ,tambien debemos pensar en nuestros hermanos necesitados y aunque sea poco si se comparte algo etre todos cuanto se puede ayudar .
Tampoco se debe caer en la trampa de amontonar ,eso ya creo que es enfermedad y es malo ,pido al Señor que me ayude a saber distribuir con eficacia los bienes que ,EL me pone en mis manos.
OS DESEO LO MEJOR Y QUE DIOS NOS BENDIGA
Yo, me acuerdo de aquellos años duros siendo yo una niña, en la mayoría de las casas había falta de casi todo,sobre todo económico,de vestimenta etc.Pero lo veíamos todo normal,no teníamos sensación de sentirnos mal por ello.Por eso es, a lo que nos acostumbramos el tener más o menos.Creo que hoy pequeños y mayores,estamos acostumbrados a la comodidad,del coche,de la moto, de tener nuestro armario a tope,de comidas fuera de casa y se nos hace difícil otra clase de vida más dura y de sacrificio.También quién es el que no quiere tener más de todo?.Los bienes son fines para nosotros y los nuestros.Nos gusta aparentar,el mejor coche,el mejor abrigo,la mejor comida.Y si compartimos, pero muchas veces,lo que nos sobra de limpiar nuestros armarios,o lo suelto que tenemos en el monedero. Lo digo por propia experiencia,tenía que dar mucho más,sobre todo tiempo.Lo que más me duele de todo esto es que hacemos un Dios a nuestra conveniencia.Yo no doy porque no llega,le ayudamos a aquel que no lo merece, hoy no fui a misa porque me acosté tarde, vi aquel borracho y le acabo de dar una limosna etc..
ResponderEliminarY en lo de la invitación a la boda,Jesús quiere que llevemos el mejor traje,que es un corazón lleno de amor,los trajes exteriores no le interesan.Oh!!! Dios mío dame un corazón humilde,y no retires de mí Tú santo Espíritu. Amén .
Un abrazo .