Un abrazo
Andrés Pérez
LAS MORADAS O CASTILLO INTERIOR
STA. TERESA
DE JESUS
INTRODUCCION
Esta obra de S.T.
es una obra de madurez. En ella recopila toda su experiencia y reflexiones
sobre la Oración y el modo de llegar Nuestro Señor, que habita en nosotros. Ya
San Agustín, en el S. IV nos dice que él buscaba a Dios fuera de sí mismo y que
lo encontró dentro de sí. También el Apocalipsis nos dice que Dios está
llamando dentro de nosotros y que si le abrimos comeremos con El, es decir
seremos amigos y disfrutaremos de su intimidad.
Sta. Teresa
escribió su autobiografía, o Libro de la Vida, en donde encontramos ya mucho de
lo que “más por menudo” nos va a explicar en esta, podríamos decir, segunda
autobiografía titulada El Castillo interior o Las Moradas.
Lo escribe por
obediencia a sus superiores (P. Gracián, el Dr. Velázquez) en un momento en el
que está confinada en su convento de Toledo “a manera de cárcel”, debido a una
orden del Capítulo General del Carmen celebrado en Piacenza (Italia).
El tercer Superior que le pide lo escriba
es el propio Señor, como nos relata Ana de Jesús, con quien la Sta. Se
carteaba. Lo empieza el 2 de Junio de 1577 y lo acaba la víspera de S. Andrés
del mismo año (o sea 29 de noviembre), ya en San José de Ávila.
Es claro que ella pensaba en sus monjas,
cuando lo escribió, pero este libro ha pasado a ser patrimonio literario y
espiritual de toda la humanidad, siendo guía para el camino de oración y
perfección de todo el Pueblo de Dios.
Diego de Yepes,
confesor y biógrafo de la Sta. Declaró en el Proceso que la propia Sta. Teresa
le había contado, en un encuentro que tuvieron en Arévalo en el año 1579 o
1580, cómo la víspera de la Stsma. Trinidad le había hecho el Señor una gran
merced “mostrándole un globo hermosísimo de cristal a manera de castillo con
siete moradas y, en la séptima que era en el centro, estaba el Rey de la gloria
con gran resplandor, que hermoseaba e ilustraba todas aquellas moradas de la
cerca.
A los lectores de
Las Moradas se les abre un camino muy sencillo y humilde, practicable y eficaz.
Es, quizá, su obra principal, de madurez humana y espiritual. Nos invita a
ponernos en camino siguiendo las pautas o entrando en las moradas para vivir
con el como el Señor que habita en nuestro interior desea.
Este itinerario de
siete etapas o siete momentos se estructuran de la manera siguiente:
Primeras Moradas:
Toda persona está llamada a vivir en comunión con Dios
Segundas Moradas:
Cristo nos llama personalmente a conocerle y seguirle
Terceras Moradas:
Decisión del discípulo de seguir a Cristo totalmente
Cuartas Moradas:
Cristo nos lleva a descubrir su gloria
Quintas Moradas: Reproducen
la muerte de Cristo en Cruz y la necesaria muerte del hombre a sí mismo
Sextas Moradas:
Los seguidores de Cristo aprenden a amar después de participar en la muerte de
Cristo y la suya propia
Séptimas Moradas:
Participación en la Resurrección del Señor quedando preparados para ser
eficaces en la acción y colaboradores del Señor Crucificado y Resucitado.-
ESTRUCTURA
DE CADA MORADA
Lo primero que
tenemos que tener en cuenta es que el hombre se relaciona con Dios por medio de
la Oración. Oración que debe transformarnos porque si no hay esa
transformación, no hay vida espiritual, sino engaño.
En cada Morada
aprenderemos una manera de relacionarnos con Cristo y por su medio con el Padre
y el Espíritu Santo. Tendremos en cada una, un modo de oración, una virtud
necesaria y pautas para que todo lo
anterior se haga vida.
Jesucristo nos
llama a establecer una historia de amistad mediante la mutua comunicación. La
Oración es un diálogo de amistad. También, como Teresa, S. Ignacio de Loyola
dice que la oración es “así como un amigo habla a otro amigo”.
Para entrar en
este Castillo, es decir, nuestra alma, se debe tomar una “muy determinada
determinación” de seguir adelante, venga lo que viniere, y por más obstáculos
que ponga el enemigo de “natura humana”. Teresa lo expresa de este modo:
“Pongamos los ojos en Cristo” (M 1, 2-11). “Los ojos puestos en el verdadero y
perpetuo reino que pretendemos ganar” (V 15, 11)
Otra cosa a tener
en cuenta es que no tenemos que
detenernos en una sola estancia. Sin apurarse y sin temor hay que ir adelante:
“no arrincone o apriete al alma. Déjela andar por estas moradas, arriba y abajo
y a los lados, pues Dios le dio tal dignidad. No se estruje en estar mucho
tiempo en una pieza sola” (M 1,2,8)
Según la situación
en que nos encontremos acudamos a unas u otras moradas:
Si es de alegría:
cuartas o séptimas
Si es de
sufrimiento: las quintas
Si es de ver la
llamada del Señor: las terceras
Si es de
equivocaciones o pecados: las primeras
Tenemos que estar
y visitar todas las siete, y no pensemos que por estar en la Séptima, p.e. no
necesitemos visitar otra temporada las primeras. Porque las Moradas no son una
escalera repleta de dificultades, ni pasamos de una a otra gracias a nuestro
esfuerzo. Estas dos ideas nos han hecho mucho daño a los cristianos porque
dificultan y estragan muchas vidas espirituales.
La misma Teresa
dice: “No habéis de entender estas moradas una en pos de otra” (M1, 2-8). Si nos
decidimos a entrar por este camino viviremos plenamente nuestro Bautismo. No hayáis
miedo de que seremos raros, ni extraños, ni mejor ni peor que los demás
mortales, sino que viviremos el estilo de vida propuesto por Cristo en nuestras
circunstancias determinadas y dentro de la sociedad en la que nos ha tocado
estar.
Tendremos
conciencia casi permanente de estar habitados y acompañados en los profundo de
nuestro ser. Cristo, dentro de nosotros, con quien tendremos una relación de
amor y de amistad, que nos llevará al Padre en el Amor del Espíritu Santo.
Sta. Teresa empieza el relato de su vida
suplicando a Cristo le dé gracia para que con toda claridad y verdad haga lo
que los confesores le mandan. Y buscar en ello la gloria y alabanza del Señor.
Ella toma la
imagen del Castillo para describirnos lo que es nuestra alma. En este Castillo
habita Dios en el centro: “…considerar nuestra alma como un castillo todo de un
diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo
hay muchas moradas. “” (M 1, 1
VIA
PURGATIVA (LAS TRES PRIMERAS MORADAS)
PRIMERAS
MORADAS
El Castillo es la
figura que ella emplea para mostrar lo que es el alma de cada ser humano:
“…como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos
aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo
consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo como un paraíso donde
dice El tiene sus deleites” (Mor.1, 1)
Frente a los que
dicen que el ser humano no puede relacionarse con Dios, la Sta. Nos dice que,
aunque seamos muy pecadores, “…nos hará ver que es posible en este destierro
comunicarse un tan gran Dios con unos gusanos tan llenos de mal olor; y amar
una bondad tan buena y una misericordia tan sin tasa. Tengo por cierto que a
quien hiciere daño entender que es posible hacer Dios esta merced en este
destierro, que estará muy falta de humildad y del amor del prójimo” (M.1, 1-3).
El modo de entrar
en este castillo es la oración. Ella lo describe así “hay muchas almas que
están en la ronda del castillo que es adonde están los que le guardan (memoria,
entendimiento y voluntad) y que no se les da nada de entrar dentro ni saben qué
hay en aquel tan precioso lugar no quién está dentro, ni que piezas tiene”
(M.1, 1-5)
Y ¿qué es hacer
oración?: Entrar dentro de sí. (Ya San Agustín nos dijo que él intentaba
encontrar a Dios y solo lo encontró dentro de sí). Pues Teresa nos dice: “la
puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más
mental que vocal, que como sea oración ha de ser con consideración; porque la
que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién,
no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios” (M1, 1-7).
Y ¿quiénes pueden
entrar? Todos estamos llamados a entrar
en este castillo. El caso es hacer el propósito y determinarse con mucha
determinación a empezar a tener en nuestra vida espacios de soledad en donde
hagamos silencio y nos comuniquemos con quien mora en nosotros.
Muchas almas
entran en el castillo “aunque están muy metidas en el mundo, tienen buenos
deseos y alguna vez, aunque de tarde en tarde, se encomiendan a Ntro. Sr. Y
consideran quién son, aunque no muy despacio; alguna vez en un mes rezan llenos
de mil negocios” (…) “En fin, entran en las primeras piezas de las bajas; mas
entran con ellos tantas sabandijas, que ni le dejan ver la hermosura del
castillo, ni sosegar; harto hacen en haber entrado” (M 1, 1-8). Es decir, que
importa mucho que entremos, aunque sea con muchos pecados y defectos y
preocupaciones no santas, etc. Que eso son las ‘sabandijas’.
En el cap, 2º de
estas primeras moradas nos habla la Sta. de las tinieblas en que vivimos cuando nuestra alma está en pecado
mortal, que es como “si sobre un cristal que está al sol se pusiese un paño muy
negro” (M1,2-29 “¡Qué turbados andan los sentidos… y las potencias (del alma)…
con qué ceguedad, con qué mal gobierno” (M1,2).
También nos habla
del demonio que nos asaltará con temores para que no sigamos adelante en el
camino comenzado. Actuará a través de nuestros afectos y cobardías “…de mirar
si me miran, no me miran; si, yendo por este camino, me sucederá mal; si osaré
comenzar aquella obra, si será soberbia; si es bien que una persona tan
miserable trate de cosa tan alta como la oración; si me tendrán por mejor si no
voy por el camino de todos; que no son buenos los extremos, aunque sea en
virtud; que, como soy tan pecadora, será caer de más alto…” (M1, 2-10). Y todo
esto bajo capa de humildad.
El demonio, el
homicida desde el principio, intentará engañarnos y como al principio estamos
“embebidas en el mundo y engolfadas en sus contentos y desvanecidas en sus
honras y pretensiones, no tienen fuerza los sentidos y potencias del alma…y
fácilmente son vencidas. Aquí hay que recurrir a los Sacramentos (Eucaristía y
Reconciliación) y al auxilio de Ntra. Señora.
Estas caídas nos
van a llevar al conocimiento propio, que es muy necesario conocernos, dice
ella, “para andar en verdad” y siempre, aunque lleguemos a las séptimas moradas
hay que darse paseos por esta primera. Porque no hay que entender las Moradas
como si fueran una escalera, ni una en pos de otra. El Señor puede llevar al
alma donde y como le plazca o mejor, como esa alma necesite.
Insiste Teresa en
la perseverancia “porque aunque entremos en el castillo tan llenos de miserias,
si perseveramos el mismo Señor “que es muy buen vecino” las purificará
La Primeras
Moradas están habitadas por las almas que tienen deseos de perfección, pero que
aún están metidas en las preocupaciones del mundo, de las que deben huir y
buscar ratos de soledad.
En primer lugar
tenemos que tener claro que el hombre está capacitado para la relación con Dios
por haber sido creado a su imagen y semejanza. El ser humano es un castillo
habitado por el mismo Dios y la relación entre ambos se hará por medio de la
oración vocal, o litúrgica o de petición, etc.
A estas primeras
moradas hay que volver siempre para conocernos mejor y que caigan las máscaras
con las que habitualmente nos paseamos por la vida. Y aunque lleguemos a las
séptimas moradas deberemos recurrir a diario al conocimiento de nosotros mismos
para no caminar en la falsedad o el engaña.
¿Quiénes habitan
estas Primeras Moradas?:
Los que se inician
en la vida espiritual
Los que no se
conocen y viven una vida superficial, más atentos a las vidas ajenas que a la
propia.
Los que llevan una
vida cuyos actos dañan gravemente a los demás o a sí mismos
Los que desean
introducirse en la oración reservando un espacio en sus vidas para esta
relación.
Y también los que
han hecho cohabitar a Dios con otros dioses, como el dinero, el poder, el
honor, la vanidad, etc.
Dice la Santa: (posibilidad
de relación con Dios, aunque seamos muy pecadores) “…nos hará ver que es
posible en este destierro comunicarse un tan gran Dios con unos gusanos tan
llenos de mal olor; y amar una bondad tan buena y una misericordia tan sin
tasa. Tengo por cierto que a quien hiciere daño entender que es posible hacer
Dios esta merced en este destierro, que estará muy falta de humildad y del amor
al prójimo” (M1, 1-3).
Este Señor, “que
es muy buen vecino”, va purificando en nosotros esos modos de imaginarnos a
Dios que nos lastran e incluso nos alejan de Él. ¿Cuáles? Sta. Teresa pasó de
un Dios lejano a Cristo. El “temor servil”, que le producía un sentimiento no
filial, no le daba libertad. Le tenía miedo. Ella pasó del temor al amor. Nos
dice su propia experiencia: “Y en este movimiento de tomar estado (hacerse
religiosa), más me parece me movía un temor servil que amor”. (V 3. 6)
El modo de hacer
oración en estas primeras moradas reviste diferentes modalidades: Desde la
contemplación de la naturaleza, por ejemplo, en tiempos de cansancio,
enfermedad o sequedad espiritual al de la oración vocal. A solas y en silencio,
conscientes de qué pedimos y a quién nos dirigimos. También la lectura de los
Salmos. Con ellos oraba Jesús al Padre. También una lectura, una frase, una
petición. Sin agobiar al alma. La lectura de la Palabra de Dios y la
participación de los Sacramentos (Eucaristía y Reconciliación) nos irán
introduciendo en el castillo.
En una cosa
insiste la Sta. que no tornemos atrás una vez entrados en el castillo. “Venga
lo que viniere, no ha de tornar atrás. Una muy determinada determinación. Si no
nos dejamos vencer, saldremos con la empresa”.
SEGUNDAS
MORADAS
Estas
Moradas solo tienen un capítulo que se inicia con una pequeña introducción:
“Capítulo
que trata de lo mucho que importa la perseverancia, y la guerra que da el
demonio en el principio y cuánto conviene no errar el camino en el principio”
(M2).
Por
lo tanto tenemos que fijarnos en tres puntos:
-
Perseverancia
-
Tentaciones
-
No errar el camino
Se
trata de seguir e imitar a Cristo haciéndolo vida de nuestra vida. Como detalle
hay que decir que Sta. Teresa estuvo 18 años en esta morada.
La
experiencia muestra que suelen ser muy frecuentes los vaivenes, avances y
retrocesos, crisis personales o sociales que nos alejan de la vida espiritual o
incluso nos sacan del castillo. Es ésta una morada a la que Sta. Teresa
denomina del “combate espiritual”. Vamos a los tres puntos que nos señala
1º.
Perseverancia
“Es
(esta morada) de los que han ya comenzado a tener oración y entendido lo que
les importa no se quedar en las primeras moradas, mas no tienen aún
determinación para dejar muchas veces de estar ella, porque no dejan las
ocasiones, que es harto peligro” (M2,2).
Estos
“tienen harto más trabajo que los primeros”, ya que los primeros son como mudos
que no oyen. Los segundos oyen y no pueden hablar. Entienden los llamamientos
del Señor, y El, “que es muy buen vecino”, desea tanto que “le queramos y
procuremos su compañía, que una y otra vez nos llama para que nos acerquemos a
El a pesar de estar nosotros metidos en pasatiempos y negocios y contentos y
baraterías del mundo, e incluso cayendo y levantando en pecados”.
Por
lo tanto es necesaria la determinación de trabajar para hacer la voluntad de
Dios; aunque nos persigan los malos pensamientos y tengamos sequedades. Y si
hay caídas, no desanimarse, que Dios sacará bien de ellas. Hay que confiar en
la misericordia del Señor y “nonada en sí” y “verán como Su Majestad le lleva
de unas moradas a otras”.
2º.
La Batería (guerra) que da el demonio “terrible es la batería que aquí dan los
demonios de mil maneras” (M2, 3). Porque en estas moradas las potencias del
alma están más “hábiles”, es decir más perceptivas.
La
razón, le representa el engaño de lo mundano. La memoria le representa en lo
que paran todas las cosas del mundo. La voluntad “se inclina a amar adonde tan
innumerables cosas y muestras ha visto de amor” y el entendimiento le hace
entender que aunque viviere muchos años no podría encontrar mejor amigo.
¿Y
qué hacer ante la tentación? Ante las turbaciones con que el demonio nos ataca
a través de nuestras potencias “no ha de ir a fuerza de brazos”, sino
“recogerse con suavidad” y “tratar con
personas experimentadas”.
3º
No errar el camino y no tornar atrás.
Ya
sabemos que la puerta es la oración y el único modo de no errar el camino es
meditar y considerar quién es Jesús y sus palabras “nadie subirá al Padre ni no
es por Mi”.
Es
decir, conocer a Cristo Hombre, porque a través de esta “sacratísima humanidad”
hemos de pasar. Considerar su Vida, sus actitudes, su corazón; ir asimilándonos
a Él. Dice la Sta. que “es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle
humano” (Vida 22, 9)
Leyendo
con frecuencia los relatos evangélicos, el Espíritu Santo irá haciéndonos
descubrir los aspectos de la vida del Señor que debemos ir integrando en
nuestro día a día.
TERCERAS
MORADAS
Constan de dos
capítulos que tratan de cómo viven en ellas las almas que han perseverado y
llegado hasta aquí. Viven aquí las almas que “por la bondad del Señor, son muy
deseosas de no ofender a Su Majestad, ni aun de los pecados veniales se
guardan, y de hacer penitencia amigas, sus horas de recogimiento, gastan bien
el tiempo, se ejercitan en obras de caridad con los prójimos, muy concertadas
en su hablar y vestir y gobierno de casa, lo que las tienen. Cierto, estado
para desear y que, al parecer, no hay por qué se les niegue la entrada hasta la
postrera morada ni se la negará el Señor”. (Mo 3, 5).
“Querrían a todos
tan concertados como ellos traen sus vidas, y plega a Dios que no piensen que
la pena que tienen es de la culpa ajena y la hagan en su pensamiento meritoria”
(M3, 6). Las penitencias que hacen estas almas son tan concertadas como su vida...
y así tienen gran discreción en hacerla porque no dañen a la salud. No hayáis
miedo que se maten, porque su razón está muy en sí; no está aún el amor para
sacar de razón” (M3, 7).
En los dos
capítulos la Santa insiste en la Humildad. La razón es que si llegamos aquí, no
lo creemos. Crece la soberbia, nos creemos unos privilegiados y es en estas
moradas en donde se desenmascara la falsa modestia. Se nos ha ido revelando
poco a poco el misterio de Dios a través de la Humanidad de Jesucristo, su
vida, gestos y palabras, predicación y milagros y tratamos de acomodar nuestra
vida y actitudes a lo que vemos en Él.
Y aquí la Sta. nos
propone la meditación del episodio del joven rico. Entendamos la riqueza no
solo como posesiones materiales, sino de todo tipo (intelectuales, sociales,
búsqueda de fama y honra, tener un lugar predominante en el sitio que ocupamos,
et.). Y dice: “Porque si le volvemos las espaldas y nos vamos tristes, como el
mancebo del Evangelio, cuando nos dice lo que hemos de hacer para ser
perfectos, ¿qué queréis que haga Su Majestad, que ha de dar el premio conforme
al amor que le tenemos? Y este amor, hijas, no ha de ser fabricado en nuestra
imaginación, sino probado por obras; y no penséis que ha menester nuestras
obras, sino la determinación de nuestra voluntad” (M3,1.7).
“Todo este
edificio es su cimiento humildad; y si no hay ésta muy de veras, aun por
vuestro bien no querrá el Señor subirle muy alto, porque no dé todo en el
suelo”. Y añade: “Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro
Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y pusoseme delante…esto: que es
porque Dios es suma verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy
grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien
esto no entiende, anda en mentira”.
Ella misma,
después de su enfermedad, vio que debía cambiar el yo narcisista, viajar a la
profundidad con humildad y entregar su
vida entera al Señor. En esta batalla, que duró casi veinte años, paseó con
frecuencia por las tres primeras moradas e incluso supo lo que era acercarse
peligrosamente a los arrabales del castillo y abandonar la vida espiritual.
LAS CUARTAS
MORADAS
Constan de tres
capítulos. En ellas entramos en otra fase. Ahora ya no se habla de “cosas
naturales sino sobrenaturales y es dificultosísimo de dar a entender” (cap.1).
“Parecerá que para
llegar a estas moradas se ha de haber vivido en las otras mucho tiempo, y
aunque lo ordinario es que se ha de haber estado en la que acabamos de decir,
no es regla cierta, como ya habréis oído muchas veces; porque da el Señor
cuando quiere y como quiere y a quien quiere, como bienes suyos, que no hace
agravio a nadie” (cp. 2).
Aquí la oración es
la llamada de recogimiento, quietud y sueño de las potencias y es en el tercer
capítulo donde más se extiende en ella. La describe como un “recogimiento suave
en el interior, como un erizo o tortuga, cuando se retiran hacia sí”. Pero no
cuando uno quiere: “acá no está en nuestro querer, sino cuando Dios nos quiere
hacer esta merced”. Recomienda que no se empeñe uno en “discurrir, sino estarse
atentos a ver qué obra el Señor en el alma”.Y aduce razones para este “estarse
quieto”:
La primera es que “en esta obra de
espíritu quien menos piensa y quiere hacer, hace más; lo que habemos de hacer
es pedir como pobres necesitados… y bajar los ojos y esperar con humildad”.
“Parece que entendemos que nos oye, entonces es bien callar, y procurar no
obrar con el entendimiento”.
La segunda razón es que estas obras
interiores son todas suaves y pacíficas. Hay que dejar el alma en manos de Dios
y resignarla a Su voluntad.
La tercera es que el mismo cuidado que se
pone en no pensar nada quizá despertará el pensamiento a pensar mucho.
La cuarta es que nos acordemos de la honra
y gloria de Dios y nos olvidemos de nosotros mismos y de nuestro provecho y
regalo y gusto.
Lo que más
conviene es que sin ninguna fuerza ni ruido (el alma) ataje el discurrir del
entendimiento, pero sí darse cuenta de que está delante de Dios y quién es este
Dios.
El Señor da
suavidad y ensanchamiento interior y pierde el temor de ir al infierno, “porque
aunque le queda un mayor temor de no ofender a Dios, le queda una gran
confianza de que ha de gozar de Él”.
En el primer
capítulo de estas Moradas va a insistir en qué cosa es la oración de quietud y
para ello utiliza el agua: “Hagamos cuenta… que vemos dos fuentes con dos pilas
que se hinchen (llenan) de agua”. “Estos dos pilones se llenan de diferentes
maneras:
. “una, viene de
más lejos por muchos arcaduces y artificio” (los trabajos de lectura,
meditación, oración vocal, etc.). De aquí salen los que ella llama CONTENTOS.
. Otro modo de
llenarlos está hecho en el mismo nacimiento del agua y se va llenando el pilón
sin ruido (ya no necesitamos tanta meditación, o libro, oraciones, et.). De
esta oración, que procede de Dios vienen lo que ella llama los GUSTOS.
¿Y cómo sabemos
que no nos estamos engañando a nosotros mismos?: “No está la cosa en pensar
mucho, sino en amar mucho”. Pero “quizá no sabemos qué es amar, y no me
espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor
determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar, en cuanto
pudiéremos, no le ofender, y rogarle que vaya siempre adelante la honra y
gloria de su Hijo y el aumento de la Iglesia Católica”.
En estas Cuartas
Moradas las tres potencias del alma tienen que verse de forma distinta:
. la memoria o
actividad: no obrar
. el entendimiento: procurar no discurrir
. la voluntad: estar unida al Señor. Y para saber que lo estamos, tenemos que verlo “en los efectos y obras
de después”. Ahí “se conocen estas verdades de oración, que no hay mejor crisol
para probarse”.
Teresa es una
mujer muy cuerda y muy realista y nos advierte de dos posibles problemas que
pueden ocurrir y que ayudan en el discernimiento de espíritus:
Primer caso:
“algunas, de la mucha penitencia, y oración y vigilias y aún sin esto, son
flacas de complexión… se dejan embebecer, y como se enflaquece el natural se
embebecen más y ellas creen que es arrobamiento. Yo lo llamo abobamiento”. El
remedio para éstas será dormir y comer y no hacer tanta penitencia, porque
andan engañadas y engañan. Que no tengan mucha soledad, que se ocupen en
oficios y que se restablezca su naturaleza.
Segundo caso:
aquellas que tienen flaca cabeza e imaginación “que todo lo que piensan les
parece que lo ven”. Creo que es el caso de la histeria. Se meten en la
situación, p. e., el Señor con la Cruz a cuestas, y se ven dentro del grupo que
sigue a Cristo en el camino... No creer lo que dicen y si puede ser que las
vea un psicólogo. Suelen ser personas muy buenas con grandes deseos de servir a
Dios.
QUINTAS MORADAS
Constan de cuatro
capítulos en los que la autora va a tratar de la oración llamada de unión.
1) Qué es
En el Libro de la
Vida (cp. 15,1) podemos leer que en esta oración “el gusto y suavidad y deleite
es más sin comparación que lo pasado”. Aquí, el esfuerzo personal del orante es
ya muy pequeño: las potencias, la memoria, imaginación y razón son absorbidas por un intenso sentimiento de amor
y sosiego.
Aquí, “hasta que
la experiencia es mucha queda el alma dudosa de qué fue aquello: si se le
antojó, si estaba dormida, si fue dado de Dios, si se transfiguró el demonio en
ángel de luz. Queda con mil sospechas, y es bien las tenga… porque aun el mismo
natural nos puede engañar allí alguna vez”.
Pero es cierto que
aquí las molestias de la imaginación, memoria y entendimiento ya son mínimas.
Ya el alma puede superarlas con facilidad. En el Libro de la Vida dice que si
ladran los perros, hay que dejarlos ladrar y no salir a acallarlos. Ya aquí
nada puede impedir esté bien porque “está Su Majestad tan junto y unido a la
esencia del alma que no osará… este maldito (demonio) hacernos mal”. Porque es
cierto, que a través de lo externo, entra la tentación y encuentra eco e
nuestras debilidades, afectos, gustos, etc.
2) Cuáles son las
señales de que procede de Dios y los efectos que deja en el alma
Las señales por
donde no os podréis engañar ni dudar si fue de Dios, es que “ya veis esta alma
que la ha hecho Dios boba del todo para imprimir mejor en ella la verdadera
sabiduría, que ni ve ni oye ni entiende en el tiempo que está así, que siempre
es BREVE”. “Fija Dios a sí mismo en lo interior de aquel alma de manera que
cuando torna en sí en ninguna manera pueda dudar que estuvo en Dios y Dios en
ella. Con tanta firmeza le queda esta verdad, que aunque pase años sin tornarle
Dios a hacer aquella merced, ni se le olvida ni puede dudar que estuvo”.
Le queda al alma
una seguridad, que solo Dios puede dar.
Y no hay que buscar razones “para ver cómo fue; pues no llega nuestro
entendimiento a entenderlo, ¿para qué nos queremos desvanecer? Basta ver… que
es Dios el que lo hace, no lo queramos ser para entenderlo”.
La comparación que
utiliza para esta oración de unión y sus efectos es la del gusano de seda. Este
gusano, grande y feo, comienza a tener vida por medio de los Sacramentos que el
mismo Señor dio a la Iglesia (confesión, comunión, buenas lecciones y sermones,
buenas meditaciones, etc.) y con el “calor del Espíritu Santo”. “Pues crecido
este gusano… comienza a labrar la seda y edificar la casa adonde ha de morir”.
Así que hay que darse “prisa a hacer esta labor y tejer este capuchillo,
quitando nuestro amor propio y nuestra voluntad, el estar asidas a ninguna cosa
de la tierra, poniendo obras de penitencia, oración mortificación, obediencia,
todo lo demás que sabéis”. Y así el gusano se convertirá en una “mariposica
blanca”… y el alma “vese con deseo de alabar al Señor… y morir por El mil
muertes. Luego le comienza a tener (el deseo) de padecer grandes trabajos…
grandísimos deseos de penitencia, de soledad, de que todos conozcan a Dios. Y
de aquí le viene una pena grande de ver que es ofendido… y poco estimado en este
mundo y de la muchas almas que se pierden, así de herejes, como de moros;
aunque las que más la lastiman son las de los cristianos, que aunque es grande
la misericordia de Dios, que por mal que vivan se pueden enmendar y salvarse,
teme que se condenen muchos”.
3) Deseo de
comunicar estos bienes
Ya el alma ha
salido de sí y se preocupa de Dios y del prójimo. Todos los trabajos, penas,
sufrimientos, las pasa con gusto “porque el grande amor que tengo y deseo de
que se salven las almas sobrepuja sin comparación a esas penas”. Esta
“mariposica o palomica” ha de procurar ir adelante en el servicio de Nuestro
Señor y en el conocimiento propio.
En el Libro de la
Vida, ella misma narra que, habiendo descuidado la oración, enseñaba a otros,
en concreto a su padre, Don Alonso, este camino, porque “acaece quedar con esa
gana de que se aprovechen otros, ya que no se aprovecha ella”.
4) Pecados que
impiden en esta morada
Es decir, que
aunque hayamos llegado a este estado (la oración de unión) no podemos
descuidarnos, porque muchas veces quedan dentro gusanos que nos roen las
virtudes: amor propio, propia estimación, juzgar a los prójimos, falta de
caridad con ellos, etc. “Acá, solas estas dos (cosas) nos pide el Señor: amor a
Su Majestad y del prójimo, es en lo que hemos de trabajar”.
Y “la más cierta
señal que, a mi parecer, hay de si guardamos estas dos cosas (amor a Dios y al
prójimo), es guardando bien la del amor al prójimo; porque si amamos a Dios no
se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender que le amamos, mas el
amor del prójimo, sí. Y estad ciertas que mientras más en éste os viereis
aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios”.
5) Engaños.
Aquí los engaños
son muy posibles si falta la humildad y demás virtudes. “Son grandes los
ardides del demonio, que por hacernos entender que tenemos una (virtud), no la
teniendo, dará mil vueltas al infierno. Y tiene razón, porque es muy dañoso,
que nunca estas virtudes fingidas vienen sin alguna vanagloria, como son de tal
raíz; así como las que da Dios están libres de ella ni de soberbia”.
Pone ejemplos muy
reales:
“almas que cuando
están en oración, les parece que querrían ser abatidas y públicamente
afrentadas por Dios, y después una falta pequeña encubrirían si pudiesen”. O
bien: “almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy encapotadas
cuando están en ella, que parece no se osan bullir ni menear el pensamiento,
porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han tenido, háceme ver
cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión, y piensan que
allí está todo el negocio”.
“Que no, hermanas,
no; obras quiere el Señor; y que si ves una enferma a quien puedes dar algún
alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si
tiene algún dolor, te duela a ti: y si fuere menester, lo ayunes, porque ella
lo coma…. Esta es la verdadera unión con Su voluntad (la del Señor), y que
si vieres loar mucho a una persona te
alegres más mucho que si te loasen a ti… y cuando viéremos alguna falta en
alguna, sentirla como si fuere en nosotras y encubrirla”.
Y “forzar nuestra
voluntad para que se haga en todo la de las hermanas, aunque perdáis de vuestro
derecho, y olvidar vuestro bien por el suyo, aunque más contradicción os haga
al natural; procurar tomar trabajo por quitarle al prójimo… cuando se
ofreciere”.
6) Peligro de
perderlo todo.
Nos avisa de que
no nos descuidemos y de que nos apartemos de las ocasiones, porque todavía no
está el alma tan fuerte como pensamos. Personas han llegado a este estado y
“con la gran sutileza y ardid del demonio, tornarlas a ganar para sí”.
Ante este aviso
aclara dos dudas que nos pueden asaltar: la primera es que si está el alma tan
metida en la voluntad de Dios, ¿cómo se puede engañar, pues ella no quiere sino
hacer la voluntad de Dios?
Y la segunda, ¿por
qué vías puede entrar el demonio tan peligrosamente? La respuesta está en el cap.4, n.8 y dice:
“viene el demonio
con unas sutilezas grandes, y debajo de color de bien vala desquiciando en
poquitas cosas… y metiendo en algunas que él le hace entender que no son malas,
y poco a poco oscureciendo el entendimiento y entibiando la voluntad y haciendo
crecer en ella el amor propio, hasta que de uno en otro la va apartando de la
voluntad de Dios y llegando a la suya”.
SEXTAS Y SEPTIMAS MORADAS
Las Sextas Moradas
constan de Once capítulos y las Séptimas de cuatro. Trataré de resumir lo más
fundamental de lo que en ellas nos transmite. Es la misma Teresa la que dice en
las Sextas, en el cap. 4, que “estas dos moradas… se pudieran juntar bien,
porque de la una a la otra no hay puerta cerrada”, aunque en la postrera, es
decir, la séptima hay manifestaciones que no se dan en la sexta.
En estas moradas
“el alma está ya bien determinada a no tomar otro esposo”. No crean que éstas
no conllevan “trabajos interiores y exteriores”. Dice ella que si se supiere lo
que se iba a sufrir, nuestra flaqueza natural no podría determinarse a
pasarlos.
Los más pequeños
(trabajos) son los recelos, comentarios y críticas de propios y extraños: “que
se hace santa”, “que hace extremos para engañar el mundo y para hacer a los
otros ruines; que son mejores cristianos sin estas ceremonias”, etc… Los amigos
se apartan de ella.: “Que son cosas del demonio”, “que trae engañados a los
confesores”, etc. Ella se vio sin quien la confesara (ver Vida cp. 28).
1) Criterios de
discernimiento
Al principio de
todo esto, el alma sufre mucho (“tormento intolerable”), porque ve que “si
tiene algún bien es dado por Dios y en ninguna manera suyo”. Cuando después ya
se serena no hace caso de lo que dicen y da razones:
. “porque la
experiencia le hace claro ver que tan presto dicen bien como mal, y así no hace
más caso de lo uno que de lo otro”.
. “porque le ha
dado el Señor mayor luz de que ninguna cosa buena es suya, sino dada de él”.
. Para hacer bien
a otras almas.
. “Y como tiene
más delante la honra y gloria de Dios que la suya… dásele poco de ser deshonrada a trueco de que
siquiera una vez sea Dios alabado por su medio; después venga lo que viniere”.
“Estas razones…
aplacan la mucha pena que dan estas alabanzas… y parécele que no ofenden a Dios
los que la persiguen; antes, que lo permite Su Majestad para gran ganancia
suya; y como la siente claramente (la ganancia), tómales un amor particular muy
tierno, que le parece aquellos son más amigos y que le dan más a ganar que los
que dicen bien”.
2) Trabajos
interiores
Pasamos a los
llamados “trabajos interiores”. Uno, y no pequeño, es el que da topar con un
confesor tan cuerdo y poco experimentado que… todo lo teme, en todo pone duda, “puesto
que ve cosas no ordinarias”. Y como el confesor ve que esa alma, que recibe
esas gracias no ordinarias, tiene imperfecciones, “luego es todo condenado a
demonio o melancolía”.
Añade que a estos
confesores les parece que Dios da esas gracias sólo a las que se parecen a
ángeles, y esto “es imposible mientras estuvieren en este cuerpo”. También es
verdad que les exculpa porque “está el mundo tan lleno (de melancolía) y hace
el demonio tantos males por este camino, que tienen muy mucha razón en temerlo y
mirarlo muy bien”. Cuando el confesor ayuda a tener más temor, “es cosa
insufrible”. Porque, además, tras estas
gracias tan especiales “vienen unas sequedades, que no parece que jamás se ha
acordado de Dios ni se ha de acordar, y que como una persona de quien oyó decir
desde lejos, es cuando oye hablar de Su Majestad”.
Este modo de decir
recuerda lo que en lenguaje ignaciano es la Desolación. A todo esto se añade el
hecho de que al alma que esto sufre le parece que ella “no sabe informar a los
confesores y que los trae engañados”. Porque está el entendimiento tan oscuro
que ella misma se cree lo que “la imaginación le representa y los desatinos que
el demonio la quiere representar”. Debe
ser que el Señor da “licencia a estos letrados para que la prueben y aun para
que la hagan entender que está reprobada por Dios”.
Cuando hay una
tempestad así el único remedio es aguardar la misericordia de Dios, que “a
deshora, con una palabra sola suya, lo quita todo tan de presto, que parece no
hubo nublado en aquel alma”.
3) Modos con los
que el Señor despierta el alma
3.1.-
“Relampada-trueno”
Vamos ahora con
los modos con los que el Señor despierta al alma. Una forma es como una
“relampada-trueno”, rápida, que el alma entiende fue de Dios, con una seña tan
cierta que no se puede dudar y un “silbo tan penetrativo” que el alma no puede
dejar de oír. Hace una comparación: Es como si saltara una centilla del gran
fuego que es Dios, y llega al alma. Como una saeta (Monasterio de la
Encarnación). Y no se duda, ni es melancolía, ni hay engaño de demonio. Y da
varias razones:
. jamás da el
demonio esta “pena sabrosa”. Quietud y gusto del alma. Las que da el demonio jamás son sabrosas, ni
con paz: sino inquietud y con guerra.
. Esta tempestad
sabrosa viene de una región que él (demonio) no puede señorear.
. Por los grandes
provechos que quedan en el alma como es determinarse a padecer por Dios y
desear tener muchos trabajos.
3.2.- HABLAS
Otro modo con el
que Dios despierta al alma es con las HABLAS, que unas vienen de fuera, otras
del muy interior del alma, y otras tan en lo exterior que se oyen con los
oídos.
Estas HABLAS
pueden proceder de Dios, o del demonio, o de la propia imaginación. Cuando son
de Dios, no importa de donde vengan y “las más ciertas señales que se pueden
tener, son éstas:
La primera y más
verdadera es el poderío y señorío que traen consigo, que es hablando o
obrando (p.ej. Una palabra “no tengas
pena”, cuando el alma está en desolación, y con la que queda sosegada y con
gran luz o “Yo soy, no hayas miedo”, y
queda consoladísima)
La segunda razón,
es una gran quietud que queda en el alma y recogimiento devoto y pacífico,
dispuesta para alabanzas de Dios
La tercera señal
es no pasarse estas palabras de la memoria en muy mucho tiempo y algunas jamás,
con certidumbre grandísima. Centella de
seguridad, por más que la contradigan.
Cuando estas
HABLAS proceden del demonio, “hay más que temer”: “aunque al alma le parezca
claro que procede del Señor, hay que consultar con el confesor, que está en Su
lugar (en el lugar del Señor), y el Señor le pondrá al confesor y le hará ver
de qué espíritu es. Y no seguir el propio parecer, que es cosa muy peligrosa”.
Y por fin, nos
habla de la tercera forma o procedencia
que es la imaginación: “Algunas veces, y muchas, pueden ser antojo, en especial
en personas de flaca imaginación o melancólicas, digo de melancolía notable”. ¿Cómo
actuar con estas personas? No hay que hacer caso; oírlas como a personas
enfermas. Advertir a la priora y al confesor y no agobiarlas diciéndolas que es
demonio. Sin embargo, es menester quitarle la oración, porque suele el demonio
aprovecharse de estas almas para su daño y para el de otros. Además, otra señal
es que, cuando proceden de la imaginación no hay certidumbre, ni paz ni gusto
interior. Y las razones que da para ver que las HABLAS no proceden de la
imaginación son:
. la claridad de
“la habla”.
. A deshora, y aun
estando en conversación.
. Lo uno es como
quien oye, y lo de la imaginación es como quien va componiendo lo que uno mismo
quiere que le digan.
. Porque las
palabras son muy diferentes y con una se comprende mucho, lo que nuestro
entendimiento no podría componer tan de presto.
. Junto con las
palabras se da a entender mucho más de lo que ellas dicen.
3.3.-
Arrobamientos
Vamos ahora a ver
lo que ella llama ARROBAMIENTOS (o Éxtasis). El Señor va habilitando al alma
para que tenga ánimo de juntarse con Él y tomarle por Esposo. De los modos de
arrobamientos dice que una manera es un toque que da el Señor con alguna
palabra, y no necesariamente estando en oración. E insiste en que estos dones
afectan a las potencias “que están absortas”.
“Se queda la
voluntad tan embebida y el entendimiento tan enajenado, y durar así un día, y
aun días, que parece no es capaz para entender en cosa que no sea para
despertar la voluntad a amar”.
El Señor da a
conocer secretos, da visiones “imaginarias” y “de tal manera quedan impresas en
la memoria que nunca jamás se olvidan. Añade: “Así que, hermanas, las cosas
ocultas de Dios no hemos de buscar razones para entenderlas, sino que, como
creemos que es poderoso, está claro que hemos de creer que un gusano de tan
limitado poder como nosotros… no ha de entender sus grandezas”.
Cuando estas
gracias se dan delante de la gente entonces se pasa muy mal por la malicia del
mundo, que les servirá de ocasión “para echar juicios”.
Otra forma de
arrobamiento recuerda a S. Pablo: “”se arrebata el espíritu, que parece sale
del cuerpo; no puede decir si está en el cuerpo o si no. Parécele que toda
junta ha estado en otra región muy diferente de en esta que vivimos… Si esto
pasa estando en el cuerpo, o no, yo no lo sabré decir….”
Las razones de que
no sean cosa del demonio son:
. Conocimiento de
la grandeza de Dios.
. Propio
conocimiento y humildad.
. Tener en muy
poco todas las cosas de la tierra.
Advierte también
contra las lágrimas de las “personas tiernas que por cada cosita lloran”. No
son necesariamente buenas y signos de conversión: “No pensemos que está todo
hecho en llorando mucho, sino que echemos mano del obrar mucho y de las
virtudes, que son las que nos han de hacer al caso, y las lágrimas vénganse
cuando Dios las enviare, no haciendo nosotras diligencias para traerlas”.
En el cap.7 se
extiende en advertir que, aunque el alma haya llegado a tener estos favores, no
puede olvidarse de quién es y de sus pecados y de la importancia de no huir de
lo material. La humanidad de Cristo debe estar siempre presente en su mente y
corazón. Encarece la meditación de la Pasión. Porque de no meditar se pueden
seguir muchos engaños; perder el tiempo en la oración, no aprovechando en las
virtudes. No hay que esperar siempre regalos.
En el cap. 3 de
las séptimas moradas repite los efectos que este grado de oración produce y nos
dice cuales son sus efectos:
1. Olvido de sí.
“Ni se acuerda que para ella ha de haber cielo ni vida ni honra, porque toda
está empleada en procurar la de Dios”
2. Deseo de
padecer grande, mas no de manera que la inquiete como solía.
Tiene una nota de
gran realismo: “No entendáis por esto, hijas, que deja de tener cuenta con
comer y dormir, que no le es poco tormento, y hacer todo lo que está obligada
conforme a su estado; que hablamos de obras interiores, que de obras exteriores
poco hay que decir, que antes ésa es su pena: ver que es nada lo que ya pueden
sus fuerzas”.
El amor a los
enemigos nos lo narra en el n.5 de este mismo cap.: “Tienen también estas almas
un gran gozo interior cuando son perseguidas, con mucha más paz que lo que
queda dicho, y sin ninguna enemistad con los que las hacen mal o desean hacer;
antes le cobran amor particular, de manera que, si los ven en algún trabajo, lo
sienten tiernamente, y cualquiera tomarían por librarlos de él, y
encomiéndanlos a Dios muy de gana, y de las mercedes que les hace Su Majestad
holgarían perder, porque se las hiciese a ellos, porque no ofendiesen a nuestro
Señor”.
Hay diferencia
entre esta morada y las anteriores porque “casi nunca hay sequedad ni alborotos
interiores de los que había en todas las otras a tiempos, sino que está el alma
en quietud casi siempre”.
En las moradas
séptimas nos narra de forma muy sencilla y gráfica el Desposorio Espiritual:
Digamos que sea la unión, como si dos velas de cera se juntasen tan en extremo,
que toda la luz fuese una, o que el pábilo y la luz y la cera es todo uno” Éste
es un modo de unión mero el Matrimonio es como “si cayendo agua del cielo en un
río o fuente, adonde queda hecho todo agua, que podrán ya divivir ni apartar cuál
es el agua del río, o lo que cayó del cielo o como si un arroyico pequeño entra
en la mar” que ya no pueden dividirse.
“Así me parece puede decir aquí el alma,
porque es adonde la mariposilla, que hemos dicho, muere y con grandísimo gozo,
porque su vida es ya Cristo” (cap.2 n.59).
Morada
|
Vía
|
Almas
|
Pecado
mortal
|
Pecado
venial
|
Imperfecciones
|
Prácticas
de piedad
|
Oración
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I
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PURGATIVA
|
Creyentes
|
Difícilmente combatido. Sincero arrepentimiento.
Ocasiones peligrosas frecuentemente buscadas.
|
Ningún esfuerzo para evitarlo. No se le da importancia.
|
Las preceptuadas por la Iglesia. Algunas omisiones.
Alguna práctica de superación.
|
Puramente vocal, pocas veces y con muchas
distracciones. Peticiones humanas temporales.
|
|
II
|
PURGATIVA
|
Buenas
|
Sinceramente combatido. Sincero arrepentimiento y
pronta confesión. Ocasiones peligrosas, a veces seguidas de alguna caída.
|
A veces plenamente deliberado. Lucha débil.
Arrepentimiento superficial. Frecuentes caídas.
|
Frecuencia de sacramentos. A veces Misa diaria.
Rosario familiar, omitido con frecuencia.
|
Generalmente vocal. A veces algún rato de
meditación, pero con muchas distracciones y poca fidelidad.
|
|
III
|
PURGATIVA
|
Piadosas
|
Rarísima vez.
Vivo arrepentimiento. Confesión inmediata. Precauciones para evitar las
caídas.
|
Sinceramente combatido. Examen particular, pero con
poca constancia y escaso fruto.
|
Misa y Comunión
diarias, con espíritu de rutina. Confesión semanal, con escasa enmienda.
Rosario y visita al Santísimo.
|
Meditación diaria,
sin gran empeño. Muchas distracciones. Omisión fácil si hay sequedades u ocupaciones.
Oración afectiva. Empieza la noche del sentido.
|
NOCHE DEL SENTIDO
IV
|
ILUMINATIVA
|
Fervientes
|
Nunca. A lo sumo algunas sorpresas violentas e
imprevistas. Vivísimo arrepentimiento. Penitencias reparadoras.
|
Seria vigilancia para evitarlo. Rara vez deliberado.
Examen particular dirigido seriamente a combatirlo.
|
El alma evita examinarse demasiado para no verse
obligada a combatirlas. Ama la abnegación, pero hasta cierto punto y sin
grandes esfuerzos.
|
Misa y Comunión diarias fervorosas. Confesión semanal
diligentemente practicada. Dirección espiritual. Tierna devoción a María.
|
Fidelidad a pesar de arideces y sequedades en la
noche del sentido. Oración de simple amor. Algo de recogimiento y oración de
quietud.
|
V
|
ILUMINATIVA
|
Relativamente
perfectas
|
Nunca deliberado. Alguna vez por sorpresa o poca
advertencia. Vivamente llorado y seriamente reparado.
|
Reprobadas seriamente, alguna vez deliberadas, pero
rápidamente deploradas. Actos frecuentes de abnegación y de renuncia. Examen
particular.
|
Cada vez más simples y menos numerosas, pero con
ardiente amor. Amor a la soledad, espíritu de desasimiento, ansias de a mor a
Dios, amor a la cruz, celo…
|
Vida habitual de oración. Oración contemplativa y de
unión. Purificaciones pasivas y epifenómenos místicos.
|
NOCHE DEL ESPIRITU
VI
|
ILUMINATIVA
|
Heroicas
|
Nunca deliberadas. A veces impulsos inadvertidos,
pero rápidamente rechazados.
|
Fidelidad exquisita a todas las de su estado.
Preocupación por unirse más y más a Dios. Desprecio de sí mismo. Sed de
sufrimientos. Penitencias durísimas. Victimación.
|
Dones sobrenaturales. Contemplación casi habitual.
Unión estática. Noche del espíritu. Gracias, “gratis data”. Desposorio
habitual.
|
||
VII
|
ILUMINATIVA
|
Grandes santos
|
Apenas aparentes.
|
Ejercicio de amor, “que ya sólo en amor está mi
ejercicio”. Paz y serenidad imperturbable.
|
Visión intelectual de la Santísima Trinidad en el
alma. Unión transformante. Matrimonio espiritual. Confirmación en gracia.
|
Mi querido Cura de Tapia,
ResponderEliminarGracias por tanta generosidad y preocupación por los demás. Dicen que compartir es amar yo deseo que sientas tanto agradecimiento como amor pones en las cosas de Dios.
Gracias de nuevo.
Un abrazo
Muchas gracias D. Andrés.
ResponderEliminarMe gustaron mucho los audios de las Moradas que escucho una y otra vez. Nunca creí que sería capaz de interiorizarlas, (y de alguna manera disfrutarlas), pero el envío de los textos ahora, ya es "la guinda". Espero con tranquilidad que el Señor, desde el centro de mi castillo, me ayude a llegar a Él.
Que Dios le pague tantos desvelos.
Eres impresionante!! No me cabe la menor duda de que cuánto has recibido gratis, lo entregas del mismo modo. Doy gracias a Dios por tu capacidad de trabajo, por tu gran generosidad, por regalarnos a cada uno de cuántos nos acercamos a tí esa sensación de creernos únicos/as ante Dios y para tí. Gracias, pater.
ResponderEliminarMuchas gracias .... Sabes nunca las había leído y me ha encantado hacerlo gracias por compartirlo y hacer que cada día queramos ser mejores y estar más cerca de Dio y como ha escrito,un anónimo aquí Espero que el Señor desde el centro de mi castillo me ayude a llegar a Él
ResponderEliminarMuchas gracias .... Sabes nunca las había leído y me ha encantado hacerlo gracias por compartirlo y hacer que cada día queramos ser mejores y estar más cerca de Dio y como ha escrito,un anónimo aquí Espero que el Señor desde el centro de mi castillo me ayude a llegar a Él
ResponderEliminarGracias Andrés, la verdad es que cada vez que entro en el blog descubro cosas nuevas, y que mejor que pasar una noche leyendo estos textos y llenarnos por dentro. y hacer que podamos mejorar para llegar a El.
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