16-8-2015 DOMINGO XX
TIEMPO ORDINARIO (B)
VALORES
HUMANOS Y CRISTIANOS (IV)
9) Responsabilidad. En la vida
ordinaria observo con demasiada frecuencia que los padres, educadores y la sociedad
en general suplimos enseguida las deficiencias o errores de los niños, de los
adolescentes, de los jóvenes, de los hijos, aunque tengan 40 años, etc. Y esto
es muy peligroso, desde mi punto de vista, ya que no dejamos que estas personas
maduren ni se hagan responsables de sus propios actos, puesto que pensarán que
siempre habrá una persona mayor, o la sociedad, o los políticos, o los vecinos,
o los otros, o Dios…, pero nunca ellos mismos, para tapar sus deficiencias o
para poder echarles las culpas de todo lo que sucede o de todo lo que ellos
pueden hacer, decir u omitir. Pongo algunos ejemplos:
* No entiendo que haya niños o niñas
que tengan todo hecho en casa y no tengan ningún tipo de responsabilidad en las
tareas del hogar: hacerse su propia cama, recoger el plato o la taza después de
comer o de desayunar y ponerlo en el fregadero, hacer algunos recados… Sé que
hay padres que les inculcan para que hagan estas cosas, pero los críos, que son
muy listos, protestan y los padres, por no oírlos, acaban cediendo y haciéndolo
ellos mismos. Con lo cual los niños han aprendido una cosa grave: protesta, que
algo conseguirás.
* No entiendo cómo hay niños,
adolescentes, o jóvenes que continúen comiendo los que quieren, o divirtiéndose
como quieren, o gastando lo que quieren, cuando en su casa se pasa por una
estrechez económica, y los padres no les ayudan a compartir y a ser conscientes
de dicha escasez. Pienso que la austeridad, el conocer la situación familiar e
ir a una todos juntos educa más que todos los sermones juntos que se puedan
dar.
* No entiendo que un joven o una
joven decida independizarse y vivir solo/a, o con su pareja, o con amigos/as,
que tenga su propio sueldo, y que de modo sistemático la madre le tenga que
hacer la compra (y pagarlo encima), hacerle la colada con plancha incluida,
comprarle los muebles, enseres de la casa y hasta la ropa, y a veces hacerle
hasta la limpieza de la casa. Además, con bastante frecuencia tiene que hacerle
las gestiones del banco o del ayuntamiento, porque a la madre qué más le da…
Creo que lo correcto es que, cuando un hijo decide irse de casa, tiene que
hacerlo con todas las consecuencias, asumiendo lo bueno (la independencia, que
no le controlen, que no le griten…) y lo malo (que tenga que administrarse y compruebe
por sí mismo que el dinero le llega justo a final de mes; que la casa y la ropa
esté sucia, porque ya no está mamá para hacer esas cosas; arreglar la lavadora
que se estropeó…).
Cuando en 1989 estaba estudiando en
Roma, ayudaba en una parroquia de los arrabales en donde el mundo de la droga
estaba muy presente entre los jóvenes y, como consecuencia de ello, también en
sus familias. Una familia me pidió ayuda y yo consulté el tema con un sacerdote
canario que estaba haciendo una experiencia en Roma con Proyecto Hombre, ya que
esta iniciativa surgió en la
Iglesia italiana. Me decía este sacerdote que un drogadicto
sólo se cura cuando él mismo ha tocado fondo. Mientras pueda seguir cayendo,
siempre pensará que lo tiene todo controlado e igualmente pensará que saldrá de
la droga en cuanto se lo proponga. Además, me decía este sacerdote que a estos
drogadictos les hacen mucho daño los padres, familiares y amigos cuando les dan
dinero para droga (“para que no roben”) o los sacan con fianza de la cárcel (“porque
aquello es muy duro”), etc. Lo único que hacen estos familiares y amigos es
retrasar la curación del drogadicto. Deben dejarlo que caiga y caiga por sus
propias acciones, deben dejar que asuma todas y cada una de las consecuencias
de sus propias acciones, incluso yendo a la cárcel. Así tocará fondo más rápido
y podrá pedir ayuda él mismo y no los familiares y amigos, pues esto no sirve
para nada, si el propio drogadicto no tiene asumido que quiere curarse.
Como veis tiene todo la misma base:
hay que dejar que la gente tome conciencia de su situación y de la situación
que lo rodean, en la medida de sus posibilidades y de su edad, y que asuma y se
responsabilice de lo suyo, en la medida de sus posibilidades y de su edad. Esta
educación la hemos de ejercer con palabras, pero también con hechos. Es lo que
llamo yo “el lenguaje de los hechos”. Y aquí voy a poner un caso que me sucedió
a mí hace ya mucho tiempo. Es duro lo que contaré y algunos ya me lo habéis
oído alguna vez: Cuando yo tenía 17 años (hablo de 1976), veraneaba en León con
mi familia. Allí vivía un tío mío, que tenía un taller de chapa y pintura de
coches. Una semana en que tenía mucho trabajo nos pidió a mi hermano (16 meses
más pequeño que yo), a su hijo mayor, que tenía unos 15 años entonces, y a mí,
que le ayudáramos. Así lo hicimos y nos puso a lijar los coches. Tenía que ser
a mano; era un trabajo pesado, duro y monótono. Al llegar el domingo comimos en
casa de mi tío y a las tres y media fuimos mi hermano, mi primo y yo a dar una
vuelta por León capital, que distaba unos 5 km de donde estábamos. Mi tío nos dio para
los tres un billete de 500
pts. por el trabajo realizado. Entonces era mucho dinero
para nosotros. Yo cogí el dinero por ser el mayor y estar acostumbrado a
hacerlo así con mi hermano. Cogimos los tres el autobús y llegamos a León hacia
las cuatro. Nada más bajar del autobús mi primo me dijo que quería comer un
perrito caliente. Yo le contesté que no, que acabábamos de comer y que no podía
tener hambre. Él se enfadó conmigo y me dijo que de las 500 pts. una parte era suya
y que con ese dinero podía hacer lo que quisiera. Entonces yo, sin mediar más
palabras, le compré el perrito caliente con las 500 pts. Dos tercios de
este dinero lo guardé para mi hermano y para mí (mi hermano no protestó) y el
resto, descontado el coste del perrito caliente, se lo entregué a mi primo,
pero le dije: “A las ocho cogemos el autobús para regresar a casa. Mira que te
quede dinero, y luego no nos lo pidas a nosotros”. El cogió el dinero y lo
gastó enseguida. A las seis ya no le quedaba nada. Mi hermano y yo echamos
algunas partidas al futbolín y nos gastamos 25 pts. A las ocho cogíamos
el autobús y mi primo nos pidió dinero para el billete. Yo le dije que ya le
había avisado y que no le pagaba el billete, pues él tenía que haber reservado
algo para el autobús. Él se quedó en tierra y tuvo que venir andando durante 5 km. hasta casa. Mi primo
había sido enseñado a hacer lo que quisiera; es verdad que los padres le decían
cosas, o le reñían, o le pegaban, pero, al final, tapaban siempre las
consecuencias de sus actos y “le pagaban siempre el billete de autobús”. Mi
primo sabía que podía hacer lo que quería, pues al final, siempre le pagarían
“el billete de autobús”.
Pienso
que en tantas ocasiones “pagamos el billete de autobús” a los otros y no
dejamos que asuman las consecuencias de sus actos, es decir, que caminen 5 km. al atardecer en
dirección a casa y en la soledad. Eso les ayudaría tantas veces a reflexionar
en su propia carne las consecuencias de sus actos.
Cuanta razón tiene padre,cuando mis hermanos y yo eramos pequeños,teníamos que sobrevivir con nuestros razonamientos,no teníamos una persona pendiente de nosotros a cada momento,teníamos una cantera de piedra a 10 metros de casa, y con 8 metros de altura,si caíamos adios Madrid,el río a 20 metros,cuando venían las lluvias ,lo íbamos a mirar,porqué su caudal era impresionante,quiero decir con esto,que desde que nacimos,teníamos que correr nuestros propios riesgos,y nos defendíamos,aquí estamos.Hoy los niños lo tienen todo ,también una persona pendiente de ellos todo el día.También quiero decir ,que los hijos duelen tanto ,tanto,que yo nunca podría dejarlo hundirse en la droga,porqué quizás ,se quedase en medio del camino.A los hijos se quieren todo,Como Dios,nos quiere a nosotros,por eso es amor.Otra cosa es enseñarlos y educarlos,y sería bueno que todos los días tuviesen que caminar los 5 km.Un abrazo para tod@s,y que Dios nos ayude ,con nuestros hijos y nietos.
ResponderEliminarQue verdad has escrito tan bien ... Mi abuela siempre nos dijo que no hay que sacarle las papas del fuego a los niños .... Que lo importante es enseñarles ..poner limites y que una vez que se quemen con las papas lo aprenderán ....
ResponderEliminarYo como madre y profesora estoy totalmente segura que los límites en la educación..vienen desde la casa ... Con ellos van de la mano el amor ..la responsabilidad ... Y que en un futuro sean hombres de bien ..no es fácil .. Pero se puede por el bien de los niños que serán hombres del mañana
Que razón tiene D. Andrés, ¡Cuantos billetes les pagamos a los hijo ¡ , En nuestra época había menos hierba alta para" pacer" y nos conteníamos, ahora estamos criando pandillas de inútiles, por darle el billete, por hacerle al "nenín " todo, por pensar que tenemos un ser adulto y no lo es; yo no quiero hacerme el duro, pero lo estamos estropeando y es una pena.Se nota en un chico cuando está maduro, como obra, como lleva un vida ordenada, y es feliz, sin darle todo " rumiado ", los niños tienen que saber que el " Maná" se quedó en el Sinaí, que ahora hay que arrancarlo, y cuando antes empiece, mejor. No les compremos demasiados " billetes ", Que los consigan con el esfuerzo
ResponderEliminarEn esta homilia cuantos recuerdos me vienen a la cabeza de los consejos y enseñanzas de mi padre , lo primero que nos enseñaba ,que fueramos buenas personas ,y despues que habia que ser responsables y trabajar ,yo creo que si volviera hoy a este mundo , se volveria a morir de pena .Tiene razón Pachin los estamos haciendo inútiles .Yo hablo como abuela ,pero tambien les digo a mis hijos ,que hay que ir enseñando desde pequeños a tener sus responsabilidades a su medida , que por enseñarlos no se les quiere menos al contrario .Que pena que esta homilia no la escucharan o la vieran los jóvenes ,y que aprendieran siquiera algo.Gracias PADRE por lo mucho que se esfuerza para tener un mundo mejor .Que dios nos ayude a todos.
ResponderEliminarLo que falla alguna vez, creo que la mayoría, es la falta de educación en casa, todo se lo pasamos a los educadores de los colegios,institutos,etc, ellos enseñan conocimientos, lo " Otro ", tiene que venir enseñado de casa. Cuando a un chico de ahora le comentas cosas que haciamos nosotros, o que hacían los abuelos, se rien, porque piensan que es una tontería; sabrán muchas cosas, tendrán muchos conocimientos de muchísimas materias, pero lo de saber estar, lo que llamaban " Urbanidad", que no era sino "Educación ",hablar bien, sin tacos, sin " tíos " de por medio. Hoy los chicos y me refiero a las chicas tambien, tienen que meditar mucho, están perdiéndose muchas cosas, por correr demasiado, no les pedimos mucho, simplemente, talante, cortesía, en definitiva EDUCACION, lo cortés no quita lo valiente. Y ciando digo chicos, incluyo también a las chicas, me parece una estupidez, diciendo a cada rato los chico/as, yo los incluyo a todos, no soy machista, no me suena bien en el contexto. Perdonar el rollo, pero la desocortesía y la falta de educación me indignan.
ResponderEliminarMi querido cura de Tapia,
ResponderEliminarQue buenas estas últimas homilías y la de hoy la suscribo letra por letra. Yo suelo decir a los amigos que “les compran billetes” que eso no es querer a los hijos, es más, es quererlos mal. No se dan cuenta del gran perjuicio que les están haciendo a largo plazo. Que incluso los chavales están demandando un orden y unas directrices, que tanto “todo vale” no es bueno. Que hay unos jóvenes sanos y encantadores pero que los mayores nos empeñamos en no dejarles crecer, en tenerlos como bebés bajo la mantina y el biberón y no es bueno, sobre todo, para ellos pues nosotros tenemos mucho camino recorrido pero ellos están empezando.
¿Sabes que me dicen?, “claro, para ti es fácil, cómo no se nota que no tienes hijos….”
Y es lo que dices, si no los educas tú lo hará la vida y esa sí que no tiene hijos.
Muy bueno tu trabajo, Andrés.
Un abrazo para cada un@