14-9-2025 DOMINGO XXIV TIEMPO ORDINARIO (C)
Ex. 32, 7-11.13-14; Slm. 50; 1 Tim. 1, 12-17; Lc. 15, 1-32
PECADO-PERDON-CONVERSION
(I)
Homilía en audio.
Homilía de audio
Queridos
hermanos:
- Las lecturas que nos propone hoy la
Iglesia para nuestra reflexión nos
hablan mucho del pecado y de pecados concretos. 1ª lectura: “En aquellos días, el
Señor dijo a Moisés: - ‘Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo,
el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había
señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen
sacrificios.’” En la 2ª lectura se dice: “Yo antes era un blasfemo, un perseguidor y
un insolente.” En el evangelio también se nos habla de pecado, por ejemplo,
cuando Jesús nos narra la parábola del hijo pródigo.
Estas lecturas no las
podremos entender nunca en toda su profundidad si no somos capaces de vernos
como pecadores, como
grandes pecadores, que lo único que merecemos es el alejamiento eterno de
Dios. Esto lo experimentó profundamente S. Pablo: Eso que él era un judío
fervoroso desde su más tierna edad; eso que él era un fiel cumplidor de todas
las prescripciones judías y, sin embargo, fijaros lo que él dice de si mismo
una vez que hubo conocido cara a cara a Jesús: "Yo era antes un blasfemo, un perseguidor y un violento... Yo no
era creyente y no sabía lo que hacía... Jesús vino al mundo para salvar a los
pecadores y yo soy el primero". Por eso el hombre pecador suele
exclamar desde lo hondo de su corazón lo del salmo 50: “Misericordia,
Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo
mi delito, limpia mi pecado.” Sólo el que de entre nosotros se reconozca como
pecador…, sólo ése podrá descubrir lo que nos enseñan hoy las lecturas: el amor
tan grande que Dios tiene por todos los pecadores del mundo. “Os digo que la misma alegría habrá entre
los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.”
- Pero vayamos por partes. Vamos en
la homilía de hoy a meditar un poco sobre el pecado. ¿Qué es el pecado? El concepto de pecado, sólo puede ser interpretado
adecuadamente en el contexto de las relaciones con Dios. Únicamente en nuestra
confrontación con la santidad de Dios o con su bondad y misericordia presentes
en el Crucificado es donde descubrimos la verdad de nuestros pecados. De tal manera que la persona que no vea sus
pecados (concretos, no un vago sentimiento de sentirse con fallos), se puede
decir que no ha descubierto a Dios. Pero a la vez, el descubrimiento de
nuestros pecados ante Dios, conlleva el percibir su perdón y misericordia.
Todos los hombres nos hallamos bajo el pecado, pues todos han pecado. Los hombres
nacemos en el seno de una sociedad en la que impera el egoísmo, la mentira, la
opresión, la eliminación del otro...
Esto nos marca profundamente, pues todo lo que somos, lo somos junto con
los otros. Nadie escapa de esta tendencia al pecado, pues está en todos y en
cada uno. "Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a
nosotros mismos" se dice en
la 1ª carta de S. Juan.
El pecado consiste en una acción humana, que, en último término, se opone a Dios.
Rechaza el amor de Dios, trata de construir su mundo al margen de Dios. El
pecado actual quizá no es vivir contra Dios, sino de espaldas a Él.
-
El pecado, todo pecado, da lugar a una triple ruptura: * Ruptura del hombre con Dios: Con nuestro pecado no nos fiamos de
Dios, queremos ser felices por nuestros propios medios. * Ruptura del hombre con los demás: por el pecado, el hombre alejado
de Dios, se convierte en un extraño y en un enemigo para sus propios hermanos;
actúa contra ellos injusta y violentamente; viola su dignidad de personas y
rompe la convivencia pacífica. (Iraquíes
que, al invadir Kuwait en 1990, sacaban los ojos con destornillador a sus
prisioneros). * Ruptura del
hombre consigo mismo: Sí, el hombre rompe consigo mismo, porque está roto
por dentro, ya que estamos hechos para amar a Dios y al prójimo y, sin embargo,
los hemos rechazado para mirar sólo nuestro bien.
El
pecado tiene siempre un carácter personal. Es un acto libre de la persona
individual, pero todo pecado, incluso el más íntimo, repercute en los demás,
es decir, tiene un carácter social.
Nuestra sociedad está enferma cuando niños de 12 años matan a otro niño de 10
años, como en Inglaterra hace unas semanas. Nuestra sociedad está enferma
cuando niños de 12 años pegan palizas a otros compañeros suyos en el colegio o
los empujan al suicidio. Pero, además, el pecado también afecta a la comunidad, a la Iglesia. El cristiano, pecando ofende
inseparablemente a la Iglesia. Rechazando el amor de Dios, se rechaza a la
Iglesia. Su santidad queda afectada; su eficacia en el mundo se disminuye y la
luz de Cristo se hace menos transparente.
-
En ocasiones hay gente que me pregunta cuál es la diferencia entre pecado mortal o grave y pecado venial. No todos los pecados cometidos por los hombres
tienen la misma gravedad. Ya en cierta medida se hace una distinción entre
pecados en el Nuevo Testamento, vg. en 1 Jn 5, 16-17: "Si uno se da
cuenta de que su hermano peca en algo que no acarrea la muerte, pida por él y
Dios le dará vida. Digo los que comenten pecados que no acarrean la muerte. Hay
un pecado que acarrea la muerte; no me refiero a ése cuando digo que rece. Toda
injusticia es pecado, pero hay pecados que no acarrean la muerte."
Asimismo el mismo S. Pablo en varias ocasiones nos habla de pecados que apartan
de Dios, vg. en 1 Co 6, 9-10: "¿Habéis olvidado que la gente injusta
no heredará el reino de Dios? No os llaméis a engaño: los inmorales,
idólatras, adúlteros, invertidos, sodomitas, ladrones, codiciosos, borrachos,
difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios." Podríamos
alegar más textos en los que se apoya la doctrina de la Iglesia sobre la
existencia de pecados graves o mortales y pecados veniales.
En definitiva, se llama pecado mortal al acto, mediante el cual
un hombre, con libertad y conocimiento,
rechaza a Dios, su ley, la alianza de amor que Dios le propone, rechaza también
al prójimo, prefiriendo volverse a sí mismo, hacia alguna realidad creada y
finita, hacia algo contrario a la voluntad divina. Esto puede ocurrir de modo
directo y formal, como en los pecados de idolatría, apostasía y ateísmo; o de
modo equivalente, como en todos los actos de desobediencia a los mandamientos
de Dios en materia grave. El hombre siente que esta desobediencia a Dios rompe
la unión con su principio vital: es un pecado mortal, o sea un acto que
ofende gravemente a Dios y termina por volverse contra el mismo hombre con una
oscura y poderosa fuerza de destrucción.
Los
pecados veniales son los actos
humanos, que, sin romper la comunión y la amistad con Dios y sin apartarlo de
su gracia, contradicen el amor de Dios y hacen que el hombre se detenga en su
camino hacia Dios, y le debilitan para vivir aquella comunión con El. El cristiano no debe pensar que los
pecados veniales, por el hecho de que no le apartan de Dios, son algo de poca
importancia en su vida. Quien consiente, de modo habitual, en estos pecados,
se coloca en un plano inclinado que le conduce al pecado grave y se va alejando
poco a poco de Dios. Las personas que viven en un plano de complacencia de los
sentimientos, de búsqueda de comodidades, terminan, casi de manera inevitable,
viviendo sistemáticamente de espaldas al Evangelio. Los pecados veniales no
privan de la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni,
por tanto, de la bienaventuranza eterna, mientras que tales privaciones es
precisamente consecuencia del pecado mortal.
-
Antes la pregunta de saber cómo y cuándo
mis pecados son mortales o veniales, la Iglesia nos da varias pautas que
quizás os parezcan un poco abstractas, pero es con la intención de que os
sirvan a todos:
*
En primer lugar es la conciencia la
que nos dice cuándo una acción nuestra es pecado ante Dios, ante la Iglesia y
ante los demás, y esa misma conciencia nos dice si ese pecado es grave o
venial. El problema se plantea cuando lo que es pecado grave para uno, sin
embargo, para otro no lo es. Esto depende de las circunstancias concretas de
cada persona y de cada lugar. Voy a poner
un ejemplo muy concreto: la Misa. Es doctrina de la Iglesia que faltar a Misa
un domingo es pecado grave. Ya en la carta a los Hebreos se queja S. Pablo de
las faltas de cristianos a las Eucaristías: "No
abandonéis las asambleas como algunos suelen hacerlo, sino más bien animaos
unos a otros" (Hbr 10, 25a). Pero no es lo mismo esta falta en una
persona que en otra, vg. no es lo mismo si falta a Misa una persona enferma o
anciana, que en otra sana. No es lo mismo tampoco en cuanto al lugar, vg. si
una persona falta a Misa en Oviedo (en donde hay Misas a cada hora y en cada
esquina), estando en buena salud, que otra persona que tuviese que andar dos
hora de camino por malos caminos de piedras y barro para poder acercarse a la
iglesia.
* Asimismo y conectado con
lo anterior hay otro problema más grave que está subyacente y es el de la
conciencia bien o mal formada. Todos los cristianos tenemos la obligación de
formarnos para conocer el Evangelio de Jesús y la doctrina de la Iglesia (con
estudio personal y con reuniones en nuestras parroquias o grupos cristianos).
Y éste es hoy uno de los grandes pecados actuales, el no formarnos, el huir de
la formación de nuestras conciencias. ¿Qué hacemos, concretamente, para formarnos como cristianos y para formar
nuestra conciencia? Por lo tanto, en segundo lugar la lectura
espiritual y el estudio de las cosas de Dios, a través de la Biblia y de la
doctrina de la Iglesia, nos ayudarán a discernir cuándo una acción concreta es
pecado mortal o venial.
*
En tercer lugar, respecto a la
materia existen algunos temas que por sí mismos ya son pecado grave, por
ejemplo, lo contenido en los diez
mandamientos. Aunque también es cierto que dentro del pecado mortal haya
más o menos agravantes o atenuantes: por ejemplo, el lugar, la formación y la
educación de la persona, la salud, la falta de libertad, etc. Habría que ver cada caso en particular.
*
En cuarto lugar la consulta a personas preparadas, vg.
sacerdotes, bien sea en una conversación normal, durante la confesión o durante
la dirección espiritual.